Hallazgos arqueológicos

La eterna polémica de las estatuas paganas

El hallazgo de una Afrodita en Turquía devuelve a la actualidad el debate sobre los símbolos anteriores al cristianismo y su persecución o destrucción

Imagen de la estatua de Afrodita hallada recientemente en Turquía
Imagen de la estatua de Afrodita hallada recientemente en Turquíapatrimonio cultural de turquía

Hace unas semanas se dio a conocer el descubrimiento en Turquía de una estatua en el transcurso de las excavaciones de un gimnasio de la antigua ciudad paflagonia de Amastris o Sésamo, hoy Amasra, situada en la costa del mar Negro. Si bien fue identificada como una ninfa, el estudio posterior conducido por investigadores de la Universidad de Bartin, el ministerio de cultura y el museo de Amasra determinó que representa a Afrodita. Aunque la talla originalmente fuera de factura helenística, se trata de una copia romana del siglo II d.C. Por aquel tiempo, Amastris pertenecía a la provincia de Bitinia y Ponto, territorio del que fuera gobernador Plinio el joven que la definió en una epístola que le escribiese al emperador Trajano como una «elegante y bella ciudad». La estatua, que está virtualmente intacta salvo por su desaparecida mano izquierda y su dañada nariz, fue identificada en un primer término como una ninfa acuática por encontrarse enterrada en el fondo de una natatio o piscina.

Aunque falten estudios relativos a la Afrodita de Amastris que aporten una mayor contextualización, se puede poner en relación con otros yacimientos similares dispersos por toda la geografía del antiguo imperio romano. Vamos a citar tres. En primer lugar, la estatuaria oculta con evidentes daños, en especial su decapitación, en el hipocausto de las termas de Escitópolis (actual Israel) en el momento de su abandono a comienzos del siglo VI y que incluía también una estatua de Afrodita. Un segundo ejemplo, ampliamente investigado por Jerónimo Sánchez, lo constituye una domus privada de la antigua Córdoba cuyos baños, en el conjunto de una renovación general en el siglo V, fueron amortizados, enterrándose en su deshabilitada natatio un conjunto escultórico destruido a conciencia a martillazo limpio. El tercer ejemplo, desvelado hace apenas un año, procede de la localidad toscana de San Casciano dei Bagni y es, sin duda alguna, el yacimiento romano más portentoso hallado en las últimas décadas. Se trata de un santuario termal también sellado en el siglo V en cuyas piscinas aparecieron 24 estatuas etruscas y romanas de bronce, miles de monedas y todo tipo de exvotos que, en los próximos años, proporcionarán una valiosísima información sobre la religiosidad, la medicina y el tránsito del mundo etrusco al romano.

Todos estos ejemplos, y la Afrodita de Amastris, nos transportan al conflicto entre cristianismo y paganismo y, por ende, al final de la religión tradicional en el mundo antiguo a través del conflicto iconográfico. La bibliografía es amplia pero sobresale un artículo 2011 de Béatrice Caseau: «Religious intolerance and pagan statuary», publicado en la obra colectiva «The archaeology of Late Antique paganism». En esta contribución Caseau aprecia la distinción entre estatuas de culto y mitológicas, siendo las primeras eran a las que se rendían sacrificios y ofrendas y eran las que se encontraban en espacios sagrados como templos o lararios, los espacios caseros de culto.

Arte y pecado

Con el cierre de los templos, muchas estatuas de culto fueron recolocadas en espacios públicos como calles, plazas o termas mientras que algunos ricos prohombres se hicieron con algunas para decorar sus propiedades. Aunque la mayoría de cristianos distinguía entre ambos tipos de estatuas, como ejemplificase el hispano Prudencio en sus versos contra el senador Símaco, quien protestara contra el emperador Graciano por la retirada del altar de la victoria del senado, «que éstas [las estatuas] se conviertan en los más bellos adornos de nuestra patria y que un uso degenerado no ensucie los monumentos del arte torciéndolo hacia el pecado», había una parte muy militante para la cual la existencia de toda imaginería pagana era intolerable en oposición a la protección que la legislación imperial le brindaba a este patrimonio.

De ahí que dispongamos de tantos ejemplos de ocultamientos intencionados, ya sea por parte de cristianos extremistas que querían desembarazarse de imágenes –«piedras» como las denominaban desdeñosamente los polemistas cristianos– que les recordaban a la idolatría o al demonio, o también de paganos que querían salvaguardar las representaciones de sus cultos perseguidos o continuar clandestinamente sus ritos. Todo sea dicho, somos afortunados de encontrar muestras como éstas, estén mutiladas o no, puesto que otras estatuas fueron empleadas en la construcción de edificios o murallas o, simplemente, fueron recicladas, siendo refundidas si eran de metal o destruidas, como ocurriera con la estatuaria de mármol quemada en hornos para obtener cal. En definitiva, un debate sobre la iconografía antigua, sobre su respeto, resignificación o destrucción, que resulta en cierto modo moderno y nos conduce a otras discusiones del presente.