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Helmut Newton, el fotógrafo que desafía a la cultura de la cancelación

El artista, que reinventó la imagen de la moda y se vengó del nazismo apropiándose de su lenguaje visual, afronta el examen de la corrección política y el feminismo en una exposición en La Coruña que reúne algunas de sus imágenes más icónicas
Presentación de la exposición sobre el fotógrafo del erotismo y la moda Helmut Newton en A Coruña
Presentación de la exposición sobre el fotógrafo del erotismo y la moda Helmut Newton en A CoruñaCabalarEFE

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Helmut Newton creó un particular universo visual que subvirtió la fotografía de moda y rompió las normas vigentes con un código estético transgresor que provocó, a la vez, admiración y escándalo en los años setenta y que todavía a día de hoy despierta un agitado debate a su alrededor. Para unos es un machista, un resentido, un misógino y un referente del «heteropatriarcado» por su manera de ver y retratar a las modelos. En el polo opuesto aguardan los que consideran que liberó a la mujer de los miriñaques que la encorsetaban y la liberó otorgándole una imagen fuerte que se atreve a expresar sus impulsos, no reprime sus deseos y que es capaz de llevar las riendas en las relaciones sexuales.
Dos puntos de vista tan opuestos como el día y la noche y que dirimen un intenso pulso en la exposición dedicada al artista que, con el respaldo de la Fundación Marta Ortega Pérez (MOP), se inauguró en el Muelle de la Batería de La Coruña y que reúne un conjunto 139 fotografías, algunas de ellas verdaderos iconos de su trayectoria. Lo curioso es que, da la impresión, de que ambas miradas caben en sus instantáneas que, en unas ocasiones parecen dar la razón a una opción y, otras, en cambio, a la contraria. Ni siquiera las modelos que trabajaron con él son capaces de ponerse de acuerdo y llegar a un punto común sobre esta controversia. Es como si Newton, hubiera comprendido bien la naturaleza del siglo en el que se desenvolvía y que para sobrevivir a su tiempo, primero, hay que convertir el nombre en marca y, después, que tu trabajo genere suficiente debate, porque si un trabajo es polémico aún mantiene su actualidad.
Presentación de la exposición 'Helmut Newton. Fact & Fiction’
Presentación de la exposición 'Helmut Newton. Fact & Fiction’M. DylanEUROPAPRESS
Philippe Garner, comisario de la muestra y vicepresidente de la Fundación Helmut Newton, no obvia la discusión y menos en este momento, de feminismos renovados, que ha traído consigo la hegemonía de la cultura «woke» y la corrección política. «Existen distintas capas en sus fotos -comenta-. Él disfrutó de provocar el debate y explorar los límites de lo que era y no aceptable. Expresa su visión del mundo, le guste o no la gente. No le preocupaba ofender o provocar. No hacía fotos para meterlas en un cajón, sino para que llegaran al público y que este pensara sobre ellas. Sus imágenes, por una parte, te seducen y, por otra, te desconciertan». Pero también admite la lógica que contiene la reprobación de sus detractores: «Veo justificado que lo criticasen. Existe un vídeo de Susan Sontag que lo acusa de misógino. Él era consciente de que sus fotos se iban a interpretar de diferentes maneras, pero estaba cómodo en esta discusión. Respetaba lo que otros decían sobre él, aunque también quería que se respetara su obra. Nunca ocultó la ambigüedad que daba a sus imágenes».
Helmut Newton, mordaz, irónico, con un punto altivo, siempre pegado a su mujer, June, rompió con la tradición imperante, les dio a las modelos, a las que consideraba meras actrices, un aire distinto. «Antes -explica Garner- estas mujeres aparecían retratadas con elegancia, pero con frialdad; tenían sofisticación, pero carecían de sensualidad y de personalidad. Eran maniquís rígidos. Él extrae la sensualidad de ellas. La propia Charlotte Rampling -de la que hay una foto en la exposición- reconoció que sacó aspectos de ellas que ni siquiera sabia que tenían».
Newton, al que no le importaba reflejar ninguna verdad en sus imágenes, dejó de lado los cuerpos delgados imperantes en publicaciones como «Vogue» y escogió otro tipo de mujer: altas, de mayor corpulencia, algo hombrunas, pecho abultado y evidente presencia física. Una opción que no pasó desapercibida y trajo sobre él animadas invectivas. Aparte del rechazo inmediato del feminismo, se le acusó de fotografiar a las mujeres como Leni Riefenstahl fotografiaba a los hombres. Es innegable que la cineasta alemana dejó un evidente poso en él cuando todavía era uno de esos niños judíos de clase acomodada que vivían en Berlín. «Uno de sus mayores traumas fue tener que huir de Alemania de pequeño. Vivió la decadencia de la República de Weimar y el auge del nazismo. Le impresionó mucho la celebración del cuerpo humano de los fascismos y las imágenes de Riefenstahl de los Juegos Olímpicos le impactaron», explica Garner para después adelantar una aclaración: «Newton se vengó después del nazismo. Tomó los símbolos de los nazis para subvertirlos para sus propios fines. Existe ese apetito de venganza al apropiarse de su imaginario visual y usarlo a su manera y forma totalmente diferente». Newton llegó a conocer en su madurez a Riefenstahl. Incluso la fotografío cuando era anciana. La leyenda dice que cuando ella lo conoció dijo: «El joven judío». Él se puso a su altura y respondió: «La vieja nazi».
La exposición arranca con sus polaroids -pequeños ensayos que muestran su talento para manejar color, encuadre y composición- y avanza desde una primera etapa, más adherida a los convencionalismos, para posteriormente ir despojándose de esas ataduras formales y alcanzar el estilo que todos reconocen: esas mujeres fetiche, alzadas sobre tacones de tacón, desafiantes o sumisas, en pareja, encerradas en habitaciones de hotel en posturas discutibles o captadas en la calle de noche (donde asoma la influencia que dejó en él Cartier-Bresson). «Durante toda su vida fue un mirón -asegura Garner-. Siempre tuvo una enorme curiosidad por lo que había a su alrededor, amaba observar. Él era un constructor de imágenes. Alguien que solo vivía para hacer fotos».