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Escribe rápido, muere joven

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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En los últimos años se ha ido revalorizando la obra literaria de Félix Francisco Casanova (Santa Cruz de la Palma, Tenerife, 1956-Santa Cruz de Tenerife, 1976), un escritor de singular precocidad creativa, cuya temprana muerte le acabaría dando un aura de atractiva juventud perpetua, combinada con el contestatario malditismo que destila buena parte de su original escritura. Hijo del poeta vanguardista Félix Casanova de Ayala, fascinado por la transgresora música rock, imbuido de la perturbadora imaginería surrealista, su obra cabe inscribirla también en una atmósfera isleña de telúrica y avanzada creatividad, con sagas familiares como los Padorno o Millares, y bajo la ascendencia del magistral Pérez Mínik. Pero su prematura muerte, que tanto recuerda a la de Jorge Folch, el jovencísimo poeta de la generación de 1950, no debe desdibujar la madurez de una literatura heterodoxa, visionaria e inclasificable. Aunque se reconocen en ella la influencia de Rimbaud, Baudelaire o Kafka, se trata de un estilo básicamente espontáneo e instintivo de una visceralidad entusiasta y sombría a la vez. Tras la reciente y parcial publicación de alguna de sus más señaladas creaciones, contamos al fin con las «Obras completas» en una excelente edición al cuidado de Francisco Javier Irazoki y que cuenta con un esclarecedor prólogo de Fernando Aramburu, abundante material fotográfico e inmejorable realización tipográfica. Hallamos aquí una peculiar novela como «El don de Vorace», la historia de un suicida que sobrevive en una existencia metafórica y alucinada, trasunto simbólico de una desconcertante inmortalidad; un amplio conjunto lírico que va desde «El invernadero», poemario escrito a los dieciséis años y que supone la vulneración surreal del modernismo, hasta el estallido caligrámico de «7 simios», pasando por el soterrado autobiografismo de «Una maleta llena de hojas», la impronta contracultural de «Agua negra» o el sesgo onírico de «Cuello de botella».
Larguísimo rock
En el prólogo poético el autor formula un deseo: «¡Ojalá sean estos poemas para la / reencarnación!». De algún modo se cumple la aspiración con este volumen, que incorpora además tres cuentos, un apasionante, forzosamente breve pero intenso diario íntimo, «Yo hubiera o hubiese amado», y un interesantísimo apéndice documental en el que figura una entrevista al autor, dos días antes de su muerte, y con el expresivo titular de «Mi vida es rápida, triste y alegre como un larguísimo rock». Las luminosas expectativas que generó en su día la truncada obra de Casanova se ven sobradamente confirmadas en estas páginas reveladoras de su impulsiva y torrencial expresividad surrealista, de su acuciante mirada quimérica y de su lúdica percepción de una inquietante realidad. Su padre evoca así tan irrepetible personalidad literaria: «Félix Francisco se nos fue con una maleta llena de hojas en blanco y su enorme poder de creación poética». Esta lírica exhibe una característica figuración irracional, sin ocultar su entrañable y cercana humanidad.