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Liam Neeson: "Empecé en el cine de acción pensando que sería un fracaso"

El actor irlandés protagoniza "Marlowe", junto a Diane Kruger y significando la vuelta al cine negro de Neil Jordan, que adapta en el filme al mítico personaje creado por Raymond Chandler
Liam Neeson: "Empecé en el cine de acción pensando que sería un fracaso" / El actor irlandés protagoniza "Marlowe"
Liam Neeson: "Empecé en el cine de acción pensando que sería un fracaso" / El actor irlandés protagoniza "Marlowe"DIAMOND FILMS
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

San Sebastián Creada:

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La escena podría ser, perfectamente, una especie de secuencia post-créditos de la película. Tras la puerta de un lujoso hotel, una mesa nívea y redonda espera. Y espera. Un buen rato. Desde el quicio, aparece por fin un tipo que a punto está de llegar a los dos metros, de largo pero casi también de ancho, desafiante, con un palillo en la boca. Solo interrumpe su silbido para servirse un agua con gas y, ya aclimatado, pregunta: «Caballeros, ¿les ha gustado la película? Porque si no, podemos arreglarlo en un instante», bromea con una risa sutil, arremangándose la camisa como si fuera a pelearse.
Parece mentira que estemos sentados frente a Qui-Gon Jinn u Oskar Schindler, pero es que, en realidad, lo estamos frente al detective Philip Marlowe. O, al menos, frente a la imagen más viva que el director Neil Jordan ha sido capaz de crear a través de Liam Neeson (Irlanda, 1952). El reconocido actor visitó el último Festival de San Sebastián para presentar «Marlowe», adaptación al cine del mítico personaje nacido en las novelas de Raymond Chandler y que aquí cobra vida siguiendo los códigos canónicos del cine negro.
Liam Neeson en "Marlowe", de Neil Jordan
Liam Neeson en "Marlowe", de Neil JordanDIAMOND FILMS
Así, presentes en la habitación la pistola (la excusa de la entrevista) y el cigarro (el palillo), solo falta la chica. Y es justo ahí cuando entra, sin un solo cabello fuera de sitio, la compañera de reparto de Nesson, Diane Kruger, aquí hija de una famosa actriz del Hollywood dorado (en el filme, Jessica Lange) que desaparece, dando comienzo a una enrevesada investigación que el director de «Entrevista con el vampiro» o «Juego de lágrimas» sabe sujetar, sabe separar de la novela y, sobre todo, sabe complicar lo justo y suficiente para poder mirar desde lejos al melodrama.
«Sí, en cuanto supe que iba a hacer la película quise ver las adaptaciones que se habían hecho antes», explica Neeson acerca de un idilio, el de Marlowe con el cine, que comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial. De entre la decena de películas que ha protagonizado el atribulado detective, quizá la mejor, o al menos la más fiel, sea «Un largo adiós» (1973), dirigida por Robert Altman y con Elliot Gould en el papel principal. Pero si a misticismo, a la capacidad para encerrar al personaje en celuloide y hacerlo icónico nos referimos, la adaptación más mítica fue la de 1949, «El sueño eterno», protagonizada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall. ¿De quién se considera sucesor entonces Neeson? «Pues de ninguno de los dos más míticos. Mi interpretación favorita es la de Robert Mitchum en ‘‘Adiós, muñeca’’. Vi esa película en mi adolescencia y me marcó, diría casi que me llevó a querer ser actor. Era un tipo que conseguía hacer atractivo el oficio. Pero también me gusta mucho el de Gould, en gran parte porque no hay una sola secuencia en toda la película en la que no tenga un cigarro en la mano o en la boca», explica el actor.
Mi interpretación favorita es la de Robert Mitchum en "Adiós, muñeca"Liam Neeson
