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7 curiosidades de la Grand Central Terminal de Nueva York

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Donde Cary Grant aparece fugitivo con gafas oscuras (”Con la muerte en los talones”, 1959, de Alfred Hitchcok) y Al Pacino agoniza en una camilla (”Atrapado por su pasado”, 1993, de Brian de Palma), se esconden numerosos secretos y curiosidades. La Grand Central Terminal de Nueva York, además de servir de inspiración para grandes cineastas -incluidos los “Tiempos modernos” de Charles Chaplin-, es una de las joyas arquitectónicas de la Gran Manzana. Visita obligada para todo turista en Manhattan, se ha convertido en un icono no solo por los numerosos trenes que salen y entran a diario, sino también por sus rincones, su historia y sus dimensiones: cuenta con una superficie de unos 194.250 metros cuadrados y una bóveda de 46 metros de altura. ¿Qué otras curiosidades esconde la Grand Central Terminal?

1. El accidente que la modernizó

Si bien la estación que conocemos hoy fue construida en 1913, ya existía otra en el mismo sitio: se inauguró en 1871 como Grand Central Depot y rebautizada más adelante como Grand Central Station. No obstante, en la noche del 5 de enero de 1902, un maquinista se saltó un semáforo y chocó contra otro tren: murieron 60 personas. Ante esto, dos magnates de la familia Vanderbilt decidieron que era un buen momento para modernizar el edificio, demoliendo la antigua estación, introduciendo electricidad y soterrando las vías hacia el norte.

2. 44 andenes, y otros datos

No son pocos los escritores y periodistas neoyorquinos que han alabado la grandiosidad de esta estación. Y con razón, pues es la que cuenta con más andenes del mundo: 44. Además, más de 10.000 obreros se encargaron de construir 67 vías subterráneas en dos niveles, además del colosal edificio que conocemos por vista, oídas o películas. Esta gran obra costó, a valor actual, más de 2.000 millones de dólares, de tal manera que más de, cada año -sin contar con el parón de la pandemia-, la transitan más de 82 millones de pasajeros, turistas o curiosos.

3. Un cielo invertido

Uno de los rasgos más impresionantes de la Grand Central Terminal es la pintura que decora el techo de Main Concourse. Diseñado por J. Monroe Hewlet y Helleu, de izquierda a derecha, se aprecian en la bóveda del vestíbulo más de 2.500 estrellas. Constelaciones como Piscis, Aries, Tauro, Orión, Géminis o Cáncer que, sin embargo, esconden un desliz. Poco más de un mes después de que se inaugurara la estación, un viajero aficionado a la astrología se dio cuenta de que el cielo estaba al revés. Durante años, los creadores intentaron darle alguna explicación simbólica que ocultara el fallo.

4. La vía fantasma

Mientras que los pasajeros se apresuraban para coger sus trenes, deambulando de un lado para otro de la gran estación, existe una vía para invitados especiales. Se trata de la 61, encima de la cual se erigió el Hotel Waldorf Astoria y que es difícil de conocer. De hecho, su acceso es curioso, ya que se puede llegar a ella, bien por un ascensor privado, o bien desde la suite presidencial. Según ciertas teorías, Roosevelt usaba ese pasadizo cuando se alojaba en Nueva York para que no le vieran en público con su invalidez.

5. Entre susurros y besos

Junto delante de la entrada del icónico Oyster Bar de la terminal, donde se erige una bóveda de doble parábola, se da un fenómeno curioso: si nos colocamos contra una de sus columnas y susurramos, aquel que pase por la columna opuesta oirá todo claramente, mientras que quien se encuentre en el centro no podrá escuchar palabra. Se trata de la “Whispering Gallery” (Galería de los susurros), diseñada por el valenciano Rafael Guastavino, quien se basó en la bóveda catalana. También existe la “Galería de los besos”, entre las vías 39 y 42. Se denominó así porque eran los andenes donde llegaban los trenes de larga distancia y donde, por tanto, se despedían o reencontraban las parejas tras un largo tiempo sin verse.

6. Un minuto de rigor

Antiguamente, el letrero con las salidas y llegadas de trenes se apuntaba con una tiza. Por tanto, hasta 1985, el tren salía después de que el maquinista avisara al revisor, para que este cerrara las puertas. Ahora, este aviso no existe, pues la tecnología permite que el horario se actualice al instante. No obstante, está comprobado que los trenes continúan saliendo 1 minuto después de lo que marca el cartel digital.

7. Las escaleras de Eliot Ness

Aunque la Grand Central Terminal nació como la primera gran estación sin escaleras para trasladarse a los andenes, aún teniendo el sótano más profundo de Nueva York, tras una reciente ampliación se han añadido 47 escaleras y 22 ascensores. Antiguamente, para bajar o subir a las vías se construyeron gigantes rampas. Tan solo había una única e imponente escalera, que está inspirada en el Palais Garnier de París (efectivamente, son los escalones donde se rodaron una de las grandes escenas de “Los intocables de Eliot Ness”). Asimismo, en la restauración de 1998 incluyeron otra enfrente, en el lado este del vestíbulo, casi gemela a la anterior.

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