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Las águilas perdidas de Roma

Santiago Posteguillo cierra su trilogía sobre Trajano con «La legión perdida», donde recupera la leyenda de uno de los grandes desastres militares de Roma: la derrota de Craso en Carrhae en el año 53 a. de C. Los partos aniquilaron a siete legiones y una de ellas desapareció. ¿Qué fue de ella y sus legionarios? El historiador lo desvela.
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Las ruinas romanas, a diferencia de los restos que se conservan de otras civilizaciones antiguas, aún retienen parte del esplendor de su pasado; esa leyenda que le ha dado la historia y que nuestra imaginación, tan proclive a los romanticismos, ha agrandado ante la contemplación de sus monumentos y vestigios.
–¿Qué ocurrió en esa batalla?
–¿En la de Carrhae?
Santiago Posteguillo descansa cerca del foro romano, ese cúmulo de columnas, calles, templos y edificios que una vez fue el centro del mundo.
–Craso, que estaba al mando del ejército de Oriente, fue engañado por los árabes, que condujeron a sus legiones hasta una llanura a través de un territorio hostil y duro. Allí fueron rodeados. Los partos los acribillaron con flechas, pero sin entrar en un combate directo. Incluso previeron un suministro de flechas. Craso mandó a su hijo para romper las líneas enemigos. Los partos fingieron entonces huir, pero en realidad, rodearon a este contingente y lo aniquilaron. Luego regresaron para continuar con su estrategia. A los romanos no les quedó otra opción que retirarse. Los legionarios no estaban preparados y la huida fue penosa. Craso tomó la decisión de abandonar a los heridos, que fueron asesinados. Y, en esa retirada, los partos apresan a una legión.
–Que es de la que habla su libro. ¿Qué fue de ella?
–Según Plutarco, fue conducida a la ciudad fortificada de Merv, que defendía la frontera oriental de la Partia de los hunos. Aquí les perdemos la pista en las fuentes occidentales. Hay que ir al testimonio de un militar chino para retomar la historia. El general Tan lucha contra los hunos y habla de una unidad de mercenarios que pelean con estos y que se le resisten. Describe cómo combaten en unidades militares y que se protegen con sus escudos, que montan como escamas de pez. Se protegen en campamentos con empalizadas y rodeadas de fosos. Un historiador inglés sostiene la teoría de que estos mercenarios eran los legionarios de la legión perdida. Habrían huido para luchar en libertad y se habrían unido a los hunos.
–¿Existen pruebas?
–Incluso los que han criticado esta propuesta, admiten que no pueden refutarla. Hay excavaciones que se han puesto en relación con esta legión. Hay estudios de ADN, en restos de personas con rasgos europeos, pero los datos no son concluyentes, aunque tampoco pueden negar esta teoría. Lo que he hecho, es novelar esta hipótesis.
Posteguillo es un historiador con pulso de novelista; un escritor que conjuga el didactismo y el rigor de los datos con las tramas. Respeta el código de lo literario y las exigencias que impone lo histórico para ofrecer un fresco de la época de Trajano. Describe el ambiente que rodeaba al emperador y los temores del gladiador que lucha en la arena; los movimientos militares de las legiones y la atmósfera de los imperios Parto, Kushan y Chino, fundamentales en la narración de «La legión perdida» (Planeta), el volumen que cierra la trilogía de Trajano.
–¿Qué lección puede extraerse de esta derrota?
–Un líder, no puede ser soberbio. Craso rechaza la ayuda del rey Armenia; la soberbia le lleva a alejarse de las rutas logísticas de las legiones y a infravalorar a sus enemigos; por soberbia toma decisiones equivocadas y no acepta el consejo de los oficiales. Todo eso termina en un fracaso militar de dimensiones épicas que es denominado en la historia como el «error de Craso», el «craso error». En la RAE, si se busca la definición, dice: «Un error indisculpable». También es cierto que en el pecado tuvo la penitencia. Craso vio, primero, morir a su hijo y cómo ponían su cabeza en una estaca; luego, la derrota de su ejército y después cómo cae su propia cabeza.
Posteguillo ha establecido una narración en dos tiempos: la que cuenta los hechos de este desastre, en la época de Julio César y Pompeyo, y cuando Trajano, años más tarde, emprende una campaña en este mismo terreno bajo el fantasma de estas legiones destruidas. En medio aparecen escritores, filósofos, arquitectos, como Apolodoro de Damasco, que construyó el Panteón, la columnas trajana y el mercado Trajano. Un mosaico de personajes que va hasta la emperatriz Deng o el matemático Zang Heng.
–¿Las legiones de Craso eran inferiores, en táctica y estrategia, a los partos?
–No. Lo que sucedes es que el ejército romano, al tener unas fronteras tan extensas, combate con ejércitos diversos que mantienen distintas formas de combatir. Los partos estaban bien preparados para el desierto. En estas situaciones necesitas un mando que sepa leer la batalla. Enseguida, Trajano se dio cuenta de que tiene que minimizar el efecto letal de los arcos. Les dota a sus legionarios de parapetos para protegerlos de las flechas. Después encuentra la fórmula para descabalgar a los jinetes acorazados de sus adversarios y, junto con el arrojo de las legiones, logra su victoria. Pero, para eso, hace falta un buen militar.
–¿Las legiones no evolucionaron durante este periodo?
–Las legiones van evolucionando, pero la última revolución se da con el tío de César y con Julio César. A partir de ahí se mantienen. Luego sobreviene el desastre en el norte del Ring, en la batalla de Varo. De ahí se extrae una lección: no ampliar los límites de las fronteras de Roma. Una idea que se mantiene. Salvo en contadas ocasiones, como sucedió con Trajano, pocos se atreverán a extender los límites del imperio. A partir de ahí se empieza a defender el territorio del imperio, pero usted ya sabe
que la mejor defensa es un buen ataque.
–¿Y la consecuencia fue...?
–Ahí es donde comienza el fin de Roma.