Literatura

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100 años del niño rebelde

Las bibliotecas municipales celebran el centenario del nacimiento de Roald Dahl, el escritor que devolvió la imaginación a los pequeños

Roald Dahl encontró en su infancia la inspiración para recobrar el valor perdido de los adultos
Roald Dahl encontró en su infancia la inspiración para recobrar el valor perdido de los adultoslarazon

Las bibliotecas municipales celebran el centenario del nacimiento de Roald Dahl, el escritor que devolvió la imaginación a los pequeños

Antes de Roald Dahl un niño no era más que un bichito bonachón al que había que convertir en adulto a base de palos. El adulto era ese artista feo y sin talento que volcaba todas sus frustraciones en él. «Si yo no puedo, nadie ha de poder», decía. Los niños no eran más que esa misma insatisfacción, falta de talento e imaginación. De los ogros sólo salen ogros, vamos. Pero los libros de Roald Dahl ayudaron a los niños a valerse por sí mismos, a darse cuenta que la estupidez y perversión de los mayores nada tenía que ver con ellos, y que derrotarlos era fácil, sólo necesitaban utilizar lo que los adultos habían perdido, su gran imaginación. Y vaya si los derrotaron. El señor Dahl es el auténtico héroe revolucionario del siglo XX,

Quien no haya leído «Matilda», «Charlie y la fábrica de chocolate», «El dedo mágico» o «Las brujas» en su niñez, también ha sido niño, por supuesto, pero sin piernas ni brazos para escabullirse de las tonterías adultas. Y ese hándicap se paga. El autor más importante de la literatura infantil del siglo XX celebra en 2016 el centenario de su nacimiento, una fecha más importante que el 500 aniversario del descubrimiento de América o el 200 de la revolución francesa, y 2.000 veces más relevante que el 300 aniversario del 1714. ¡Vivan los niños, viva Roald Dahl!

Las bibliotecas municipales, la única institución cultural del que los barceloneses pueden estar orgullosos, han decidido hacer suyo esta fecha y mañana celebran un fórum homenaje al autor de «James y el melocotón gigante». El Espai Francesc Bonnemaison acogerá una jornada en la que se discutirá la obra y el legado del gran escritor inglés.

Dahl nació en Cardiff en 1916, de un padre con un solo brazo que era capaz de hacer malabarismos y una madre joven y tozuda que siempre le inculcó amor y confianza. Como explica en «El niño», su infancia estuvo marcada por una tienda de caramelos. Allí iba con sus cuatro amigos para conseguir sus tesoros y odiar a la arpía y olorosa vieja dueña. Había una gominola que se llamaba Cosquillas, que se decía que llevaba cloroformo y que se daba a los presos para mantenerlos mansos. «¿Y por qué se los dan a los niños?», preguntó Dahl al saberlo. «Es un complot, un complot de los mayores para mantenernos quietos», contestó su amigo. Y tenía razón. Su literatura fue un grito para despertar a todos los niños de su letargo.

Esa tienda de caramelos sirvió de inspiración para libros como «Matilda». Un día, Dahl y sus amigos encontraron una rata muerta y decidieron que, para vengarse de la amargada dueña de la tienda, él dejaría la rata en uno de los botes de caramelos mientras los otros distraían a la buena señora. «Me sentí un héroe, era maravilloso ser tan popular», diría después. Pero algo así no puede pasar sin repercusiones y el golpe que recibió de su director de colegio todavía le dolía con 62 años.

Los dulces y golosinas son la base de toda infancia, el reducto propio en el que los adultos no parecen querer tener acceso. Tanto peor para ellos. Cuando estaba internado en el colegio Repton, la empresa de chocolates Cadbury Chocolates, regalaba a los alumnos con cajas con doce chocolates diferetes para conocer su opinión. Él solía imaginar que le enviaba a la Cadbury la receta de un nuevo chocolate y se hacía millonario. Aquél sueño, años después, sería la inspiración de «Charlie y la fábrica de chocolate».

Porque Dahl decidió que se rebelaría contra la pesadez y el aburrimiento de los adultos y decidió que no quería hacerlo sólo, quería a los niños con él, y se pudo a escribir. «La única compensación de ser escritor es la libertad que da y es por eso por lo que continúa escribiendo, estoy seguro», afirmaba. Gracias por la libertad, nuestro querido Willy Wonka.

Los adultos también lo leen con ansia

No sólo de la literatura infantil vivió Dahl, cuyos cuentos irreverentes, de humor negro y final espeluznante son de lo mejor de la narrativa corta. Colecciones como «Historias extraordinarias», «El gran cambiazo» y, sobre todo, «Relatos de lo inesperado» te recobran la fascinación que de niño sientes cuando ves un monstruo divertido. Una prueba de ello es el cuento «El hombre del sur», que adaptó Alfred Hitchcock en su serie y que rescató el mismísimo Quentin Tarantino en «Four Rooms». Además hay que aplaudir su novela «Mi tío Oswald», otra delicia sorprendente.