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Homero, como la vida misma

larazon

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En su ya clásica definición de clásico, escribe Jorge Luis Borges «es un libro que las generaciones de los hombres, urgidos por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad». Y podríamos añadir que el clásico es totalmente inmune a los eruditos y abierto a que todo tipo de personas, de muy diversas épocas, encuentren razones, más vitales que literarias, para no sólo acercarse a él, sino también convertirlo en el punto de referencia de sus vidas. Así ocurre, como no podía ser de otra manera, por el clásico de los clásicos en nuestra cultura: Homero. De forma tal vez sólo comparable a Shakespeare y Homero, es un clásico que enseña a vivir. Así lo pone de manifiesto Adam Nicolson que, lejos de los corsés académicos y eruditos, se acerca a Homero como guía existencial desde su experiencia personal. Tras haber conocido sus versos griegos en la escuela Nicolson redescubre a Homero en un viaje marino y en traducción inglesa. La fascinación surge entonces arrebatadora, cuando se da cuenta de que lo que canta el vate griego tiene que ver hasta el tuétano con la vida de cada uno de nosotros. Esta revelación le lleva a leer y releer los poemas de Homero como un elixir y a reivindicar la plena vigencia de ese eterno viaje a través de sus versos. Muchos encontraremos defectos de fondo en la interpretación que hace Nicolson de Homero: dataciones, tomas de posición frente a la historicidad del poeta o al trasfondo de la guerra troyana o del nostos odiseico. Pero no se puede pedir al autor la precisión de un filólogo o un historiador. A mi ver, lo mejor de este libro es la constatación de una experiencia personal con Homero, las comparaciones que le sugiere su lectura con otros mundos, otros ámbitos, y la recreación de algunas de sus postrimerías literarias en la recepción homérica. No busquemos historia o filología aquí sino más bien la reivindicación de un clásico. El Aleph de la vida y la literatura, por concluir con una metáfora también borgeana, es para Nicolson el gran bardo ciego de la isla de Quíos, fuese quien fuera. Si en «Los caminos de la literatura» (Madrid, Rialp, 2015), Luis Alberto de Cuenca confesaba cómo se puede encontrar todo en Shakespeare, aquí queda claro que vivir con Homero es vivir mejor, más sabio y más feliz.