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La fascinación del lado oscuro

La fascinación del lado oscuro
La fascinación del lado oscurolarazon

La nueva intriga policiaca de Tawni O’Dell marca otra de las derivas del thriller psicológico como pretexto de un tipo de literatura mestiza. Cosas de la posmodernidad, seguramente cayendo en la hipermodernidad, ese lugar donde la literatura que antaño se ceñía a los géneros ha implosionado convirtiéndose en un «cajón de sastre» temático en donde todo anda revuelto y confundido. Una caja china en la que ora la clásica novela negra pierde la lógica interna para fundirse con un nuevo costumbrismo, ora la literatura gótica renace de las cenizas del romance menos desplazado. Desde que aquélla tomó el poder literario hegemónico como género de géneros, con valores culturales y sin una intriga policiaca, han ido perdiendo espacio hasta quedar arrumbadas en las estanterías del prestigio que hoy solo sancionan la crítica y las Universidades.

El «imperio de lo efímero», de Lipovetsky, no ha dejado títere con cabeza ni en la literatura de élite ni en la popular, extendiéndose al arte contemporáneo, objeto absurdo museificable, junto al cine de arte y ensayo, tan zombi como el teatro y la ópera, cuyos prestigios culturales apenas reviven con subversivos electroshocks y dosis continuadas de desfibrilador, que ya no provocan a nadie. En ese anaquel dorado se dan cita la eterna propuesta de la «gran novela norteamericana», los autores exóticos herederos del realismo mágico y excéntricos como Houellebecq. «C’est tout». El resto es un «quiero y no puedo», intentos fracasados de recuperar la novela de ideas bien escrita por y para una clase media intelectual culta o semi culta y formada que los excesos contraculturales de la modernidad fueron dinamitando hasta hacer extraordinarios tanto a Camus como a Unamuno y Zweig.

Pobreza y sordidez

En otra época, Tawni O’Dell hubiera sido una excelente novelista de corte realista y social, atenta a las oscuras historias de pueblos pequeños de Norteamérica centradas en la pobreza, la sordidez y el melodrama rural. Nos referimos al tipo de «malqueridas» benaventianas pasadas por el tremendismo de Steinbeck y el teatro de Tennessee Williams y sus mujeres insatisfechas, marca de la literatura de la escritora, obsesionada por la familia disfuncional y sus relaciones violentas. En cuanto al crimen, el asesinato de una joven da pie a la investigación policial de la comisaría Dove Carnahan, que pondrá patas arriba las relaciones promiscuas de dos familias de un pueblo de Pensilvania narradas en paralelo, como un espejo cotidiano que refleja la condición humana.

Que la intriga policiaca sea accidental, que gran parte de la novela la dedique a describir con hondura y meticulosidad a los personajes que habitan su mundo literario y que, de vez en cuando, vuelva sobre la trama policiaca hasta resolver el asesinato hace pensar que la autora ha tomado prestada la intriga psicológica y criminal para contar un cuento moral que de no estar inscrito en este género se perdería en el marasmo de la novela literaria. O’Dell es una gran escritora. «Ángeles en llamas», una excelente novela. Los personajes, fascinantes. Y el mundo fabulado, tan sórdido y éticamente reprobable que a pocos lectores les gustaría regresar a él.