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«Johnny Guitar»: cuando ellas llevaban los vaqueros

Reino de Cordelia publica con ilustraciones la novela de Roy Chanslor.
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Reino de Cordelia publica con ilustraciones la novela de Roy Chanslor que inmortalizaron en el cine Nicholas Ray y Joan Crawford en el papel de una mujer «empoderada» del Lejano Oeste.
Un hombre llega en mitad de la tormenta, a través de un paisaje desolado, a un «saloon». El desembarco del forastero es un puntal del «western», el comienzo por antonomasia del nudo dramático: alguien que aterriza en un sitio nuevo y lo que en él encuentra, siempre problemas. Hasta aquí, «Johnny Guitar» es respetuoso con lo que se espera de su etiqueta de «western». Pero solo hasta aquí, pues la obra cumbre de Nicholas Ray de 1954 es una «rara avis» del género y, por ello mismo, una de las más curiosas interpretaciones del mito del Far West en una época en que transgredir ciertos cógidos aún era una cuestión peliaguda en Estados Unidos.
Para empezar, el «vaquero» es ella, Vienna, una mujer superviviente a todo, de caracter fuerte, en un mundo de hombres, dispuesta a luchar de igual a igual para defender su «saloon» en un lugar en el que está a punto de llegar el ferrocarril, es decir, el dinero. Para seguir, su antagonista es Emma, otra mujer, en este caso más viril aún, enamorada de Dancing Kid, que a su vez pretende a Vienna. Por eso la odia y busca su ruina. A esta olla a presión llega Johnny Guitar para trabajar como músico en el «saloon». Poco después el espectador descubre que Johnny y Vienna tuvieron un tormentoso romance en el pasado. «Hace cinco años te vi en un “saloon’’. Ahora vuelvo a encontrarte en otro. No veo cambios por ningún lado», le dice él; «Los hay. Éste es mío», replica ella, ejemplo absoluto de lo que hoy llamarían el «empoderamiento» femenino, un caso excepcional en el «western» que la editorial Reino de Cordelia ha querido homenajear con la edición de la novela original de Roy Chanslor en la que se basó el filme, ilustrado en este caso por Carmen García Iglesias.
Antes que nada, Crawford
«Johnny Guitar», amén de Nicholas Ray, es fundamentalmente Joan Crawford. Sin el empeño y la personalidad arrolladora de esta mujer, verdadero ciclón en la vida y en el cine, el carisma de Vienna podría haber languidecido. De hecho, la casa de «Johnny Guitar» se empezó por el tejado en cierta manera. Antes estuvo Crawford que la propia película, que se gestó como anzuelo para ella. El novelista Roy Chanslor le dedicó la obra y ya antes de salir al mercado estaba en tratos para adaptarla al cine con Republic Pictures, una firma de serie B que aspiraba a situarse entre las «majors». Crawford estaba ahí, a la que salta. Según Antonio Lafarque en el jugoso prólogo de la edición de Reino de Cordelia, ella puso sus esperanzas en esta obra: «Entrada en la cincuentena, llevaba tres años sin figurar en repartos estelares e intuía que hacerse con el papel protagonista femenino era la oportunidad de recuperar prestigio». La mujer empezaba a cobrar importancia en el «western» tímidamente, con papeles como el de Marlene Dietrich en «Encubridora» (Fritz Lang, 1952). El género, en general, seguía en la cima de su popularidad en aquella época. Eso, sumado al empeño de Nicholas Ray por saltarse las convenciones («Había que estar loco para hacer un “wester” –dijo– y yo estaba dispuesto a romper todas las reglas»), dieron como resultado una cinta atípica en el género.

