«La valentía»: Los habitantes de una casa bien habitada
Autor y director: Alfredo Sanzol. Intérpretes: Jesús Barranco, Francesco Carril, Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Font García y Natalia Huarte. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid. Hasta el 17 de junio.
En un inmejorable año teatral para él, y aún con la alegría de haberse alzado con el codiciado Premio Valle-Inclán este mismo mes, el dramaturgo y director Alfredo Sanzol estrena nuevo trabajo en El Pavón. Si en su aplaudida La ternura eran Shakespeare y el teatro de los siglos XVI y XVII los homenajeados, ahora le toca el turno a la comedia española de principios de siglo XX. Porque eso es, sobre todo La valentía, un tributo manifiesto a toda una tradición cómica española de la que probablemente Sanzol se sienta admirador y deudor. Dos hermanas heredan una antigua casa de campo con larga raigambre familiar junto a la cual se ha construido una ruidosa autopista. Una de ellas la quiere vender y la otra es partidaria de conservarla. En torno a las disputas entre ambas, el navarro-madrileño construye una disparatada comedia de enredo envuelta en una atmósfera de misterio, poblada de fantasmas y fantasmones, que intencionadamente recuerda al mejor Jardiel Poncela o al mejor Mihura. Si atendemos al alambicamiento de la trama, en la que se suceden impagables guiños a nuestra tradición escénica, como los repentinos enamoramientos o los improbables desmayos, Sanzol podría haberse colocado como dramaturgo, desde un punto de vista técnico, a la altura de los más grandes, de no haber sido tan prolijo en la previa explicación de algunas escenas que se van a representar a continuación. No obstante, es muy posible que esto no sea más que otro guiño deliberado del director a un teatro cómico comercial pensado para todos los públicos. En cualquier caso, hay en la función algunos momentos memorables relacionados con el tratamiento convencional del «factor miedo» en los que la ofrenda teatral está, sin duda, a la altura de los mayores logros de los autores ofrendados. Es el caso de las escenas de las niñas gemelas y del triciclo, por citar solo dos en las que Sanzol, como ya probó con acierto en La ternura, explota ingeniosamente el manejo de equívocos en los que el espectador ve y sabe más que los personajes. En cuanto a las interpretaciones, en un elenco más que correcto –precioso, divertido y eficaz el vestuario de Guadalupe Valero en todos ellos– destacan Natalia Huarte y Francesco Carril, por cuanto componen a los fantasmas que interpretan desde una óptica plenamente renovada. Más difícil lo tienen dos buenas actrices como son Inma
Cuevas y Estefanía de los Santos en unos papeles,
los de las dos hermanas, que han sido dibujados siguiendo de forma demasiado escrupulosa un patrón convencional. Es verdad que, en el planteamiento, estos personajes pueden hacer gracia en su calidad de epígonos, pero su acartonamiento pasa factura a medida que avanza la función.
LO MEJOR
El homenaje a la comedia clásica resulta simpático, talentoso y, sobre todo, entretenido
LO PEOR
Algunas escenas son excesivamente largas y explicativas para el feliz desarrollo de la trama