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La enfermedad que «oscureció» a Goya

Una investigadora afirma que su sordera pudo ser fruto del síndrome de Susac, trastorno autoinmune que provoca fuertes dolores de cabeza y alucinaciones.
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Una investigadora afirma que su sordera pudo ser fruto del síndrome de Susac, trastorno autoinmune que provoca fuertes dolores de cabeza y alucinaciones.
Si hay un año de inflexión artística en Francisco de Goya ése es 1793. A partir de entonces reivindicó la libertad del pintor, alejándose de los cánones neoclásicos y los encargos de la corte. Ahí surgen sus «Caprichos» –«El sueño de la razón produce monstruos»–, temas como la brujería –«El aquelarre»–, el canibalismo –«Caníbales contemplando restos humanos»– y la denuncia –«Los desastres de la guerra»–, cayendo de forma recurrente en el pesimismo –«Pinturas negras»–. Sabemos que, en 1792, el aragonés se recuperaba de una grave enfermedad en casa del industrial Sebastián Martínez. Sabemos que, a principios de 1793, comenzó su mejoría, pero la sordera le acompañaría hasta el fin de sus días. Intuimos que su estado físico y anímico ejerció en él un cambio estilístico. Ahora bien, de lo que no estamos seguros es de cuál fue el trastorno que le ocasionó la sordera. La versión más aceptada es que el podía sufrir saturnismo, una enfermedad derivada del envenenamiento por plomo. Sin embargo, una investigadora americana pone en duda esta versión: Goya pudo padecer el síndrome de Susac, una enfermedad rara.
«La intoxicación por plomo pudo causar algunos de los síntomas de Goya. Sin embargo, el saturnismo es un proceso más lento; no se produce de forma fulminante como le ocurrió al pintor», afirma a LA RAZÓN Ronna Hertzano, experta en enfermedades del oído de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland (EE UU), que presentó sus resultados en la Conferencia de Clinicopatología Histórica, celebrada en esta ciudad norteamericana. «Además, en ese momento no existían buenos tratamientos para este tipo de intoxicaciones. Goya vivió muchos años después; habría arrastrado otros síntomas aparte de la sordera», añade. En la misma línea, barajaba la posibilidad de que sufriera sífilis, pero no cree que una enfermedad de tal gravedad dejara como única secuela la falta de audición.
El síndrome de Susac fue descrito en 1979. «Es una enfermedad autoinmune que afecta al revestimiento de pequeños vasos sanguíneos en el cerebro, la retina y el oído interno. Eso deriva en encefalopatía –dolores de cabeza, deterioro cognitivo, síntomas neurológicos focales– y cambios en la visión, así como en pérdidas de equilibrio y audición», añade. Hoy nos consta que Goya sufría unos fuertes dolores de cabeza –cefalea– que, a su vez, le producían alucinaciones, vértigo y ataxia. «Los cambios en la visión y la encefalopatía desaparecen a menudo; sin embargo, la sordera es permanente», explica.
¿Fue determinante la enfermedad para que el pintor cambiara de estilo? «No contamos hoy con informes que avalen que sufría alucinaciones duraderas», dice Hertzano. Sin embargo, «sí nos consta que Goya se sentía frustrado por su pérdida auditiva y que buscó formas de revertirla. Es sólo una especulación, pero creo que el hecho de perder el sentido del oído tuvo, probablemente, un efecto en su estado de ánimo».
No es la primera vez que se estudia este aspecto. Un trabajo del Instituto de Investigación Biomédica del Hospital 12 de Octubre de Madrid, publicado en 2012, analizó la correspondencia que Goya mantuvo con sus familiares y amigos desde 1790. Ya se apuntaba a la posibilidad de que sufriera el síndrome de Susac o una malaria cerebral –la intoxicación por la quinina con la que se trataba podría haberle producido la sordera–. Este estudio español concluía que Goya, «al verse cerca de la muerte y sentirse liberado de muchas trabas personales y sociales», comenzó a «pintar lo que quería». Así, estas «vivencias personales» y «la necesidad de comunicar las frustraciones de una época tan convulsa pudieron motivar su cambio de estilo».
Sí parece claro que, a día de hoy, Goya habría tenido una oportunidad de recuperar el oído. «Independientemente del diagnóstico, se le podría haber restaurado la capacidad auditiva gracias a implantes cocleares, lo que le permitiría escuchar con un nivel de reconocimiento de entre un 90% y un 100%», dice Hertzano.