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El mago de Oz

larazon

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Judea, Palestina, Israel, seguramente tres nombres para un sueño que puede llegar a ser una pesadilla. Dos pueblos que viven juntos pero siempre separados por la obsesión de que el otro pueblo desaparezca. Y uno recuerda aquel paseo de Kafka con un amigo y cómo éste le preguntó si habría tiempo para la esperanza. Y Kafka le respondió: sí, pero no para nosotros. Del mismo modo, Amos Oz dibuja a sus personajes: siempre viviendo en soledad sus sueños, como ciegos que tantean en una habitación desconocida el trozo de luz que señala el sol en el suelo. Entre Kafka y Camus, y acaso cierta ternura de «El principito», Amos Oz toma al lector de la mano y le planta en un kibutz, durante una noche húmeda, entre personajes que han tirado los dados y estos se perdieron entre la hierba y el suelo mojado. Zafiros en el barro, como en el verso de Eliot.

Espejos separados

«Entre amigos» es un hermoso libro que nos habla de seres humanos sumergidos como Moby Dick en un mar de ideales. Esos pioneros que quisieron realizar el sueño de una sociedad donde todo es común, como si los hombres no estuvieran condenados a tener espejos separados y todos fueran extranjeros para todos. Levantaron los kibutzs, donde todos gobiernan la vida de todos, pero donde, como afirma Amos Oz en este libro: «La sociedad kibutziana no tiene ninguna respuesta para la soledad». Porque en sus libros, el autor, cofundador del movimiento pacifista Paz Ahora, siempre intenta contarnos que lo importante no es ser judío o palestino, sino ser personas todas diferentes enfrentadas a la vida, a la muerte, a los sueños, al amor...Quizá por eso escribió «El fanatismo», hablando de ese sentimiento como un gen del mal. O «Una pantera en el sótano», en donde describe la amistad durante el mandato británico de dos aparentes enemigos: un chico judío y un policía británico. Amos Oz nos narra en «Entre amigos» ocho momentos en un imaginario kibutz de Israel: desde un hombre que contaba siempre las malas noticias que leía en la prensa a cómo un zapatero enfermo entrega su vida al esperanto y al ideal del kibutz. Niños y mujeres que viven como robinsones aislados en el termitero social del kibutz y que nos muestran el otro lado del espejo, donde los tigres devoran los ideales y sólo dejan la piel y el corazón de las personas.