La era de los falsos mitos
Tradicionalmente la palabra «mythos» se opone a «logos» y aparece como un relato oscuro y lejano de los orígenes que habita, como decía el mitólogo francés Marcel Detienne, en el país de la memoria. Pero en lo que no se repara a menudo es en la vigencia con que el pensamiento mítico sigue haciendo funcionar los resortes de nuestro mundo contemporáneo. El mito es, en principio, una narración antigua y transmitida de generación en generación que relata historias sobre personajes legendarios: un sistema que a la vez explica el mundo que habitamos y lo anima poética y simbólicamente. Hace poco Atalanta publicó un libro fundamental para comprender cómo funciona el pensamiento mítico o, como lo llama Gebser, la estructura mítica de la conciencia. Lo mítico despliega la imaginación de la forma más sugestiva y es reivindicado por creadores y estudiosos. Frente a esto, el pensamiento mítico hace alusión a otra acepción negativa e impuesta por la racionalidad y que hace de la palabra «mito» un relato que no necesita justificación de realidad y que tiene una especial fuerza de atracción: así, habla del mito del mercado, de la raza o de las nuevas tecnologías y los disecciona psicológica y sociológicamente. Galimberti propone un «iter» ético y desmitificador de ciertas ideas (mitos) que considera perniciosas para nuestra presencia en el mundo en cuanto «nos poseen». El mito no ha podido evitar esta carga negativa, una connotación de falsedad o de historia inventada.