
Sección patrocinada por 

historia
La batalla de Shanghái: un avance de Stalingrado, un recuerdo de Verdún
Antes que Stalingrado, Varsovia o Berlín, la gran batalla urbana de la Segunda Guerra Mundial se libró en Shanghái, la París del Oriente y una de las ciudades más grandes y prósperas del mundo, durante la Guerra Chino-Japonesa

Los tiroteos empezaron en la mañana del 13 de agosto de 1937 en torno a la Pequeña Tokio, el barrio japonés, y siguieron "in crescendo" a lo largo de toda la jornada. A las 15:00 horas, una fuerza de unos doscientos soldados chinos asaltó el puente de las Ocho Letras, al norte, que ocupó hasta que empezó a recibir fuego de artillería japonés y las bajas se hicieron insostenibles. La guerra declarada en Pekín en julio acababa de llegar a los barrios de Zhabei, Hongkou y Yangshupu.
Este estallido de violencia no fue un acontecimiento del todo fortuito. Tras la pérdida de la antigua capital en el norte, el generalísimo chino decidió conscientemente llevar la guerra a Shanghái, una ciudad que albergaba amplias concesiones territoriales a las grandes potencias del momento, y una numerosa población occidental. En una época anterior a las redes sociales y a la televisión, su objetivo era que el mundo fuera testigo directo de la agresión japonesa.
Ante la presencia de las mejores divisiones que podían desplegar los nacionalistas, a los Rikusentai (la infantería de marina japonesa) no les quedó más remedio que fortificarse y confiar en sus dos bazas más importantes, la aviación y las unidades navales ancladas en el río, muy especialmente el viejo crucero acorazado Izumo y sus cañones de 203 mm. Un ataque fallido de la aviación china contra el mismo recordó tanto a los habitantes occidentales de las concesiones internacionales como a los refugiados chinos que se habían instalado en su interior que vivir junto a una guerra era peligroso. El 14 de agosto de 1937, el Sábado Sangriento, varias bombas perdidas mataron a alrededor de 1.500 personas, e hirieron a 3.500 más, en el centro de la concesión internacional.
El estupor de la catástrofe no tardó en mezclarse con las noticias bélicas que enviaban a casa los corresponsales de los grandes periódicos. El 17 de agosto los chinos desencadenan la Operación Puño de Hierro, un golpe rotundo que fracasó. Entonces Chiang Kai-shek decidió subir la apuesta enviando al combate al grueso de sus carros de combate Vickers E, blindados bastante eficaces para la época, pero que en las estrechas calles de la ciudad acabaron por ser neutralizados por los defensores japoneses, que también tenían carros propios del tipo 89 Chi-Ro o tanquetas tipo 94 Ke-Te. El 19 y 20 de agosto los regimientos chinos desencadenaron un gran asalto hacia el sur que casi consiguió llegar hasta el río y que los japoneses contuvieron a duras penas. Estaba a punto de suceder lo impensable, el Ejército imperial estaba al borde de la derrota, hasta el día 23. Entonces llegaron los refuerzos, pero no a la propia Shanghái.
Decididos a evitar el combate urbano, los japoneses aprovecharon que sus oponentes estaban centrados en echarlos de Shanghái para desembarcar elementos de dos divisiones en la orilla del río Yangtsé al norte de la ciudad, abriendo un nuevo frente de combate que Chiang Kai-shek tuvo que cubrir a toda prisa. Stalingrado se convirtió en
Verdún. Durante semanas ambos bandos combatieron trinchera a trinchera, en medio de las alambradas, del barro y de las minas, pugnando por casas semiderruidas y puentes en ruinas, hasta que un nuevo desembarco al sur de Shanghái el 5 de noviembre rompió definitivamente la baraja. Para entonces los chinos ya habían empezado a abandonar la ciudad, aunque no sin plantar cara una última vez.
El 27 de octubre de 1937 el 1.er Batallón del 524.º Regimiento se instaló en el almacén de Sihang, justo al norte del arroyo Suzhou, para contener el avance japonés y proteger la retirada de sus compañeros que habían combatido en Shanghái. Mientras al otro lado del río los occidentales salían a sus salas de baile y bebían arriesgados cócteles, aquellos cuatrocientos y pico hombres rechazaron varios asaltos japoneses. Entrarían en la leyenda como los “800” y en 2020 se convirtieron en protagonistas de un blockbuster bastante fiel a los acontecimientos, una vez superada la inevitable propaganda. El 1 de noviembre se retiraron los trescientos treinta y cinco supervivientes de aquella encarnizada batalla, habían muerto menos de cien.
Para saber más...
- 'La Guerra Chino-Japonesa' (Desperta Ferro Contemporánea n.º 68), 68 páginas, 7,50 euros.
✕
Accede a tu cuenta para comentar