Traidores de la Historia

Indalecio Prieto, el ladrón de los exiliados

El socialista y Juan Negrín se repartieron el dinero que debía servir para el sustento de los republicanos huidos, a los que dejaron en una situación crítica mientras él vivía a cuerpo de rey

Indalecio Prieto, ex ministro de Hacienda de España, nació el 30 de abril de 1883 en Oviedo
Indalecio Prieto, ex ministro de Hacienda de España, nació el 30 de abril de 1883 en OviedolarazonArchivo

Pedro Sánchez denunció hace bien poco los ataques con pintura al busto de Indalecio Prieto. Es posible que los vándalos no fueran «fachas», sino descendientes de los exiliados republicanos en México a los que Prieto dejó morir de hambre. Mientras los españoles sobrevivían allí como podían, el socialista «a fuer de liberal», y de jeta, vivía a cuerpo de rey, como un ricachón, con fiestorros donde había todo tipo de excesos. ¿De dónde sacó Prieto tanta pasta? Del robo.

Tampoco había pan para tanto chorizo en aquella época. Juan Negrín, presidente de la República, preparó el día después de la derrota a finales de 1938. Los franquistas avanzaban a paso firme y el pesimismo se inoculaba en las filas republicanas. Pasó algo muy humano guiado por la pregunta: «¿De qué voy a vivir ahora?». El caso es que organizaron la Caja General de Reparaciones, ocupada de quedarse con toda el dinero y los objetos de valor que pudieran robar. La justificación era pagar los gastos de la guerra, pero no se usó para eso, sino para tener recursos en el exilio cuando se perdiera la misma. Amaro del Rosal, socialista, se ocupó de inventariar el material robado en el Banco de España, Palacio Real, Museo Arqueológico, Generalitat de Cataluña, Monte de Piedad, casas particulares, iglesias y catedrales. El plan fue ideado finalmente por Negrín en febrero de 1939. Para no ser descubierto creó una sociedad ficticia que compró un barco, el yate Vita. Lo hizo a través del armador vasco Gamboa. Retengan el origen porque luego sale el PNV para pillar cacho. Negrín contaba con Esteban Puente, un matón, y 18 carabineros, que llevaron al yate el botín en 200 maletas –anda, como la amiga venezolana de José Luis Ábalos–. El Vita salió de Le Havre rumbo a México el 4 de marzo de 1939. Durante el trayecto, Gamboa recibió un radiograma del PNV apelando a su patriotismo vasco para que se quedara con el botín y lo entregase al gobierno euskaldún. Todo por la pasta.

Esteban Puente llegó a México y llamó a Negrín, que no respondió. Así que no se le ocurrió otra cosa que telefonear a Indalecio Prieto, enemigo del otro, que así se enteró del latrocinio. El socialista se quedó con todo con la ayuda de Lázaro Cárdenas, un supuesto altruista que expolió lo que pudo a los españoles. Los porteadores de Prieto llevaron el botín a una casa de la colonia Roma, en la parte noble de la Ciudad de México. Allí se dedicaron a preparar la venta de cuanto pudieron. Los operarios que desmontaron los objetos robados iban con batas sin bolsillos para que no «descuidaran» nada. Además, fueron obligados a llenar sus uñas con cera para que no pudieran llevarse polvo de oro. Eran republicanos, pero no tontos, y quien roba a un ladrón pues ya se sabe.

Las cuentas que no cuadran

Mientras, Negrín y Prieto pelearon por quedarse con el dinero. Fue un «Ocean’s Eleven» sin George Clooney y sin gracia. Al final se lo repartieron entre la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, de Prieto, solo para socialistas, y el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, de Negrín, para comunistas. El gobierno de México y su entorno fue solidario pero no tanto, y timó a los españoles. Amaro del Rosal estimó que había unos 300 millones de dólares, y Negrín unos 40, pero solamente sacaron 5,3 millones.

José Giral, que se hizo con la presidencia del Gobierno republicano en el exilio, exigió las cuentas a Negrín y Prieto. Pero los dos amantes de la República y de lo ajeno se negaron a dar detalles. Eso no impidió, por ejemplo, que Negrín dijera aquello de: «Siento a España dentro de mi corazón y la llevo hasta en el tuétano mismo de mis huesos». Lo que llevaba dentro era la vidorra que se pasó a costa del dinero robado en España. Mientras tanto, insisto, los refugiados españoles, alrededor de unas 22.000, personas bien formadas y que amaban a su país, vivían en la miseria o de su trabajo.

Prieto se quedó con dinero y objetos artísticos de valor. Aunque no con todo. En el fondo del lago del Nevado de Toluca, a 100 kilómetros de la capital, alguien debió tirar maletas con joyas y otros utensilios para que no lo pillaran o bien por venganza. Quién sabe. Desde 1942 los buzos han ido sacando joyas y diversos objetos de la época. Una gran novela, claro, pero mientras Prieto y los suyos disfrutaban de una gran vida hablando de justicia social, los exiliados pasaban penurias. La historia cruda del socialismo.