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Margallo epistolar

larazon

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Gregorio Mayans, uno de los grandes ilustrados españoles, aseguraba que el género epistolar debía parecer la conversación de dos hombres cuerdos, sin descuido y sin pulir. Frecuentemente, ha sido utilizado como un medio para dar a conocer ideas políticas, proyectos, o bien reflexiones sobre una situación histórica. Manuel José Quintana, exquisito poeta lírico y uno de los padres de nuestro primer liberalismo, intercambió unas cartas con Lord Holland, protector inglés de los exiliados españoles, que son hoy uno de los mejores testimonios del problemático Trienio constitucional (1820-1823). Por eso, la historiografía agradece la revelación de las cartas personales de los mandatarios políticos.
El libro de García-Margallo, actual ministro de Asuntos Exteriores, no es un diario ni unas memorias; se trata de una colección de reflexiones en forma de epístolas «sobre el país, sobre el mundo, y sobre el lugar que España ocupa en el mundo», como dice Mariano Rajoy en el prólogo. El propósito del compilador es demostrar que la política interior es incomprensible sin conocer la exterior, marcada, a su juicio, por la globalización. En consecuencia, comienza con unas misivas explicando la misión del diplomático, continúa con la correspondencia mantenida con Aznar, González y Zapatero para mostrar la continuidad en los grandes temas, y luego recorre los últimos cuatro años de gobierno, dedicados a la «Marca España».
En los textos se palpa la idea de una España democrática basada en el consenso, dentro de la Unión Europea de la libertad, puente con Iberoamérica, y aliada sólida de Estados Unidos. No se le escapan, tampoco, las cuestiones sobre la estabilidad en Oriente Medio –con cartas interesantes de Javier Solana, Shlomo Ben Ami y Bernardino León–, Gibraltar, el papel de Rusia, y lo que llama el «dilema de Cataluña» y su sentido de la unidad de España.