Hamilton: irónico, ácido y panorámico
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«Si no se incluye ''Growth and Form'' no cuentes conmigo». Así empezó la conversación entre Vicente Todolí y Richard Hamilton cuando el artista le planteó en 2010 que quería organizar una exposición en «su segundo país», la manera cariñosa que tenía para referirse a España. Entre ambos existía una gran amistad y el valenciano tenía mucho interés por ver la instalación. Desde su creación en 1951 no había vuelto a construirse y siempre había sido considerada una pieza clave en la carrera del padre del Pop Art.
Hamilton se mostró en un principio reacio –«no quiero volver al pasado», dijo– pero finalmente accedió. Y ahora la obra, basada en el libro ilustrado del mismo título (1917) del biólogo D'Arcy Wentworth Thompson, es la que te recibe en la gran retrospectiva que la Tate Modern dedica al artista británico más influyente del Siglo XX. La instalación incluye varios objetos de ciencia e investigación. «Es una auténtica primicia. Algo único. Es una pieza seminal que te ayuda a entender de dónde viene y a dónde», apunta Todolí, comisario, junto a Paul Schimmel, de esta muestra excepcional que en junio llegará al Reina Sofía. Realmente fue concebida ex profeso para el museo madrileño por el propio Hamilton. Sin embargo, por motivos de agenda, la primera parada ha tenido que ser finalmente en la capital británica. «Si lo viera...», decía ayer con una sonrisa Todolí, que fue además director de la Tate durante siete años. «Él no quería exponer más aquí porque no quería tener más protagonismo que Bacon», recalcó. Entre otras joyas, la retrospectiva muestra, por primera vez, el último trabajo que el artista realizó antes de morir a los 89 años, en septiembre de 2011. Se trata de «Untitled» (Sin título). Está inspirada en «La obra maestra desconocida» de Balzac y es un tríptico en el que Tiziano, Poussin y Courbet aparecen en el segundo plano que deja una mujer desnuda posando en un diván.
El IRA o Irak
Lo cierto es que su obra no pudo ser más prolífica y heterogénea. Tenía que plasmar todo aquello que lo rodeaba. En su famoso collage de 1956 «¿Y qué es lo que hace a los hogares de hoy en día tan diferentes, tan atractivos?» se refleja ese espíritu que rompió moldes. Del aparato de TV a la aspiradora, el jamón enlatado, la grabadora, los cuerpos musculados, el sombrero de peón en forma de cono y el ama de casa sexy desnuda en el sofá. Un análisis más profundo resulta terriblemente inquietante. Ninguna otra obra de arte expresa de forma tan precisa esa transformación de la sociedad de postguerra. Su obsesión por el diseño le llevó a realizar representaciones de todo. Desde el Guggenheim de Nueva York a la tostadora Braun. Su fascinación por la cámara Polaroid le llevó a pedir a todos sus amigos, incluido Ferran Adrià, que le retrataran en poses de lo más diversas a lo largo de los años. La serie forma parte de la exposición. El interés en la cultura popular no le alejaba de los problemas políticos. Estos incluyen los disparos del estado de Kent, las protestas del IRA, los recortes de Margaret Thatcher, la guerra de Irak de Tony Blair, al que viste de «sheriff». Manuel Borja Villel, director del Reina Sofía, aseguró que, a diferencia de Warhol, Hamilton tenía ese acercamiento «crítico e irónico» a los objetos de consumo. Además, nunca renunció a la pintura y no estableció jerarquías. La pluralidad de su obra, no valorada en un principio en su propia tierra, tendió un puente entre la era moderna y la posmoderna, convirtiéndole en referente del arte conceptual.