"Honeymoon": Nathalie Poza, Javier Gutiérrez y un entierro imposible
Los actores protagonizan la nueva película de Enrique Otero, un thriller atípico con ecos de "noir" y algo de los hermanos Cohen primigenios
Madrid / Málaga Creada:
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Si pusiéramos a dos intérpretes como Nathalie Poza y Javier Gutiérrez a leer transcripciones de «La isla de las tentaciones», probablemente, fueran capaces de elevar el texto hasta lo sacro. Por suerte, una película como «Honeymoon» está bastante mejor escrita (con guion del también director Enrique Otero y Roberto G. Méndez) y ellos, bastante más esforzados en que el enredo de tintes «noir» dramáticos salga adelante. Aquí pareja en proceso de separación, rota ya por las circunstancias, Gutiérrez y Poza tendrán que hacer lo imposible para, de algún modo, no acabar encarcelados por una serie de catastróficas desdichas relacionadas con la llegada de la joven Sayaka (Silvia Zhou) a sus vidas.
Todo comienza a desmoronarse, de hecho, en el momento en el que ambos son exhortados por las autoridades a repatriar el cadáver de su hijo, fallecido mientras estudiaba fuera del país. La falta de dinero, y de medios, provocará una escalada de tensión que no se olvida del humor más negro, convirtiendo el todo en un espejo contemporáneo de algo que podrían firmar los hermanos Cohen primigenios. Y así, en una inquietante "road movie", los protagonistas se encontrarán con un elenco de secundarios de lujo, por donde desfilan María Vázquez, Fernando Albizu o Diego Anido. Ambos intérpretes presentaron la película en el último Festival de Málaga, donde atendían a LA RAZÓN.
-PREGUNTA. ¿Tan rara, tan distinta es "Honeymoon" a lo más habitual en el cine español?
-NATHALIE POZA. Eso creo, aunque es Javi (Gutiérrez) el que la ha definido así todo el rato. En mi caso, desde que abrí la primera página de guion me di con un flechazo. Y no pasa mucho eso, la verdad. Por lo menos en los años en los que llevo yo en esto. En cuanto me llegó, llamé a Javi y al director, Enrique Otero, para subirme, para decirles lo impresionada que había quedado con la historia.
-Sobre la fuerza del guion. ¿Se le puede decir que no a una película que se lo juega tanto al texto?
-JAVIER GUTIÉRREZ. Me ha pasado más de alguna vez, lo de tener delante un proyecto al menos tan bueno como este y que se quede en un cajón. Te mueres de pena. La oportunidad de traer una película así a Málaga ya es un triunfo, o sea que espero que ello siga. Es una de esas películas que apetece mucho defender, porque uno además de trabajar en ellas, cree en ellas.
-¿Qué tal la dinámica del rodaje entre vosotros?.
-N. P.: Conozco a Javi desde hace treinta años, y de hecho estudiamos juntos. La memoria hace muchas trampas, pero uno de mis primeros recuerdos de Javi es en la Plaza del Ángel, en Madrid, con una maleta. Por eso, tengo la sensación de que le vi llegar a Madrid desde Ferrol. Es como ese cómico destinado a la grandeza. He tenido el privilegio de viajar junto a él, de manera más o menos cercana, en más o menos escenarios. Para mí, hacer una película juntos era casi el destino. Y es lo maravilloso de este oficio, lo de ir encontrándose casi de proyecto en proyecto. Creo que, además, somos actores bastante precisos, quirúrgicos, sin dejar de explorar lo emocional. Me gusta Javi porque, como yo, es alguien que siempre se presenta con los deberes hechos.
-J. G.: El viaje que hacen los personajes es un poco el viaje que hemos hecho nosotros, pero con más amor que desamor. Considero que esta película es de actores. A pesar de la fuerza del guion y de la pasión de Enrique (Otero), se necesitaban actores comprometidos. Eso le da mucha fuerza y mucha garra a la película, con un plantel de secundarios maravilloso. Todos sostienen la película de algún modo.
-Quizá lo primero que llama la atención de "Honeymoon" es el tono. No fuerza nada, ni la comedia ni el drama, todo discurre de una manera muy particular...
-J. G.: Lo más importante de la película, de hecho, era encontrar ese tono. Y eso se alcanza gracias a la honestidad, a la sinceridad. Teníamos que aparcar, de alguna manera, la tragedia que es que unos padres pierdan a su hijo. Entran como en una zona extraña, porque si no sería imposible para el espectador digerir una película con tanto dolor.
-N. P.: Insistíamos en ser muy fieles al guion, no separarnos de esa lectura mutua. El problema, que me ha pasado, es cuando el guion no es capaz de leerte como actor, no está. No había que buscar lecturas secundarias, todo estaba ya ahí. Íbamos a una o dos tomas, que es maravilloso, aunque pueda ser peligroso.
-¿Qué tal con la niña?
-J. G.: ¡Nathalie mejor! (ríe)
-N. P.: (ríe) Creo que era una niña con un coeficiente intelectual bastante alto, muy madura para su edad. Nos ocurrió algo muy mágico, porque vi cómo iba creciendo en ella la actriz. Se generó una especie de fascinación en la que ella me copiaba los gestos y los manierismos. Si yo me disparataba, o me venía arriba, ella hacía lo mismo. Era una cuestión muy infantil, pero que por alguna razón nos llevaba a un sitio muy bonito por una cuestión de disciplina. Ella empezó más despistada, pero de inmediato empezó a entender la profesión. El último día fue mágico, porque cuando me tuve que marchar se puso a llorar a moco tendido.
-J. G.: Lo mío, yo creo, que era por una cuestión cultural. No acabamos de congeniar, pero siempre fue todo muy profesional delante de las cámaras.
-Uno de los temas centrales de la película es ese derrumbe de la pareja protagonista. Ya no se aguantan más. ¿Esa lectura tiene que ver con lo contemporáneo, con lo líquido que se ha vuelto la vida en pareja o es que simplemente ahora nos permitimos salir antes de relaciones que no nos aportan?
-J. G.: Yo creo que la sociedad en la que vivimos, el ritmo, nos invita precisamente a eso, a no darnos la pausa para valorar qué nos aporta la otra persona. No paramos un segundo a pensar en cómo estamos tratando a los demás. Yo estoy a favor de las segundas oportunidades, siempre desde el respeto. A pesar de lo que dice aquí uno de los personajes sobre que empezar de cero es de gilipollas.
-N. P.: En mi vida siempre he sido muy de dinamitarlo todo, pero con 51 años llevo ya diez en pareja. Y pasas por momentos muy duros en los que hay que ser empático. Pero para ello hay que basarse primero en el amor y luego mirar los problemas de frente, que es algo que no suele pasar mucho en la vida y en esta película se plantea. Hay que hacerlo, hay que dejarse de estupideces y afrontar lo que venga de la manera más resolutiva posible.