Restringido

Justicia para Wenceslao Fernández Flórez

Cincuenta años después de su muerte resulta incomprensible que no se haya reeditado una amplia antología de sus crónicas

El autor destacó por su vena crítica y su fina ironía
El autor destacó por su vena crítica y su fina ironíalarazon

Ahora que estamos a punto de tener que celebrar un nuevo Primero de mayo, no está de más echarle una ojeada a un artículo que el gran escritor y periodista Wenceslao Fernández Flórez dedicó a la festividad de los trabajadores. En mayo de 1932, se preguntaba si aquello era una fiesta (entonces todo se paralizaba, como una huelga general) y si no sería mejor hacer algo «noble, alegre y honroso», como podía ser trabajar dos horas y donar al fruto del trabajo a quien más lo necesitara... Es un apunte muy propio del periodismo de Fernández Flórez. El gran maestro solía proponer algún apunte descriptivo, muy preciso, como los de su maestro Azorín, bajo el que corría una crítica nunca formulada explícitamente. Un gesto, una expresión, una actitud, un fragmento de un discurso daban pie para insinuar lo que se quería decir, muchas veces con una ironía demoledora, a fuerza de retención. Cuando ya todo había quedado bien claro, solía llegar una sugerencia que rescataba el fondo humano y situaba el apunte en una dimensión más amable y considerada. Como es fácil de imaginar, Wenceslao Fernández Flórez fue uno de los cronistas parlamentarios más admirados y populares de toda la historia del periodismo y la literatura españoles.

Él mismo decía que no había llegado al periodismo de buenas a primeras, porque lo que a él le gustaba era la literatura. Se comparaba con un confitero que se hubiera tenido que poner a trabajar en una panadería... Era una verdad a medias, porque desde muy joven, en su Galicia natal, había trabajado para la prensa local y cuando se fue a Madrid, en 1914, lo hizo con el encargo de escribir para un periódico, «El Noroeste». Lo hizo tan bien que cuando Azorín, en 1916, dejó su puesto de cronista parlamentario en Abc recomendó a Torcuato Luca de Tena que su sucesor fuera el joven Fernández Flórez. Al principio, cuenta él mismo, le puso tan nervioso la idea de sustituir a uno de los grandes de la prosa castellana que no acertó ni siquiera a proponer un título para su columna. Otro periodista de la redacción la llamó Acotaciones de un oyente, que llegó a convertirse en lo que hoy se llamaría una marca, de una extraordinaria popularidad.

Durante algún tiempo las crónicas iban sin firmar, según una excelente costumbre de la gran prensa de la época (y aún de hoy en día), pero pronto el éxito obligó al periódico a imprimir el nombre del autor. Así es como Fernández Flórez estuvo escribiendo crónicas parlamentarias casi diarias entre 1916 y 1936. Cubrió dos momentos de gran relevancia histórica, como fueron el final de la Monarquía constitucional y la República, y nunca perdió la capacidad de observación, ni la distancia, ni la independencia. Él mismo contó que un político le ofreció, como era entonces casi obligado, un puesto de diputado y que él lo rechazó con agradecimiento. Quien se lo hizo no esperara otra cosa, seguramente, porque el genial cronista, conservador de ideas y de temperamento, formulaba una crítica que se ha llegado a calificar de demoledora, pero que, al mismo tiempo, ni pretendía indicarles a los políticos lo que tenían que decir, ni exhibía la voluntad de acabar con el parlamentarismo, en tiempos muy crudos, y de gran desprestigio, para los parlamentos.

A pesar del tiempo transcurrido y de los cambios ocurridos desde entonces en la vida política, las crónicas de Fernández Flórez siguen siendo un ejemplo de buen hacer periodístico y de infinita sensibilidad literaria. Después de la guerra, se negó a escribir más de política. Volvió a la literatura, y muchos recordamos al humorista siempre humano, autor de novelas como El bosque animado, El malvado Carabel, El secreto de Barba Azul o los maravillosos cuentos de Tragedias de la vida vulgar, uno de sus más hermosos libros, reeditado hace pocos años (Ediciones 98). Sin embargo, el periodismo político de Fernández Flórez sigue siendo sigue estando para muchos en lo más alto de su obra su obra. Resulta incomprensible que no se haya reeditado una amplia antología de sus crónicas.