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La última batalla naval a cañonazos

En plena Primera Guerra Mundial, las flotas de guerra británica y alemana se jugaron a cara o cruz la supremacía naval en el mar del Norte
larazon

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«A las 15.48 horas comenzó la acción –narraría en su informe oficial el vicealmirante sir David Beatty–, a una distancia de 16.900 metros, las dos fuerzas abrieron fuego casi simultáneamente.
«A las 15.48 horas comenzó la acción –narraría en su informe oficial el vicealmirante sir David Beatty–, a una distancia de 16.900 metros, las dos fuerzas abrieron fuego casi simultáneamente. Parece que los proyectiles de ambas empezaron a caer cerca de los blancos muy pronto. A las 15.51, el HMS Lion [buque insignia del narrador] recibió su primer impacto [...] El HMS Lion fue tocado repetidas veces, y a las 16.00 horas voló el caparazón acorazado de la torre Q. Inmediatamente después, el HMS Indefatigable fue alcanzado por tres proyectiles que cayeron a la vez. Parecieron impactar en la parte exterior de la cubierta superior, alineados con la torre de artillería de proa. Siguió una explosión, y el barco se salió de la fila, de inmediato cayó sobre él otra salva, cerca de la torre A, entonces se volteó sobre si mismo y desapareció». De aquella manera brutal comenzó la batalla de Jutlandia, el último gran combate de acorazados de la historia. Podría decirse que la lucha por la supremacía naval mundial había terminado en 1805 con la destrucción de la escuadra combinada española y francesa a manos del almirante Nelson en Trafalgar. Desde entonces, la flota británica no se había vuelto a enfrentar a ningún enemigo que la pusiera en peligro, hasta el 31 de mayo de 1916. Aquel mes fue una de las encrucijadas de la Primera Guerra Mundial. En el frente occidental, el alemán Von Falkenhayn había desencadenado la ofensiva de Verdún, destinada a apartar a los franceses de la guerra. En el frente oriental, los rusos habían intentado apoyar a los franceses lanzando una ofensiva en el lago Naroch pero habían sido derrotados por las tropas alemanas. En resumen, el protagonismo era del Ejército de Tierra germano, y la Marina del káiser, constreñida por el bloqueo naval británico del mar del Norte, se había convertido en un caro capricho. Incluso un primer intento alemán de desencadenar una guerra submarina sin restricciones había acabado por cancelarse debido a la presión internacional. Había que salir a luchar.
En la península de Jutlandia
El 31 de mayo de 1916, buques de ambas flotas hicieron contacto en un punto al oeste de la península de Jutlandia. La idea de la fuerza de exploración alemana del vicealmirante Hipper, cuyos barcos principales eran cinco grandes cruceros de batalla, era atraer a los británicos, cuya escuadra se componía de seis cruceros de batalla y cuatro acorazados de última generación, hasta las fauces del grueso de la flota del káiser, la Hochseeflotte, que llegaba desde el sur, y lo consiguieron, logrando, además, durante el trayecto, hundir dos de los cruceros de batalla británicos, el HMS Indefatigable, como ya hemos visto, y el HMS Queen Mary, que voló en pedazos no mucho tiempo después. A las 16.38, se avistó el grueso de la flota alemana. Los británicos parecían haber caído en una trampa y apenas unos minutos después viraron para escapar hacia el norte. Aunque «escapar» tal vez no sea la expresión más adecuada. Si los servicios de inteligencia de la Royal Navy habían informado a sus almirantes, erróneamente, de que la escuadra alemana no había zarpado, tampoco los germanos conocían la presencia en el mar de la Grand Fleet británica, hacia la que los llevó, inexorablemente, la persecución de la fuerza de Beatty. A las 18.00 horas el vicealmirante Scheer, al mando de la Hochseeflotte, fue informado de que había más acorazados sobre el mar, no mucho después se dio cuenta de que el cazador se había convertido en presa, pues tenía frente a él a veintiocho acorazados británicos, contra los que tan solo disponía de veintidós, de los que seis eran tan antiguos que los habían apodado «Fenf minuten schife», barcos de cinco minutos, lo que se esperaba que aguantarían en combate contra un buque moderno. A partir de aquel momento, la batalla se basó en la maniobra. Los giros efectuados por la escuadra alemana se vieron contrarrestados por la habilidad de la británica para mantener las distancias y no sufrir daños irreversibles: su verdadera estrategia, el bloqueo del mar del Norte, no exigía la destrucción de la escuadra del káiser para ganar la guerra. La acción se extendería hasta la noche, y fue lo suficientemente inconcluyente como para que ambos bandos reclamaran la victoria.

Para saber Más

Desperta Ferro Cont.
n.º 32 68 pp. 7€

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