Hallazgos arqueológicos

Una comunidad al final de la Hispania

Dos fortificaciones se sitúan en la ribera del río Jarama, un espacio para el control del valle y que, según los investigadores, es el Albende descrito en la capitulación de Toledo tras su toma en 1085

Restos constructivos visibles en el yacimiento de La Marañosa, ubicado en Madrid
Restos constructivos visibles en el yacimiento de La Marañosa, ubicado en MadridJ. Jiménez / R. Cebrián

Al comienzo de «Indiana Jones y la última cruzada», Indy pronunció una frase inmortal para que se ha dedicado a la arqueología: «[los arqueólogos] no seguimos mapas del tesoro y la ‘‘X’’ nunca marca el lugar. El 70% de la arqueología se hace en la biblioteca». Esa sentencia, prácticamente un aforismo, es cierta aunque hubo un tiempo en que existió un tipo de arqueólogo decimonónico que, siguiendo su instinto, iniciaba una excavación en donde consideraba existía una «X». En la actualidad, aunque no siempre se acierte, todo sea dicho, existen numerosas herramientas de arqueología no invasiva que hubieran sido la envidia del Dr. Jones y que, no sólo aventuran el espacio a excavar, sino que permiten obtener conclusiones arqueológicas. Así, podemos hablar muy en especial de la tecnología LiDAR (Light Detection and ranging). Consiste en el empleo de láser para medir distancias y generar mapas topográficos tridimensionales de una extraordinaria precisión. Tanto que permite realizar hallazgos asombrosos que, de otro modo, serían difíciles de verificar como el maravilloso hallazgo reciente de una red urbana de dos mil quinientos años en el valle de Upano en el Amazonas ecuatoriano. Esta tecnología también se ha empleado con estupendos resultados para el estudio del mundo romano como lo demuestra un estupendo artículo publicado en el último número de Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid: «La Marañosa-Albende (San Martín de la Vega, Madrid): asentamiento encastillado tardoantiguo y andalusí. Resultados de la aplicación de la tecnología LiDAR a la prospección arqueológica», escrito por Rosario Cebrián Fernández, Ignacio Hortelano Uceda, Manuel Retuerce Velasco y Javier Martínez-González.

Esta tecnología de teledetección ha revelado el hallazgo de dos enclaves fortificados situados en lo alto de dos cerros vecinos enfrentados en la ribera del río Jarama, muy cerca de la incorporación de su afluente el Manzanares, en el término municipal de San Martín de la Vega. Es decir, es un espacio estratégico para el control del valle del Jarama si bien no existe continuidad entre el asentamiento tardoantiguo, denominado La Marañosa, con una cronología entre los siglos V al VII y el «hisn» musulmán, ocupado a partir del siglo X y que, según los investigadores, es el Albende descrito en la capitulación de Toledo tras su toma por el rey de Castilla Alfonso VI en el año 1085.

[[H2:«Matanzas y rapiñas»]]

El interesantísimo yacimiento tardoantiguo se caracteriza por un irregular trazado urbano de 3,5 ha donde no se aprecian, a falta de una excavación en el terreno, diferencias sociales significativas en el trazado de sus edificios pero tampoco aún espacios cívicos ni de culto ni ambientes especializados, como almacenes o silos. Bajo la calificación de castillo de primera generación, suponen que responde a una comunidad campesina libre surgida a comienzos del siglo V que articulaba y controlaba un territorio alejado de un núcleo urbano que, por otro lado, aparentemente disfrutó de un considerable éxito como lo demuestra el riquísimo registro cerámico hallado in situ. Aparte de diversos tipos cerámicos peninsulares, sobresale el hallazgo de piezas procedentes del Mediterráneo oriental y, esto es más espectacular, de un enorme caudal de cerámica africana que le convierten en el yacimiento del interior peninsular con la mayor cantidad de piezas de esta procedencia. Ya fuera un centro comercial redistribuidor o un espacio consumidor, esta abundancia denota el dinamismo de un asentamiento cuyo origen se encuentra en las dificultades sufridas por la Hispania de comienzos del siglo V. La llegada en el otoño del 409 de suevos, vándalos y alanos implicó el final de la Hispania romana salvo la Tarraconense, aún controlada por el Imperio.

Los hispanos Orosio e Hidacio ofrecen un tremebundo relato sobre las consecuencias para la población hispana y, en particular, de sus dos primeros años de «matanzas y rapiñas» en palabras del primero. Aunque se acabaran por arrepentir de este trato a los hispanos y cambiasen las «espadas por guadañas», dividiéndose entre sí el territorio, nada volvió a ser igual. Era un mundo más inseguro, donde el bandidaje o la bagauda también apremiaban y en donde la autogestión, representada por este asentamiento de La Marañosa, suponía un paso lógico para la pervivencia de una comunidad en un tiempo de incertidumbre como también el poblamiento de espacios en alto, retomando incluso yacimientos prerromanos, el trogloditismo o reocupación de cuevas o la aparición de villas y otros núcleos fortificados.