EL diálogo más famoso

Claro que, como decíamos, sin Crawford quizá no hubiese sido lo mismo. Desde el primer momento, la intérprete reivindicó la primacía de su personaje. Pidió espacio y protagonismo con una frase que resume a la perfección el espíritu heterodoxo de la cinta: «Soy Clark Gable y Vienna tiene que ser el foco de atención». En ese sentido, los hombres de «Johnny Guitar» (Johnny y Dancing Kid) son intercambiables, reclamos para reforzar la idea de esta pelea de «vaqueras»: Vienna y la ambigua Emma, de cuya sexualidad se duda de esa manera sutil en que lo hacían los guiones del Hollywood de antaño: «Kid le hace sentirse mujer. Eso la perturba». «El gran acierto de Chanslor fue crear un personaje femenino central refractario al amor, escarmentado por la experiencia», señala Lafarque. En ese código se mueve la famosa escena de la cocina entre Vienna y Johnny Guitar, una de las más importantes del cine mundial. Los ex amantes, que no han tenido tiempo para hablar en la intimidad, se encuentran al fin y rápidamente ella adopta el papel de superioridad y cinismo que Hollywood reservaba por defecto al hombre, más aún en un «western». Mientras, revirtiendo los papeles tradicionales, las preguntas e imploraciones de Johnny son las propias de la mujer en las películas de la época:
JOHNNY: ¿A cuántos hombres has olvidado?
VIENNA: A tantos como mujeres tú recuerdas.
JOHNNY: ¡No te vayas!
VIENNA: No me he movido.
JOHNNY: Dime algo agradable.
VIENNA: Claro, ¿qué quieres que te diga?
JOHNNY: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
VIENNA: Te he esperado todos estos años.
«Johnny Guitar», y en especial este diálogo, es una cinta que ha contado con la admiración de numerosos cineastas que la han recordado en sus filmes. El caso más conocido es el de «Mujeres al borde de un ataque de nervios» (1988), de Pedro Almodóvar, en la que Carmen Maura dobla el famoso diálogo de la cocina. Para los integrantes de la naciente Nouvelle Vague francesa el trabajo de Nicholas Ray y en especial «Johnny Guitar» caló hondo al alejarse de los estereotipos del cine americano. Truffaut y Eric Rohmer la elogiaron en varias ocasiones y Jean-Luc Godard versionó el diálogo antes referido en su segundo largometraje, «El soldadito» (1963). Más adelante, el francés, que llegó a declarar que «Nicholas Ray es el cine», incluye otro guiño en «Pierrot el loco» (1965). Allí, Belmondo autoriza a la niñera de su casa a ver por tercera vez «Johnny Guitar» para «educarse por sí sola». Finalmente, en «Barocco», de Andrè Techiné, Gérard Depardieu e Isabelle Adjani reproducen palabra por palabra este diálogo mítico.
Al perfil acusado de los personajes y en especial de la aguerrida Vienna («No creo en la suerte, lo que necesito son fusiles») y la magia de unos guiones de otro tiempo, de cuando se medían las palabras tanto como la imagen, se suma el «punch» de Ray, un director con devoción por los desarraigados, los individualistas, ya sea un joven rebelde sin causa como estos habitantes del Lejano Oeste que, al igual que Vienna, viajan sin maleta: «Tiré los baúles cuando llegué a este lugar». «Los temperamentos de los personajes parecen dibujados por el talento de Ray: individuos desclasados y desarraigados, con un pasado sombrío cuando no ilegal y un destino de carácter trágico», añade el prologuista.
El resto (pero no por ello residual) del prestigio de «Johnny Guitar» se asienta en su condición de musical enmascarado (con un cantante y guitarrista como coprotagonista, que cuenta en su repertorio con valses de Strauss y, entre otras, el famoso tema de Victor Young que comparte título con el filme) y el particular tratamiento del color, que lo acerca a la estética pop y que trasluce también en un vestuario medido al detalle. «Junto con “Rebelde sin causa” es la película en la que mejor y con más audacia he utilizado el color», aseguraba Ray. El propio «saloon» responde más a unos criterios estéticos que realistas Y, en general, todo el filme se supedita a la personalidad de Joan Crawford, transmutada en Vienna, la dueña del garito, la superviviente nata, la mujer más fuerte que cualquier hombre a cien millas a la redonda: «Guarda ese revólver, yo te diré cuándo usarlo», le dice a Johnny. Él sonríe y acata: «La patrona eres tú». Lo resumía de manera bien gráfica Truffaut, para quien «Johnny Guitar» era esa película en la que «los “cowboys” se evaporan y mueren como bailarinas de ballet». Son ellas las que llevan los vaqueros.
«Johnny Guitar»
Roy Chanslor
(Ilustraciones de Carmen García Iglesias)
Reino de Cordelia
365 págs.
28,95 euros.

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