Arqueología
El agua como instrumento del control romano
Un estudio explora un acueducto que abastecía de agua a un pequeño fortín situado en pleno desierto de la actual Jordania, símbolo del control del territorio
En los miles de kilómetros de frontera romana las guarniciones acantonadas disfrutaban de los más variados climas y paisajes. En ocasiones, debían soportar condiciones duras, desde la humedad, frío y viento que sacudían a la tropa dispuesta en el Muro de Adriano, pasando por los duros inviernos del alto limes danubiano aunque, desde luego, palidecían con respecto a las extremas condiciones sufridas por el ejército desplegado en los diversos desiertos localizados en los confines del imperio. Es lo que experimentaba la soldadesca en la importante red de fortificaciones que defendían al imperio del enemigo persa o de los asaltantes árabes, el denominado historiográficamente como «limes Arabicus» o, asimismo, en África. Así ocurrió en el límite del Sahara, como lo atestiguan los fortines del sistema conocido como «fossatum Africae» diseñado para defender a la más rica provincia del imperio, el actual Túnez, de los ataques de las poblaciones nómadas a este territorio. Un buen testimonio de esta dureza es ofrecido por Lucano en su relato de la huida de Catón el Joven, que no soportaba un mundo regido por César y pretendió refugiarse en el interior africano a la espera de su oportunidad. Así, según la magnífica «Farsalia», Catón arengó a sus fieles: «Vamos a entrar en llanuras estériles y en regiones abrasadas del mundo, donde el calor es excesivo, raras las aguas en las fuentes y las resecas campiñas están erizadas de serpientes mortíferas». Otro ejemplo bien conocido e investigado es la red de fortalezas del desierto oriental de Egipto donde bien pudo haber sido exiliado el gran satirista Juvenal, «premiado» por Domiciano con un mando militar en aquella región indómita a causa de su afilado verbo.
En torno a la adaptación al medio y las políticas militares romanas en un ambiente desértico versa el interesantísimo «Asserting Control Through Water in the Roman Period: The Evidence from Southern Jordan and the Case of Khirbet al-Khalde», un estudio de Craig A. Harvey, Emanuele E. Intagliata y Rubina Raja publicado en el «American Journal of Archaeology» que responde a un proyecto internacional de las universidades de Alberta, Milán y Aarhus.
Este estudio se centra en el yacimiento de Khirbet al-Khalde, conocido en la antigüedad como «Praesidium», una pequeña fortificación militar romana situada a apenas 26 Km de la actual Aqaba (Jordania), una ciudad ribereña al mar Rojo que, fundada por los nabateos y conocida en la antigüedad como Aila, fue convertida por Roma en un puerto comercial crucial para el comercio transfronterizo con Arabia y el lejano oriente.
El pequeño fuerte o castellum de Khirbet al-Khalde se ligaba a la red de fortalezas que vigilaban el Wadi al-Yutmpor, un valle montañoso por donde transcurría la Via Nova Traiana, una calzada militar creada por Trajano clave para la defensa del oriente romano pues conectaba precisamente Aila con el interior de Siria. El entorno de la antigua Praesidium era un lugar especialmente inhóspito, sin vegetación alguna y sometido a unas temperaturas extremas que, en conjunción con dos atalayas de vigilancia cercanas, se ha interpretado tradicionalmente como un baluarte en la defensa de este territorio contra bandidos y enemigos de todo pelaje en esta zona fronteriza. Es el caso de los sarracenos, a los que Amiano Marcelino describía como «voraces aves de rapiña», siendo clave, de este modo, para la seguridad del viaje y del comercio. No en vano, al igual que otros fuertes cercanos, se vincula a un caravansar, es decir, a un punto de descanso y aprovisionamiento para todos aquellos que necesitaban reposo para ellos y sus animales similar a las mansiones romanas occidentales.
Espacio inhóspito
Esta estupenda investigación da un giro a la interpretación de este espacio y lo vincula con el control de los recursos. En concreto, del más vital de todos: el agua. Así, se centra en su acueducto que, aunque previamente conocido, no se había investigado de forma sistemática. Con origen en un manantial situado en una colina cercana, discurría de forma prácticamente recta hasta finalizar en una cisterna dentro del «castellum». Consistía en una canalización excavada en la roca, recubierta por un encofrado de mortero donde reposaba una tubería cerámica. De este modo, según esta investigación, el mismo fuerte fue levantado ex profeso donde se podía colocar la cisterna y, al igual que para otras instalaciones militares cercanas, considera que ésa era la clave. El dominio de este flujo de agua no sólo permitía, según esta investigación, que sobreviviera la guarnición en un espacio inhóspito sino que también servía para el control del territorio, tanto de las gentes que vivían allí como de los comerciantes y viajeros que lo recorrían. Nada nuevo bajo el sol. El control, dominio y apropiación del agua y de sus cursos ha sido y es un factor geoestratégico de primer orden en las relaciones internacionales y sumisión de otros pueblos.