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Premios Goya

Ellos optan por lo clásico

En la alfombra roja de esta 33 edición, los hombres no arriesgaron y optaron por un destacado segundo plano. Con el negro como color predominante, Paco León se coronó con un esmoquin de chaqueta cruzada y Aldo Comas destacó por desentonar: eligió el blanco

Paco León adornó su esmoquin negro con un broche joya en la solapa
Paco León adornó su esmoquin negro con un broche joya en la solapalarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@4342eebf

Desde el inicio de la alfombra roja la cosa parecía que iba a ir bien. Uno de los primeros en llegar al Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla fue Rubén Ochandiano, que acudió impecable con un esmoquin que firmaba Salvatore Ferragamo y que optó por combinar con unos zapatos que llamaban mucho la atención de la firma francesa Christian Louboutin. Su pajarita fue sin lugar a dudas la mejor de la noche.

El negro fue el color vencedor, y eso que Aldo Comas cautivó a toda la concurrencia con su esmoquin de Avellaneda en blanco que iba a juego con el vestido de su chica, Macarena Gómez, que apostaba por Teresa Helbig. Los dos se decantaron por dos diseñadores afincados en Barcelona y con pasión por la artesanía, demostrando que son una pareja de lo más combinada. Como detalle, las espectaculares solapas de Aldo de terciopelo de Loro Liana. Pero hablábamos del negro. Alfonso Bassave, de Scalpers, y Álex González, de Dolce & Gabbana, dos habituales de los primeros puestos de los elegantes de cualquier fiesta, volvieron a destacar por encima de la media. En el caso de Bassave, por una opción de tres piezas; en el de González, por su gran actitud para defender un diseño sencillo. Y, por encima de todos, Paco León, que parece que tuvo claro que, al celebrarse la fiesta en su Sevilla del alma tenía que darlo todo y vamos que sí lo hizo: esmoquin de chaqueta cruzada y un precioso broche joya en la solapa. Los tres fueron sin duda los hombres mejor vestidos de la gala.

Pero no todo fueron buenas noticias. Si excesiva parecía la apuesta de Eduardo Casanova, también lo fue el esmoquin de Miguel Ángel Muñoz, una opción de flores adamascadas plateadas de Dolce & Gabbana que quizá se debía haber reservado para la pasarela y no para los Goya. Algo similar le pasó a Brays Efe, que volvió a confiar en Outsiders Division y que, si bien el año pasado nos divirtió, este resultaba demasiado repetitivo. Y los que más nos costó entender fue el traje azul, sin corbata, con el que pisó la alfombra Juan Diego: un genio como él debería dar ejemplo a los jóvenes talentos. Pero ninguno de los tres deslució una cita donde los hombres dejaron muy alto el pabellón masculino. La elegancia se alió con Sevilla, la ocasión lo merecía.