«Los indeseables»: retrato de una Francia racista en llamas
Ladj Ly, director de “Los miserables”, vuelve a la banlieu para narrar el agónico desahucio de un gueto de inmigrantes a las afueras de París: ultraderecha, inmigración y hastío
Madrid / San Sebastián Creada:
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Entre el capricho y la casualidad macabra, la imagen se vuelve icono. Éric Ciotti, líder de la derecha canónica francesa defenestrado (aunque la justicia le pueda acabar reinstaurando), anunciaba estos días que no dejará la dirección del partido ataviado con una banda republicana mientras atrona en el vídeo el himno de la nación. El retablo, moralizante o ridículo dependiendo de para qué lado se peine cada cual, se reproduce casi al milímetro –en este caso, delante de una maqueta de la «banlieu» que pretende tirar abajo– por parte de Pierre (déspota, odioso y genial Alexis Manenti), el político que le da sentido a la trama de «Los indeseables».
Y es que el último trabajo de Ladj Ly, al que ya aplaudieron Cannes, los César y los Oscar por «Los miserables» (2019), no podría ser más pertinente para con lo contemporáneo, cuando más queman las papas: a través del citado político, una joven hija de inmigrantes con perspectiva y conciencia política (Anta Diaw) y la decepción de uno de esos chavales de extrarradio a los que el sistema expulsa solo viéndoles el color de piel (Aristote Luyindula), el director es capaz de pintar un exquisito y desesperante retrato de Francia en llamas, consumida por la ultraderecha, ardiendo en odio racial e inane frente a la especulación inmobiliaria que atenaza a las grandes ciudades de la vieja Europa.
«Quería hablar de política, de ese mundo que parece tan alto y tan lejano pero que en realidad tiene aplicaciones directas, consecuencias sobre la vida de las personas. Es algo que no se acaba de entender demasiado en Francia y me parecía importante mostrarlo», explicaba a LA RAZÓN Ladj Ly, en el marco del último Festival de San Sebastián al que acudió a presentar el filme que se estrena el miércoles en cines. «Para mí el contexto no es realmente lo importante, lo que me importa son las historias personales. No hay nadie que cuente nuestras historias en Francia, las de la gente de extrarradio. O, peor, hay quien las cuenta sin saber de qué coño está hablando», apunta encendido sobre seguir explorando la París de guetos que ya trabajó en su anterior película.
La humanidad de un villano
«Todas las malas personas son eso también, personas. Tienen un lado humano. Es lo que hace creíble a un personaje, aunque sea racista o clasista. De eso es de lo que te tienes que agarrar como guionista para abrazar la realidad sin paternalismos», explica Ly sobre su villano, aquí un alcalde sin escrúpulos que encarna Alexis Manenti.
Con adrenalina y pulso de director grande, sabiendo dónde colocar exactamente la cámara cuando está dentro de uno de los minipisos de protección estatal o cuando nos enseña la miseria a vista de dron, Ladj Ly cuenta en «Los indeseables» el derrumbe del conocido como Edificio 5 («Bâtiment 5» es el título original en francés), un mamotreto en el que hacen vida varias generaciones de migrantes y que, traicionados por el político de turno, tendrán que marcharse para hacer hueco a nuevos barrios. Residenciales, claro. Blancos, también. «No tengo que documentarme si es mi vida a diario. Sé cómo es vivir ahí, me sé de memoria los barrios. Yo llegué a uno en los ochenta que ahora no existe, porque fue expropiado por completo», dice Ly, que explora en su nueva película la vía de la participación ciudadana y ese fenómeno con el que tendrá que lidiar ahora el continente, el de la aparición de partidos que, superados los cantonalismos, aboguen por el migrante (o el hijo de) como sujeto político central: «Es un poco el motivo por el que he hecho la película. Hay personas optimistas y formadas que solamente necesitan un impulso. Estamos cerca, yo creo, de hablar de poder desde posiciones de poder. De ocupar los sitios que demográficamente nos merecemos», apunta el realizador.
Helada y descorazonadora, «Los indeseables» es también un cuento aplicable a cualquier urbe con ganas de marcha; aquí el París previa a los Juegos Olímpicos, pero bien podría ser el Madrid de la Fórmula 1 o el Berlín de la Eurocopa: «Cuando acaba todo, siempre se ve que estos eventos globales pasan factura grave a las ciudades. Y hay barrios que ya lo están sufriendo, miles de personas que han visto sus vidas transformadas por un capricho. No se ha obrado con justicia porque los más perjudicados siempre van a ser los pobres», responde Ly, que es capaz de pintar con brocha gorda las problemáticas de su país y, también, de introducir pequeñas referencias de maestro, como cuando el personaje que quiere tumbar el edificio celebra un gol de Giroud (blanco) menospreciando a Benzema (de origen árabe). El «problema» con la Selección Francesa «es un secreto a voces, y una vergüenza. Defender a Benzema o a cualquier otro jugador que no sea blanco frente a un blanco es un asunto de debate nacional. El mito del consenso, yo creo, está roto. ¿Qué ha cambiado desde 1998? Francia se ha despertado de esa injusticia que durante años se enmascaró como convivencia», se despide meridiano.