A su lado, impertérrita, Kruger asiente y se dispone a desgranar su personaje, una «femme-fatale» arquetípica, sí, pero revisada de una manera elegante, como heredera de las que han dado nombre al vicio cinéfilo, pero consciente de su contextualidad: «El guion me pareció maravilloso, me enganchó desde la primera página. También porque mi personaje juega en una división distinta. Es una hija de, sí, pero es directiva de un estudio de cine, no es una dama en apuros. Y todo el misterio de la película no gira en torno a quién amó, por ejemplo. Pero es que además ha sido una película muy divertida, entretenida de rodar, gracias a la ambientación y los decorados, era una experiencia inmersiva», concreta la actriz antes de que Neeson matice: «Es extraordinario como Neil (Jordan) trabaja el misterio. Y cómo lo supo entender Diane, que nunca nos revela quién es realmente su personaje. Eso es increíblemente atractivo como actor».
Sobre la relectura de tópicos, y sobre no hacer en nuestra era un film «noir» al estilo de los de la posguerra, Neeson sorprende con su respuesta: «Es muy curioso, porque gran parte de ese trabajo de actualización pasa por algo, a priori, no tan importante en ese trabajo como es la banda sonora. Pude ver un corte bruto de la película sin la música de David Holmes, pero una vez incluida su banda sonora, la película mejora enteros y, sobre todo, parece contemporánea pese a lo que estás viendo y a la época a la que te está llevando. Y que conste que no lo digo porque es irlandés», explica el nuevo Marlowe, antes de que Kruger lo lleve a la coyuntura, revisión de roles de género mediante: «No creo que tenga que ver tanto con los episodios más drásticos, como el #MeToo, como sí con la mera adaptación a los tiempos. La película no es una declaración política, pero es normal que los guionistas de nuestra época no escriban papeles femeninos como los de los años cuarenta. Es una simple adaptación, no se escribe con miedo, porque eso sería terrible», añade.
Y es que la nueva «Marlowe», hasta contenida en un metraje de 110 minutos, se deja sentir en la gran pantalla como una película de otro tiempo, como un ejercicio neoclásico en el que Jordan vuelca, más que una pulsión concreta, toda su experiencia detrás de las cámaras. Mucho de ello recae, claro está en una pieza de época, en el diseño de producción (obra de John Beard, director de arte de la «Brazil» de Terry Gilliam), pero también en los desempeños de verdad esforzados de Neeson, Kruger y Lange, por fin recuperada para el cine de grandes guiones tras su paso por las series.
«No fue una elección consciente. Fue algo que le debo, realmente, a mi agente y a mi mujer. Había hecho muchas algunas películas violentas, sí, y fui boxeador en mi adolescencia, así que supongo que era algo que tenía que acabar ocurriendo, pero es que nunca me ofrecían protagonistas de acción», explica Neeson sincero sobre su reconversión a héroe del mandoble en filmes como «Venganza», «Sin identidad» o «El pasajero», antes de volverlo anécdota para honrar a Natasha Richardson, con la que estuvo casado trece años hasta el repentino fallecimiento de esta en 2009: «Acompañé a mi mujer a un festival en Shangái, y allí estaba Luc Besson. Allí me contó la idea que tenía para "Venganza", por si se me ocurría alguien, y le dije que me pusiera en su lista. Él se sorprendió, porque no esperaba que yo quisiera participar. Y, de hecho, me lo pensé una segunda vez, porque de verdad creíamos que sería una película lanzada directamente en DVD. Pero eso fue, en realidad, lo que me convenció. Natasha me dijo que me arriesgara, porque si finalmente no iba a cines, se convertiría en un fracaso menor. Y aquí estamos, veintisiete películas después y con un coordinador de escenas de acción y especialista como mejor amigo», termina de contar Neeson.
Con bastantes menos puñetazos por minuto, pero ya con esa pose iracunda hasta abrazada por la persona más allá del personaje, el Marlowe de Neeson es ciertamente más silente, más intelectual, definitivamente más cerebral que sus antecesores en el mítico rol, aquí revisado bajo los ojos de un John Banville que toma prestado al personaje de Chandler: «Quería hacer algo distinto, así que busqué directamente en los libros. Me leí todos los que pude para encontrar a mi propio Marlowe ¿Cómo era ese tipo? Todo ese proceso se completó en cuanto me puse el sombrero. Simplemente se sintió bien, me sentí bien siendo aquel tipo», completa el actor irlandés, estrella incombustible y reconvertida, paradigma estricto, quizá, de ese moderno Hollywood en el que lo más importante es saber renovarse para evitar morir.