La cuna de la revolución científica estará en África
Conocido hasta hace una década por las guerras y hambrunas, la iniciativa del físico Turok de encontrar allí al nuevo Einstein podría cambiar el continente.
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Conocido hasta hace una década por las guerras y hambrunas, la iniciativa del físico Turok de encontrar allí al nuevo Einstein podría cambiar el continente.
En 2016 el físico surafricano Neil Turok dio un revolucionario discurso en una conferencia TED. Su objetivo era sencillo: encontrar al próximo Einstein en el continente africano. Para ello fundó el Instituto Africano de Ciencias Matemáticas (AIMS por sus siglas en inglés). Turok tenía una idea muy clara de lo que quería. Durante décadas, África estuvo centrada en la alimentación y la salud y no hubo casi espacio ni recursos para la educación. Dentro de poco más de 15 años, en 2050, el continente será el hogar del 40% de la población menor de 21 años en todo el planeta. A ese futuro apuntó Turok. Su primera medida fue abrir institutos científicos en todos los países en los que fuera posible y que allí pudieran, primero, acudir quienes tuvieran una vocación científica y, segundo, que estos centros actuaran como catalizadores de las innovaciones y el talento de los más jóvenes.
Muy pronto la iniciativa de Turok demostró su eficacia. Un estudiante de geología y otro de nutrición se unieron para desarrollar uvas con un alto contenido en antioxidantes, muy alto. Estos vinos, sin alcohol, hoy son comunes y muy aceptados por sus demostrados efectos en la salud y la longevidad, pero en aquel momento fue una revolución para el mercado y para la ciencia.
Otro ejemplo es el de unas estudiantes de bachillerato de Lagos, Nigeria, que crearon una batería capaz de producir reacciones químicas (y liberar energía) cuando se le agrega agua, orina o azúcar. El avance tuvo un impacto enorme, no solo a nivel tecnológico sino, y principalmente, a nivel social: permitió liberarnos del uso de metales pesados, lo que puso punto final a décadas de guerras por explotaciones mineras y a la degradación de la tierra. Así, gracias a tres niñas de instituto, cambió la geopolítica del continente.
Instituto de las Semillas
Turok se dio cuenta de esto y detectó un «fallo» en su iniciativa. Apuntar a los que ya habían terminado el instituto y estaban entrando en la universidad dejaba a muchos jóvenes no solo fuera, sino que su capacidad podía perderse para siempre sin un adecuado sistema de identificación de talento. Entonces nació la segunda etapa del AIMS, conocida como el Instituto de las Semillas. Este organismo, hoy reconocido por UNICEF, la OMS y que trabaja de forma independiente de gobiernos y empresas, persigue identificar a los más jóvenes, a partir de los 6 años, que tengan algún tipo de talento sobresaliente.
Inicialmente se iba a las escuelas y durante al menos un mes se evaluaba a todos los alumnos. Si bien era un trabajo de campo de gran calado, básicamente fue como lanzar una red en cualquier parte del mar y esperar que al recogerla hubiera sardinas. Algunos talentos fueron identificados, pero tomaba mucho tiempo y cubrir todo el territorio era imposible. La solución surgió en 2024 cuando el equipo de Turok se dio cuenta de que, desde hacía un lustro, el 85% de todas las operaciones económicas en el continente se llevaban a cabo a través de teléfonos móviles. Allí había una enorme red de información y conectividad que debían aprovechar. Desarrollaron, junto a expertos en pedagogía, cultura, neurociencias y psicología, una aplicación sencilla de descargar, que casi no ocupaba memoria en el teléfono y no precisaba conexión a internet. La app, hoy traducida a más de 200 idiomas, es el popular juego «Brain». En ella, mediante juegos, puzzles y enigmas, los niños y niñas van avanzando mostrando sus habilidades matemáticas, lógicas o lingüísticas. Cuantas más etapas avanzan en el juego, mayor es su capacidad en determinadas áreas y, llegados a un determinado nivel, el equipo de Turok recibe una alerta con el nombre del participante y su localización y van a entrevistarlo para confirmar los resultados. Gracias a «Brain», miles de niños y niñas de África han cambiado su destino y el del continente.