Pilar Eyre o la pasión francesa
La autora fue finalista del Premio Planeta con «Mi color favorito es verte»
Esta es la crónica de un «amour fou» que ha valido un Planeta. Una pasión vivida durante tres días con sus noches que provocó en la autora un sentimiento tan intolerable que no tuvo más remedio que contarlo vertiendo en cada párrafo buena dosis de sal sobre la herida del desamor, hasta deshojar las más de trescientas páginas que componen la novela. Drama, comedia, cotidianidad e intriga que deja por el camino invaluables reflexiones acerca del cuerpo, de la madurez, la soledad o el amor. Esos son los puntos cardinales de este relato en el que la narradora aplasta a la periodista, y ambas, a la mujer. Todas ellas «son» Pilar, la compañera de medios y novelista de best sellers históricos que una noche en la Costa Brava conoce a Sébastien, un corresponsal de guerra francés extremadamente magnético. Setenta y dós horas serán las que apuren sin que se nos escatime goce, sensualidad, empatía e ilusión. Pero Pilar se verá arrastrada hacia la desesperada búsqueda de su amado cuando éste desaparece, siguiendo un rastro de baldosas ambiguas y desconcertantes. Si conocíamos el género chick-lit de la mano de la autora de «María la Brava» nos adentramos en lo que podríamos bautizar como «middle-aged lit» donde la pasión desbocada atañe a dos amantes maduros, evidenciando lo transversal del ardor carnal. El sello «Eyre» viene de la mano de una buena dosis de humor que alivia sin anestesiar. Coherente con su oficio, la periodista que gobierna su pluma con mordacidad desgranando las vidas ajenas en su faceta de cronista no se contiene a la hora de retratarse a sí misma. El resultado de su autoexamen es corrosivo y delirante.
Cortocircuito
En una secuencia temporal semejante a la que vivieran Clint Eastwood y Meryl Streep en «Los puentes de Madison» se desarrolla el romance entre Pilar y Sébastien del que la autora alerta acerca de su composición: un 98 por cierto de realidad y sólo dos de invención. El trayecto es un cortocircuito entre los sentidos, sus límites y la cantidad de vidas que pueden salvar las ficciones o las «autoficciones». Tras la lectura será difícil que dejemos de sentirnos cuestionados acerca de nuestra propia experiencia, de la división entre la carne y esa turgencia que denominamos alma, como si tuviéramos dos pasaportes de países en plena guerra fría. Por eso logra tocar la médula de lo que todos somos en primer o segundo grado.... Mientras es una superviviente la que habla.