Arquitectura

Rafael Guastavino, el valenciano que reinventó Nueva York

Innovador, excéntrico y mujeriego, llegó a realizar 360 obras en la Gran Manzana, entre las que destacan el Museo de Historia Natural o la estación Gran Central.

Grand Central Station, de Nueva York
Grand Central Station, de Nueva Yorklarazon

“Visionario, innovador, arquitecto, artista, ingeniero, constructor... la terminología no ha alcanzado a definir el trabajo de Rafael Guastavino i Moreno”, escribe Mar Loren, doctora en Arquitectura, en la web oficial de Guastavino. Se refiere a la dificultad a la hora de describir la grandeza del arquitecto valenciano, quien hizo historia con sus creaciones y a quien el 1 de febrero de 1908 -se cumplen hoy 114 años-, día de su fallecimiento, el periódico “The New York Times” le bautizó como “el arquitecto de Nueva York”. Es, por tanto, uno de los constructores más internacionales de España, que si bien nació cerca del Mar Mediterráneo, destaca su trabajo a lo largo y ancho del territorio estadounidense, y particularmente en la Gran Manzana.

Nacido el 1 de marzo de 1842 en Valencia, se mudó a Barcelona para estudiar en la Escuela de Maestros de Obras, donde comenzaría sus andaduras por la arquitectura. Fue entonces cuando comenzó a crear y a llamar la atención por su talento, realizando la fábrica textil Batlló y el Teatro La Massa, lo que para Domènech i Montaner, líder del modernismo catalán de la época, no pasó desapercibido. Él consideró a Guastavino un genio, y tal era la ambición del valenciano a no conformarse que decidió cruzar el Atlántico para alimentar su trayectoria profesional. Llegó a Nueva York en 1881, y ahí fue donde comenzó a crear sus más interesantes obras.

El Oyster Bar de Nueva York, uno de los lugares emblemáticos creados por Guastavino
El Oyster Bar de Nueva York, uno de los lugares emblemáticos creados por GuastavinoEditorial EspasaEspasa

Sin duda la huella más característica de Guastavino es la bóveda tabicada, también conocida como Volta catalana, estilo de clara influencia árabe, realizada con ladrillo plano y bastante resistente al fuego. Tal era así que Guastavino decidió construir una bóveda en la calle -en una época en que el fuego preocupaba bastante en Estados Unidos ante el gran incendio que se produjo en Chicago en 1871-, llamó a la Prensa y le prendió fuego para demostrar su resistencia.

El arquitecto valenciano Rafael Guastavino
El arquitecto valenciano Rafael Guastavinoarchivo

Así, dentro del millar de creaciones que realizó Guastavino durante su carrera profesional, de ellas 360 las hizo en la Gran Manzana, entre las que destacan los siguientes iconos urbanos: la estación Gran Central, la entrada del Carnegie Hall, el Oyster Bar o el Museo de Historia Natural. Todo ello, contando con los edificios que se han destruido a lo largo de la historia, como sería el original hotel Ritz-Carlton o las cocheras de la joyería Tiffanys, así como los que se siguen descubriendo. Por ejemplo, a finales de 2019, durante la renovación de la estación Pensilvania de Manhattan, se halló un antiguo pasadizo de techos abovedados cubiertos de baldosas blancas del edificio original, que fue demolido en 1964. Y no cabe duda de que fue obra de Guastavino.

Estación de metro en Nueva York diseñada por Guastavino
Estación de metro en Nueva York diseñada por GuastavinoEditorial EspasaEditorial Espasa

Innovador, buscavidas, excéntrico, genio y mujeriego, fue también creador de la Guastavino Fireproof Construction Company, su propia compañía de arquitectura bajo la que se construyeron nada menos que 1.000 edificios. Un legado que revitalizó la forma de comprender el urbanismo, que conquistó a la sociedad neoyorquina y hasta se hizo con el gran apoyo de Jackeline Kennedy, quien fuera la primera dama de los EE UU durante el mandato de Joghn F. Kennedy: ella lideró una campaña que trataba de evitar la demolición de la Grand Central Station, que iba a ser derruida para construir un edificio de 59 plantas.

Con esto, no solo evitaron que destruyeran la creación de Guastavino, sino que este movimiento contribuyó también al comienzo de un cuidado mayor del patrimonio nacional. El valenciano, por tanto, no solo revolucionó el panorama arquitectónico del país y reinventó Nueva York, sino que también fue uno de los principales responsables de que se comenzara a tratar el patrimonio como algo digno de proteger