La verdad sobre la Papisa Juana
Distintas evidencias históricas constatan la idea de que la figura de esta mujer fue tan solo un personaje de ensueño
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Distintas evidencias históricas constatan la idea de que la figura de esta mujer fue tan solo un personaje de ensueño.
Las primeras noticias que tenemos sobre la existencia de una mujer en el solio de Pedro provienen del cronista dominico Juan de Mailly, en el siglo XIII, que estableció la fecha del pontificado de la Papisa Juana en 1100. El inquisidor Esteban de Borbón, coetáneo de Juan de Mailly y dominico como él, alimentó la existencia de esta papisa, a quien Martín de Proppau, camarero pontificio, asegura que reinó antes incluso, en el año 855.
¿Realidad o leyenda? Sin ánimo alguno de «machismo», solo nos mueve la verdad histórica: estamos en condiciones de asegurar así que todo fue una pura invención, una fábula, un mito, o como quiera denominarse. Los defensores de la existencia de la Papisa Juana dieron rienda suelta a la leyenda, según la cual esta mujer coronada como pontífice se vio obligada a retirarse durante una procesión al sentir los dolores de parto, declarándose a partir de entonces su condición femenina. Al parecer, la Papisa Juana se había disfrazado de hombre para evitar ser violada. Perplejidades de la historia. Desde aquel preciso instante, el Papa Juan se «convirtió» así en la Papisa Juana. La leyenda, como todas aquellas entretejidas a lo largo de los siglos, surgió de un rumor extendido entre el pueblo: en Constantinopla, había sido patriarca una mujer, mencionada por el Papa León IX en una carta a Miguel I Cerulario, la cual aparecía datada en 1053. Cerulario ocupó el patriarcado ortodoxo de Constantinopla durante quince años consecutivos, hasta 1058, coincidiendo con el pontificado de León IX. De hecho, ambos protagonizaron el Cisma de Oriente y Occidente en 1054, durante el cual los dos jerarcas eclesiásticos llegaron a excomulgarse mutuamente.
Otros autores, en cambio, sostienen la existencia de la Papisa Juana como proveniente nada menos que de una sátira medieval que ridiculizaba la preponderancia ejercida por la emperatriz bizantina Teodora y sus dos hijos en pleno siglo X. Esposa del emperador Justiniano I, Teodora ejerció gran influencia en la política del imperio, defendiendo los derechos de la mujer hasta el punto de permitir, en aquella época tan temprana, la bigamia, el divorcio o el casamiento entre diferentes clases sociales, razas y religiones.
Personaje de ensueño
Existen estudiosos para quienes la figura de esta falsa Papisa emana de un cuento popular relacionado con un monumento pagano antiguo, descubierto durante el pontificado de Sixto V (1585-1590) en una calle cercana al Coliseo. Sea como fuere, la leyenda fue generalmente aceptada durante los siglos XIV y XV. Pero desde el pontificado de Pío II (1458-1464) fue rechazada ya de modo universal por su falta absoluta de rigor histórico. Y no sólo por los católicos más recalcitrantes, sino incluso por críticos protestantes de la talla de Blondel, Leibnitz, Bayle, Casaubon, Jurieu, Basnage, Burnet, Mosheim, Gieseler y tantos otros. Advirtamos también, para terminar de desmontar la falsa leyenda, que ningún historiador desde el siglo X hasta el XIII hace la menor mención a la Papisa Juana, lo cual constituye más que un indicio evidente de que jamás existió esta mujer en el solio de Pedro. La cronología histórica tampoco encaja con la leyenda por razones obvias, pues en las dos fechas asignadas al pontificado de Juana se calzaba ya las sandalias del pescador León IV, fallecido el 17 de julio del año 855 y sucedido de modo inmediato por Benedicto III (855-858).
Para abundancia de pruebas, se conservan varias medallas con los bustos de Benedicto III y del emperador Lotario, muerto el 28 de septiembre del año 855; además de un pergamino enviado por el Papa a la Abadía de Corvey y datado el 7 de octubre del mismo año. No hubo así intervalo de tiempo alguno entre ambos Papas. Y si no lo hubo, como tampoco existió sede vacante, y para colmo la historia protestante admite a los dos Papas mencionados, difícilmente pudo existir una Papisa, ni tan siquiera en calidad de antipapa. La otra fecha fijada por el cronista dominico Juan de Mailly para el pontificado de la Papisa Juana, el año 1100 en concreto, tampoco ofrece lugar a dudas, pues el Papa Pascual II reinó desde 1099 hasta 1118. Podemos asegurar así, que en la Iglesia Católica jamás han existido Papisas por más que algunos detractores intenten hacer comulgar con ruedas de molino a creyentes o ingenuos. La Papisa Juana es sólo un personaje de ensueño.