Fellini: Cicerone de la Roma que no duerme
Tyto Alba recrea en acuarela los paseos que, obligado por su insomnio, el director italiano daba por la Ciudad Eterna. Caminatas hasta el amanecer en los que Anita Eckberg, Dalí, Mastroianni y Pasolini, entre otros, se cruzan en el camino de «FeFe» para rememorar su figura
Creada:
Última actualización:
Tyto Alba recrea en acuarela los paseos que, obligado por su insomnio, el director italiano daba por la Ciudad Eterna. Caminatas hasta el amanecer en los que Anita Eckberg, Dalí, Mastroianni y Pasolini, entre otros, se cruzan en el camino de «FeFe» para rememorar su figura.
Igual que cuando en «Roma» (1972), la «carta de amor» de Federico Fellini (Rímini, 1920-Roma, 1993) a la capital italiana, Peter Gonzales –haciendo del director– ponía un pie en Termini con cara de asombro, Tyto Alba (Badalona, 1975) traslada su obra a la estación para que el cineasta comience a fantasear. A ese chaval, que en la vida real fue el propio «FeFe», se remonta ahora un Fellini de acuarela, mayor y muy soñador, protagonista del cómic que edita Astiberri. Alba se sentía «inspirado» al imaginarlo de esta forma, dice. Era un personaje que siempre le había tocado y se apoyó en él para un proyecto de la Real Academia de España en Roma: «Recordé un libro de entrevistas en donde contaba algunas anécdotas de su juventud en la ciudad y también cómo por su insomnio se veía obligado a levantarse de la cama y a dar paseos de madrugada. Se me quedó grabado y me pareció que podía tener una historia», que sumó a «la intensa vida que tuvo, a todas las personas que conoció y a los recuerdos que debieron agolparse en su cabeza en esos momentos de soledad de sus últimos años». Alba se sentía muy cerca del mito italiano, «de sus dibujos, sus historietas, sus inquietudes en torno a lo místico, Jung, los sueños, su interés por otras disciplinas artísticas...», enumera.
«Fellini en Roma» tomaba cuerpo de la mano de un catalán que creció delante de una de las cintas más autobiográficas del italiano, «Amarcord»: «Es su película más accesible. No se si era demasiado niño para verla, pero recuerdo que me reía mucho, era como estar en el circo», recuerda el ilustrador. Difícil no tener en el cuenta la obra de un cineasta cuando se quiere ahondar en su figura, aunque Alba asegure que, «dentro de lo posible», haya intentado mantenerse al margen. «Soy un gran admirador, pero he querido centrarme más en el personaje y sus recuerdos». Sin tópicos y «sin pretender imitar su manera de hacer las cosas, en no exagerar con los personajes, con las mujeronas, con cuidado de meter demasiadas referencias a sus películas». Y en éstas reconoce que –junto a «Amarcord»– «La entrevista» y «Roma», evidentemente, sí le han ayudado a recrear el ecosistema del libro. Un lugar, la capital italiana, que bien conoce Tyto Alba: «Creo que, por haber vivido allí y haber caminado sus calles, a la fuerza se ha visto reflejado en el cómic». Y si el trabajo de campo y la inspiración del cine felliniano han sido importantes para transportar al lector a la Roma de Fellini, para la trama ha sido indispensable «El libro de mis sueños», donde el director, recomendado por su psiquiatra –discípulo de Jung, a quien también admiraba el cineasta–, plasmó «un montón de sueños con sus fechas y ilustrados con un dibujo –comenta Alba–. A veces, anotaba alguna cosa más, como tratando de averiguar qué significaban. Otras, se nota que, como suele suceder cuando uno está medio dormido, escribía y dibujaba demasiado rápido. Y también hay ocasiones en la que parece que lo haya guardado en el recuerdo y lo haya trabajado más adelante». Así, esa faceta casi sonámbula de Fellini abría unas puertas que Tyto Alba ha ido traspasando, pincel en mano, con la idea de centrarse en esos paseos nocturnos antes de «meterme demasiado a representar sus sueños –apunta–, ya que él ya los había dibujado». Guarda Alba la distancia con el mito «porque Fellini era un gran dibujante».
Auténticas caminatas
Fellini, Roma y los sueños se unen en la acuarela del cómic para recrear esos paseos, en los que el autor reconoce haberse tomado ciertas licencias y haberse pasado en algunas ocasiones: «¡Le he hecho dar auténticas caminatas!». Como en los personajes que se van cruzando en su travesía: Dick Tracy, Anita Eckberg, Dalí, Giuletta Masina, Mastroiani, Pasolini... «Los que me interesaban». Todo para rememorar a ese viejo que, sobre todo en verano y agobiado por el calor, necesitaba salir de casa por el insomnio. Aquí se cambia el estío por un invierno en el que el director no se desprende ni de su bufanda ni de su chaquetón, «porque ése era el uniforme con el que siempre se dibujaba», justifica Alba para trasladar al protagonista a una estación que «da más mas sensación de soledad». Contaba Fellini que no se iba tampoco demasiado lejos de casa, que charlaba con los policías de Plaza de España... «En general, poca cosa, sin embargo siendo más joven esos paseos eran en coche y podía estar hasta el amanecer dando vueltas por Roma solo o con algún amigo, esto ya aparece en el documental que le dedicó su amigo Ettore Scola», amplía.
Tiempos en los que el chico, recién aterrizado a la gran urbe, «tenía ganas de probarlo todo y de atreverse con lo que fuera». Siempre habló Fellini de Roma como si acabara de llegar y será por ello que Orson Welles dijo de éste que «nunca dejó de ser ese provinciano del primer día», como se recoge en la nueva obra: «El provinciano que sigo siendo», cuando habla el director de los «ojos sedientos» con los que llegó a Termini en 1939. Sería porque «nunca había pensado en ser director de cine ni tampoco le interesaban demasiado las películas. Él quería ser dibujante de chistes o historietas. Su sueño era colaborar en la revista satírica ‘‘Marc’Aurelio’’ y lo acaba consiguiendo, eso le llevará luego a escribir para el cine».
Aun así, Roma fue su casa: «Es una ciudad adecuada para mí, es la única ciudad en la que puedo vivir; me da un sentido de protección materna, con dimensión de placenta, dominada como está por la Santa Iglesia. Roma es la gran madre», reescribe el libro.