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La bailaora Micaela Flores, la Chunga, muere a los 87 años

Musa de escritores y pintores durante los años sesenta, sobresalió por su manera de interpretar la rumba

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Se retiró en los noventa, pero su nombre quedó en los tablaos como una verdadera leyenda. Prima de las bailaoras Carmen Amaya, y de Dolores Amaya, la pescaílla, Micaela Flores Amaya, más conocida por los amantes del flamenco como la Chunga, ha muerto a los 87 años de edad. Su hijo adelantó la noticia en el programa de Antena 3 "Y ahora Sonsoles". Luis Gonzalvo declaró: "Nos temíamos que acara falleciendo. Llevaba muchos días entrando y saliendo del hospital". Él mismo reconoció que esta noticia no le ha pillado desprevenido. Ya estaban preparados desde que a la artista le diagnosticaron un cáncer de pulmón en 2011. "Es triste y nunca es una noticia agradable. También ha habido un proceso largo de una enfermedad. Por eso, lo asumes mejor que en otras circunstancias", declaró.  

Micaela Flores Amaya, toda una leyenda, era conocida por salir a los tablaos a bailar descalza, lo que , sin duda, se convirtió en una de sus señas de identidad. La flamenca, de pura cepa gitana, era hija de padres inmigrantes procedentes de Andalucía. No nació en España, sino en Marsella, en 1938, en medio del exilio español debido a la Guerra Civil española. Al cabo de un año, su familia regresó a Barcelona. 

Sus inicios en el baile fueron en "Ca la Rosita", Bodega de El Paralelo. Allí destacó su talento de manera inmediata. Fue el comienzo de una carrera que la llevaría hasta lo más alto. En la Ciudad Condal, como era inevitable, se vinculó al flamenco, pero, también, a la rumba, un sonido muy arraigado allí. De hecho, ella siempre destacó por su particular manera de interpretar este ritmo popular. 

En los años sesenta, su fama la convirtió en una referencia de pintores y escritores. Una musa que todos querían tratar. Entre ellos, Rafael Alberti, Pablo Picasso, Salvador Dalí y León Felipe, entre otros nombres destacados de la pintura y las letras. 

Estuvo en activo durante décadas, pero, en la década de los noventa, comprendió que su tiempo había pasado y decidió dejar los escenarios que le dieron la fama y su enorme protagonismo. Desde entonces se dedicó a una actividad que muy pocos podían sospechar de antemano, como es la pintura. A partir de entonces, el lienzo se convirtió en su nueva vocación.