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Mentirosos y texanos

Mentirosos y texanos
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Como dice la propia editorial en la cubierta, estamos ante un «long-seller» de calidad. Cuando se publicó por primera vez en Estados Unidos resultó un éxito arrollador que elevó el arte de la narrativa memorialística a un nivel no conocido hasta ese momento. Fue recibido con entusiasmo por los lectores y la crítica, fascinados por este relato conmovedor de una infancia sesentera en un lugar tan triste que incluso Business Week llegó a votarlo como una de las diez ciudades más feas del planeta.

En ese marco, la autora toma el impulso confesional de una ficción literaria hasta elevarlo a rango de narrativa del milenio. Con una cualidad híbrida nos guiamos a través de la mirada de una niña del este de Texas que vive en un hogar disfuncional e intenta desesperadamente comprender a su familia y entenderse a sí misma. Un padre alcohólico que ocupa todo su tiempo en juegos de mesa en un local, una hermana con problemas sociales y una madre con un sinfín de matrimonios a sus espaldas son el caldo de cultivo de esta versión kafkiana de «La casa de la pradera». Nadie habla en estas memorias salvo la narradora, a quien también es imposible dar todo nuestro crédito lector cuando nos presenta un núcleo familiar que ha convertido la mentira en una forma de arte. Tanto es así que el ávido lector terminará viendo en la madre al centro neurálgico de la historia.

Secreto corrosivo

Marie Moore Karr, que así se llama, es un enorme enigma que por su misma presencia o su silenciosa y furiosa pasión domina la casa a merced de un secreto corrosivo. Es un misterio, incluso, para los seis hombres con los que se ha casado y divorciado, incluyendo a «papá», con quien se desposó dos veces. Para completar el cuadro, el citado club de los mentirosos no es otra cosa que un lugar donde los hombres se reúnen para jugar dominó y ahogar sus penas en alcohol. La pequeña escritora será testigo de todo ello. Aunque el progenitor de Mary Karr es un hombre normal, es su mujer quien asume una dimensión enorme y sofocante... Dejando a la libre interpretación de sus hijas el intento de traducir sus silencios y «el rostro de Madre con esa mirada de mil yardas» que la escritora solventa con un tono narrativo elegíaco. El matrimonio tiene sus momentos de ternura y felicidad, pero la mayor parte del tiempo resulta desgarrador, ruidoso y autodestructivo. Cerca del final del volumen, la propia autora reflexiona sobre la liquidación de su relación de adulta con su padre, otrora cercana pero ahora remota. Aunque ninguno sabe los motivos, el tiempo y la distancia han dejado un fláccido su vínculo: «Con el paso de los años, papá y yo nos volvimos abstractos el uno al otro, nos conocíamos en teoría y amábamos en teoría...». Este libro es una contribución salvaje a los anales de la niñez americana. Mary Karr fue violada por un adolescente cuando tenía 8 años y más tarde asaltada sexualmente por alguien de su confianza. Una memoria de alta literatura escrita con agallas. Que alguien que haya vivido algo semejante sea capaz de hacer un libro así merece un aplauso literario.