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María Vázquez: "En la precariedad no hay libertad posible"

La actriz estrena "Matria", dirigida por Álvaro Gago, y desde ya una de las interpretaciones del año en el cine español
María Vázquez: "En la precariedad no hay libertad posible"
María Vázquez: "En la precariedad no hay libertad posible"AVALONAVALON
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Málaga Creada:

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Los cines españoles están a punto de conocer a Ramona. Aunque, a Ramona, o a muchas con las que no comparte nombre pero sí cruz, ya las han visto muchas veces. De hecho, es probable que las vean cada día. Ramona, a la que da vida una extraordinaria María Vázquez, es la protagonista de "Matria", ópera prima de Álvaro Gago y, desde ya, una de las películas del año. En ella, seguimos a su personaje en su día a día, en sus varios oficios mal pagados, en su abusiva relación sentimental y en un nexo roto con su única hija. Con las hechuras del cine social, pero con bastante más empatía que algunos de los directores con los que resiste comparación, Gago levanta en su debut en el largometraje una Carta Magna para la mujer precaria, una especie de estatuto de reformas para la liberación laboral femenina en nuestra era. De su mano, el rostro hierático de Vázquez, candidata a todo en la temporada de premios de este año y ya galardonada en el Festival de Málaga, se erige como constituyente, como materialización, bajo esa Ramona, de una generación entera de mujeres aprisionadas por la falta de oportunidades.
Vázquez, que viene de brillar en "Apagón" (Movistar+) y se encuentra, probablemente, en el mejor momento de su carrera, atiende a LA RAZÓN en todo lo alto de la Costa del Sol, con la sensación del trabajo bien hecho a sus espaldas e ilusionada por el encuentro de "Matria" con las salas. Tras su paso por la última Berlinale y los aplausos en la cita malacitana, la actriz confía en apelar no solo a esas mujeres sobre las que pocas veces vemos películas, sino también a la sociedad entera. Política por definición y combativa por compromiso, Vázquez discute sobre las cuatro líneas maestras de la película (geografía, clase, género y generación) y aporta luz sobre el proceso creativo de uno de los papeles más importantes del año en el cine español.
La actriz María Vázquez en "Matria", primera gran película del Festival de Málaga
La actriz María Vázquez en "Matria", primera gran película del Festival de MálagaAVALONAVALON
PREGUNTA- La película ha sido muy aplaudida en festivales, primero en Berlín y luego en Málaga. ¿Te gusta escuchar o leer qué se dice? ¿O prefieres cierta distancia?
RESPUESTA- Me encantaría mantenerme al margen, pero es imposible estar atenta. Intento que no me afecte, que no me pase por encima. Intento ser fiel a esa primera sensación que tuve al pasar por la película, y es la de estar muy contenta con el trabajo que hemos hecho. Me identifica como mujer y a nivel político. No se puede pedir más. Ahora, como está pasando todo esto, y la recepción está siendo positiva, me gustaría que la viera mucha gente. Al final, que este esfuerzo se pudiera quedar en un cajón no sirve para nada.
-¿Cómo llegas a “Matria”? ¿Habías visto el cortometraje del que viene?
-En Galicia nos conocemos todos (ríe). Yo conocía a Álvaro (Gago) y había visto el corto original. Conocía su trabajo, porque además habíamos trabajado en una película donde él era montador. “Trote”, de Xacio Baño. Ahí fue justo cuando me propuso que en “16 de diciembre”, su corto, saliera mi hijo, porque necesitaban un momento a un niño pequeño. No me gustaba mucho la idea al principio, pero como él quería e iba a ser de su mano, le dejé. Fue una experiencia muy bonita. Me contó, claro, que iba a hacer la película, pero no sabía que iba a contar conmigo. Todo fue de forma muy natural, porque al principio lo trabajó en sesiones, sin el guion completo. Fuimos como muy poco a poco. Y poco a poco nos dimos cuenta de que nos entendíamos. Todavía faltaba tiempo para encontrar a Ramona, pero confiamos el uno en el otro para llegar, incluso un año antes de rodar. Creo que lo hizo para no acojonarme, porque si llego a leer todo el guion entero no hubiera sido capaz de asimilar el viaje.
-¿Ha sido un viaje muy largo?
-Fue un proceso de inmersión en el sur de Galicia, porque yo soy del interior. De una zona, quizá, más cercana al estereotipo de lo que la gente cree normalmente que es Galicia, con gente más hacia adentro, aislada por las montañas… Y es que Galicia es muy diversa. Además hay varios dialectos del gallego, y este del sur no tiene nada que ver con el mío. Fuimos haciendo una inmersión lingüística y también social, porque aprendí a trabajar los oficios, en la conservera, en el barco, yendo a las bateas y demás.
-La película sabe captar todo el tiempo esa sensación ansiosa, intensa. ¿Cómo de agotador se hizo el rodaje? A nivel emocional, claro, pero también físico, imagino.
