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Geografía mítica

El lagarto de la Malena de Jaén

Esta ciudad alberga todo un tesoro del legado inmaterial de nuestro país. La historia de un lagarto, una especie de dragón, que hay que matar. Un cuento que apelará al valor de diferentes héroes

Lagarto de la Malena de Jaén
Lagarto de la Malena de JaénTurismo de Andalucía

Entre las magníficas ciudades de Andalucía, ricas en historia, mito y leyenda, destaca en un lugar de excepción “la muy noble y muy leal ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de Castilla”, como reza su antiguo título. Ostenta un antiquísimo legado, con restos destacados de la prehistoria y de las grandes culturas de la antigüedad y del medievo, desde el mundo argárico e ibérico hasta el visigótico o andalusí.

Jaén estuvo siempre, por su geografía y su orografía, en un puesto y enclave cruciales de la historia hispana, pues su importancia estratégica fue siempre ponderada por los pueblos que pasaron por la península y llegaron para el comercio o la conquista, ya desde los griegos y los fenicios hasta los romanos y árabes. Las excavaciones arqueológicas y las fuentes literarias dan fe del paso por ella de grandes civilizaciones y de su permanente carácter de frontera, entre bizantinos y visigodos, árabes y cristianos, y vía de comunicación desde la época de Escipión a la de Wamba o Abderramán III.

Entre Andalucía y Castilla Jaén fue lugar de transición por excelencia y, como no podía ser de otra manera, ha recibido un rico legado también, aparte de patrimonio histórico-artístico, en forma de patrimonio oral e inmaterial. En efecto, se cuentan todo tipo de leyendas y cuentos maravillosos que alternan lo fantástico y lo sobrenatural con las historias de guerreros, bandoleros o guerrilleros. No en vano, en el plano épico y bélico, no podemos olvidar que es la capital de la provincia que ha acogido las que acaso sean las dos más importantes batallas que se estudian en los libros de historia de España, la de las Navas de Tolosa y la de Bailén.

Un dragón

Pero vamos al terreno de la leyenda. Entre los relatos más populares de la ciudad se encuentra el del dragón que asolaba el lugar, llamado el lagarto de la Malena o de la Magdalena (por el barrio de la ciudad donde hoy se puede ver su estatua), un muy conocido cuento que entronca con una tradición del folklore universalmente atestiguada: el mito de la lucha contra el dragón. Desde antiguo se ha comparado la disposición orográfica de Jaén con la forma de un lagarto. Huelga decir que es un animal de profundo simbolismo: desde el paganismo y el culto a la sierpe, que parece que rodea la ciudad como la muralla, hasta el cristianismo y la victoria de la Virgen sobre la serpiente, a la que pisa la cabeza, el símbolo ha permanecido, aunque en diversas interpretaciones. La leyenda del lagarto aparece directamente como cuento maravilloso, pero ha pasado al acervo del folclore y de las paremias locales, pues incluso la recogen frases hechas y proverbios que hacen alusión a ese gran lagarto que fue vencido merced a una interesante treta, o varias, como veremos. Los escritores y cronistas de la ciudad y su provincia, notablemente Juan Eslava Galán, que tituló un libro con este motivo, han indagado en los orígenes de esta curiosa leyenda que recoge un tema universal acreditado en los grandes repertorios de las narraciones del folklore, como el índice de Aarne, Thompson y Uther.

El cuento es como sigue: había una vez un descomunal lagarto, a modo de dragón, que aterrorizaba las inmediaciones de la ciudad, desde una gruta en el cerro de Santa Catalina, y fue vencido con astucia por un héroe inesperado. Hay tres concreciones narrativas en torno a la manera en la que se pudo hacer y en dos de ellas fue mediante un explosivo (lo que ha dado lugar a frases hechas como “así revientes como el lagarto de la Malena” y otras semejantes) y a manos de un héroe humilde. La primera versión narra que un preso se ofreció a matar al dragón, pues había tramado un plan para ello, si era liberado de la cárcel. Los ciudadanos, desesperados, lograron que las autoridades accedieran para librarse del monstruo. El preso pidió para ello un saco de panes y otro de pólvora. El rastro que dejaba con los panes logró sacar de la gruta al dragón, que abandonó su guarida para comerlos, y lo dirigió a la ciudad. Luego, llegando a la plaza de San Ildefonso, en vez de uno de los panes le puso el explosivo, el lagarto se lo comió y al lograr prenderlo lo voló en pedazos.

Parece que en la Iglesia de San Ildefonso durante mucho tiempo se expuso una piel de reptil, probablemente de un caimán, según algunos cronistas de la ciudad, y que la historia –que remonta al siglo XVI–, se contamina con la intensa relación con las Américas que tuvo la ciudad en la época de la conquista y de los virreinatos. Una segunda versión narra que fue un pastor el que, cansado de que el lagarto devorará a sus ovejas, mató y despellejó a una y la llenó de yesca para hacer explotar al dragón cuando se comiera a la falsa oveja.

La tercera historia, la única que no tiene a un humilde por héroe, como en los cuentos populares, es más bien de índole caballeresca y acaso recordaba el pasado de las órdenes militares en la ciudad: en este caso fue un caballero, en la estela del mito de San Jorge, el que hubo de revestir su armadura con espejos para que el potente sol de la zona cegara al lagarto: entonces pudo aprovechar para atravesarle con su espada. Esta es la historia –o más bien los cuentos, con sus diversos ribetes épicos o legendarios– que se cuenta sobre el lagarto, y que constituye un tesoro de nuestro patrimonio inmaterial en el marco de la geografía mítica de España.