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El cómplice inglés del desastre del 98

El historiador Agustín R. Rodríguez destapa el papel del espionaje y de Japón en contra de España

Un grupo de soldados españoles apresados en Manila en 1898
Un grupo de soldados españoles apresados en Manila en 1898larazon

El historiador Agustín R. Rodríguez destapa el papel del espionaje y de Japón en contra de España

Más de cien años después del Desastre del 98, un capítulo clave en la historia de España aparentemente cerrado, el historiador y académico Agustín R. Rodríguez expone una nueva visión de lo vivido en las colonias de ultramar en «Tramas ocultas de la Guerra del 98» (Editorial Actas). Con la falsa idea de que Estados Unidos y España fueron los únicos actores implicados en esta crisis, el volumen apunta al importante papel de otros factores externos: «Tal situación estuvo muy lejos de ser la que realmente se dio, e intentaremos explicar que, en no escasa medida, y seguramente hasta de manera decisiva, factores externos pesaron en el desarrollo y en la suerte de la contienda», prologa el autor. Así, apunta como «sorprendente» que una situación provocada por el estado interno de Cuba tuviera su primera batalla a miles de kilómetros de aquello: frente al arsenal de Cavite en la bahía de Manila (Filipinas).

- Un enemigo en el Pacífico

Un hecho que para Rodríguez no se ha aclarado hasta ahora. Estados Unidos no había mostrado excesivo interés en estas islas hasta que de forma «precipitada e inesperada» se metió en este nuevo enfrentamiento por una potencial colonia, empujado, en cierto modo, por un imperio británico que, consciente de que eran unos territorios perdidos, prefirió la posesión americana a la española. Pero el profesor de la Complutense pone sus ojos en otro cómplice británico: Japón. Éstos sí estaban «interesados en las posesiones españolas del Pacífico, con mucha anterioridad y dando continuas muestras de ello –apunta Rodríguez–, hasta suscitar un más que comprensible temor en las autoridades españolas durante muchos años antes del 98 sobre sus intenciones, y generando toda una serie de respuestas defensivas, desde el plano militar y naval hasta el diplomático». Es por ello que la primera parte del estudio de la obra se centra en la amenaza japonesa. País que quiso seguir la senda imperialista y expansionista de otras potencias y no dudó, presionado por naciones como Gran Bretaña, en recurrir a la fuerza para conseguir sus fines.

Cuba y Filipinas, dos territorios separados por más de 15.000 kilómetros que, sin embargo, planteaban retos similares a España, con la excepción de que «la conducta de los japoneses fue aún más dura y evidente que la de los estadounidenses», indaga el estudio. La guerra chino-japonesa llevó a los segundos a convertirse en limítrofes a las posesiones españolas al hallarse próximas a Formosa y Luzón. Obligando así a la diplomacia española a exigir un compromiso formal de que los avances no afectarían a sus territorios –firmando en 1895 el único tratado de límites rubricado por España en años–. Con la consecuencia de un acercamiento español al concierto de Francia, Rusia y Alemania, en contraposición a la alianza británico-japonesa y mostrando un giro radical a la política exterior llevada hasta entonces en España. Después de ahondar en la influencia japonesa en el 98, Agustín R. Rodríguez dirige su estudio en una segunda parte hacia el análisis de las operaciones navales de la guerra, «especialmente de las planeadas pero que no tuvieron lugar finalmente, y de temas como el espionaje», puntualiza. Con todo ello, el académico concluye que «la derrota no estuvo tanto en la pérdida de unas posesiones en el lejano ultramar, ya en el camino de la independencia, sino en cómo la sociedad española internalizó, y de forma tan profunda como duradera, la propaganda denigratoria de sus propios enemigos y competidores», concluye.

«Las tramas ocultas del 98»

Agustín R. Rodríguez

Actas

300 páginas,

22 euros