-Los ensayos fueron intensos, pero luego estuvimos dos semanas en una casa conviviendo, trabajando la película de manera más pausada. No era algo que se pudiera hacer a medio gas, eso sí. Me gustaría agradecer a mi familia el esfuerzo, porque mi pareja y mis hijos se han comido esta película conmigo. Ha sido tenerme, pero no tenerme. O, incluso, tenerme pero de manera diferente, porque en casa seguía hablando con el gallego de las Rías Baixas para no perderme. Y así poder seguir improvisando. Era muy importante ser respetuosa lingüísticamente.
-Por ahí quería preguntarte. La película está cruzada por cuatro dinámicas, al menos: está pegada a lo gallego, como mencionas, pero también a la clase, al género y a lo generacional. ¿Cómo conviven esas cuatro dinámicas en tu cabeza para alcanzar un equilibrio?
-Él (Álvaro Gago) lo tenía muy bien equilibrado desde un principio. De hecho, me sorprendió luego en el montaje final, viendo la película, porque la viví como un proceso muy gozoso. Duro, pero tan solo con esa intuición del trabajo bien hecho. Cuando la vi por primera vez, superó cualquier tipo de expectativa. Tenía muy claro a qué tenía que darle más llama en qué momento. Como persona, tampoco es que me lo cuestionase mucho, pero creo que hay dos cosas que tienen más importancia que el resto y son sobre las que gira mi personaje. La principal es la precariedad laboral. Eso era lo que me sugería, lo que me prendía fuego. Eso es lo que hace que el resto de cosas te opriman todavía más. Y, a la vez, eso se une al feminismo, al género. La precariedad es mucho peor en las mujeres y, al final, los trabajos de cuidados siempre tienen que ver con las mujeres, desvalorizándose más por ello. Nadie los valora, ni dentro ni fuera de la casa. Ni económicamente, por supuesto. Ahí está el núcleo de la película, en la precariedad no hay libertad posible. Para salir adelante, ni para decidir como mujer. Los derechos laborales de la mujer todavía están en pañales. Y a veces la gente se pregunta para qué sigue sirviendo el 8M, cuando lo tiene delante. Todavía sigue pasando lo que se ve en esta película. Para que esas mujeres puedan salir de ahí, necesitan tener acceso a la dignidad. Así es como se pueden preocupar por algo más que subsistir.
-La película ha conectado con la crítica, y con el público también en Málaga, pero, ¿crees que puede conectar con esas mujeres de las que trata la película? Quizá puedan verse por primera vez en una película…
-Creo que sí, y lo pienso sinceramente. En Galicia, desde luego. Creo que va a pasar y lo estoy deseando porque ya es hora de que tengan un escaparate donde reconocerse. Ya es hora. A mí misma me pasa, que muchas veces veo películas o series, muy buenas, pero en las que no me veo. Y no soy tan marciana, pero no me apelan. Pero creo que la película va más allá, claro, apela a todo el mundo. Mostrando también otros tipos de masculinidad, incluso en generaciones distintas. En mi fantasía está que construyamos una matria entre todas y todos.
-Desde que se empezó a ver, la película despertó comparaciones con el cine de los hermanos Dardenne o el de Ken Loach. Con esa etiqueta, que a nadie le gusta pero todo el mundo usa, del "cine social". Pero aquí hay un elemento diferencial a modo de empatía, ¿estás de acuerdo? ¿Es “Matria” cine social empático?
-A mí la etiqueta no me molesta y, de hecho, lo llamaría cine político sino fuera porque todo el cine es político. ¡Es imposible ser apolítico! La diferencia, yo creo, está en el cómo se muestra la realidad. Puedes hacerlo de manera realista, cruda, casi recreándote en lo trágico… o puedes hacerlo como aquí. Que tampoco se trata de ser esperanzador, porque el final no es inmediatamente feliz, es simplemente menos definitivo, menos triste, más abierto. Tenemos una responsabilidad política, como gente detrás de la película, para con las mujeres que se puedan sentir interpeladas por la película. Tenemos que demostrarles que hay una alternativa. Porque la hay. Es difícil, va a costar, se necesita red, pero la hay. Es necesario mostrar eso. Con todos los condicionantes, claro. Sin esa esperanza, no podría estar aquí. Y eso en realidad también muy realista.
-¿En qué momento profesional te pilla un papel así? Me dirás que no, que trabajan centenares de personas, y claro que es cierto, pero no hay un solo plano de “Matria” en el que no estés. La película eres tú.
-No me lo acabo de creer. Tengo esa cosa, que creo muy gallega, de pensar que en cualquier momento va a venir un palo desolador y me voy a quedar con lo puesto. Estoy intentando disfrutar del momento, más después de los 40, que yo pensaba que ya no iba a trabajar mucho más. Y ha sido al revés, con varios protagonistas y encima muy buenos. Me pilla, yo creo, en el momento perfecto. Porque me siento madura para poder gestionarlo, no fliparme. También habiendo levantado una vida personal sólida, como siempre quise, paralela a lo profesional. Me siento orgullosa de poder tener una familia maravillosa en esta profesión tan loca. Me cuesta y nos cuesta mucho, pero como siempre he sido siempre un poco hormiguita, estoy feliz.