La guerra contra Occidente: la resistencia
Todo lo que se pueda relacionar con la tradición occidental, sea positivo o no, es digno de desdén y reprobación... En esta obra, Douglas Murray invita a reflexionar sobre este evitable y constante debate revisionista
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Tras el exitazo incontestable de «La masa enfurecida», vuelve Douglas Murray con un nuevo ensayo que no decepciona: «La guerra contra Occidente» (Península). Con el elocuente subtítulo de «cómo resistir en la era de la sinrazón», Murray, reconocido periodista y escritor británico, colaborador en diversos medios (desde «The Sunday Times» a «The Wall Street Journal», entre otros) aborda en este libro cómo el actual movimiento antioccidental, cuya retórica atenta contra sus ideales y valores, es jaleado y abrazado por personas cargadas de buenas intenciones que contribuyen, desde el engaño al que se someten, a mantener la farsa. ¿Quién se beneficia del fraude intelectual que supone el actual discurso semánticamente corrompido y del clima de guerra cultural? El autor lo tiene claro: «Los académicos deshonestos y las tiranías, felices de que el mundo desvíe la mirada de sus propios actos».
Desde hace más de una década, Douglas Murray se ha ocupado de reflexionar sobre este tema y de tratar de comprender (y ayudarnos a nosotros a hacerlo): en 2017, con «La extraña muerte de Europa», el autor ya abordaba los cambios, muchos de ellos culturales, que en Occidente estaba provocando la migración masiva; en 2019, con «La masa enfurecida», en el que se atrevía a chapotear desprejuiciadamente en el charco que supone, hoy en día, cuestionar lo más mínimo los movimientos y las políticas identitarias. Tanto en uno como en otro, y también en este último, uno de los rasgos que llaman la atención del autor y que son comunes en esta guerra, como él la llama, en que nos vemos inmersos, es el de la perversión del lenguaje de las ideas que ha llevado a que, como señala, «las palabras ya no significaban lo que habían significado hasta poco antes. Muchas personas hablaban de igualdad, pero no se las veía preocupadas por la igualdad de derechos. Hablaban de antirracismo, pero parecían profundamente racistas. Hablaban de justicia, pero daba la impresión de que querían decir venganza».
A lo largo de este ensayo se desgranan las distintas facetas que abarca esta guerra cultural que es, en realidad, la guerra contra Occidente. Una al servicio de la cual se están poniendo toda la maquinaria social: la academia, el sistema educativo, los medios, las instituciones, la política... Todo aquello que se pueda relacionar con la tradición occidental, independientemente de si ha sido positivo o de si, siendo negativo, ya se ha superado y rectificado, todo, digo (dice) es digno de desdén y reprobación.
Por eso no tiene este volumen la pretensión de historia de Occidente, ni de golpe en la mesa final que zanje el debate, ni de manual de supervivencia para desencantados siquiera. Se trata, más bien, de la invitación a emprender un viaje con el autor a través de las reflexiones y los hechos que se encuentran frente al discurso imperante y que se quieren acallar e invisibilizar. De la reivindicación de abrir el debate y que también los que disienten puedan ser escuchados en lugar de enviados al rincón de pensar de los malvados, los desinformados o los incapaces, acusados de partidarios de todo mal. Siendo optimistas, incluso podría ser la mirilla que permitiese a alguno de los buenistas cándidos, uno especialmente curioso y desprejuiciado, asomarse al otro lado y poder contrastar los argumentos del contrario y comprobar por sí mismo lo endebles que son los que venera. Podría ser un revulsivo para no perder de vista todas las cosas buenas que se han hecho y han nacido en Occidente y que, deliberadamente, se tratan de denostar elevando a mucho más trascendentales todos los fallos que se hayan podido cometer a lo largo de la historia (solo por Occidente, no lo olviden). Todo eso podría ser y también un acompañamiento para los que en algún momento nos hemos sentido muy solos en esto, agotados incluso. Incluso la defensa necesaria para resistir frente al ataque, escudo ante el envite de una facción enloquecida de la izquierda que parece empeñada en arrastrar consigo a toda ella en su feroz carrera hacia... ¿dónde? ¿Qué se pretende con este ataque obsesivo e insaciable? ¿En qué nos beneficiaría el desgarro de Occidente al que parecen aspirar? ¿Y qué opciones tenemos ante eso? «Diría que solo tenemos un par de opciones», señala en el libro Murray al respecto, «y, en el fondo, son las mismas de siempre. Una consiste en luchar y defender nuestra historia siguiendo una línea clara pero excluyente. La presión acumulada que puede dar pie a esa reacción empieza a ser visible. Conllevaría un reequilibrio brutal pero lógico». Con esto, añade: «Es una vía que acarrea un gran dolor. Además, desemboca inevitablemente en un conflicto que solo puede resolverse por la fuerza. Es una opción que conviene evitar a toda costa». Se inclina Murray, pues, por propuestas en la línea de las del escritor estadounidense Thomas Chatterton Williams, al que cita, y que aboga por «averiguar cómo hacer que nuestras realidades multiétnicas funcionen».
Presentar batalla
Uno de los grandes proyectos intelectuales a enfrentar por nuestra sociedad sería, para él, el de «desarrollar una imagen de nosotros mismos lo bastante sólida y flexible como para reconocer la importancia de las identidades grupales heredadas y, al mismo tiempo, atenuar, en lugar de reforzar, la medida en que dichas identidades pueden definirnos». «La historia», afirma Murray, «está del lado de Williams». No es, pues, este un libro que dé por perdida la guerra. Tampoco es uno falsamente optimista: no está ganada, ni de lejos, y va a ser difícil conseguirlo. Pero es necesario presentar batalla, defender los ideales, los valores, la cultura y la historia de Occidente para que sobrevivan. Y no olvidar que el enemigo no es solo el que asedia desde fuera, está también dentro. En la excesiva indulgencia de algunos, por ejemplo, con posturas que son abiertamente antidemocráticas pero que, por descansar sobre causas justas, se pliegan a ellas. Y en la maledicencia de los que sacan rédito de todo río revuelto, aun tirando en el camino piedras sobre su propio tejado. «Todos los aspectos de la tradición occidental están bajo ataque», sostiene el autor. «La tradición judeocristiana, que fue la piedra angular de la tradición occidental, se halla particularmente expuesta y denostada; pero también la tradición secular e ilustrada que posibilitó un florecimiento en la política, las ciencias y las artes». Y todo eso, claro, tiene consecuencias: «Las nuevas generaciones no parecen entender siquiera los principios básicos de la libertad de pensamiento y expresión». Olvidan lo que enarbolan a la primera de cambio la bandera de los derechos humanos (detente bala de todo intolerante «woke» para abortar el debate y que ninguno de sus endebles argumentos sea confrontado por la razón) que estos también lo son, que la Declaración Universal de Derechos Humanos los ampara. Pese a ellos y ante ellos. Y para todos. Aun a su pesar.
Articulado en torno a cuatro aspectos clave de la batalla que se libra (raza, historia, religión y cultura) este último e imprescindible libro de Douglas Murray aborda las dos cuestiones fundamentales de esta guerra en la que uno de los bandos parece haberse rendido antes de tiempo: por qué se ataca todo lo que representa Occidente y qué alternativas presentan los críticos. ¿A qué se debe que, en tan poco tiempo, apenas unas décadas, la tradición occidental haya pasado a ser denostada y despreciada? «Que el péndulo oscile es inevitable y quizá incluso deseable», señala el autor en la introducción. «La crítica histórica y el revisionismo nunca están de más. Ahora bien, la búsqueda de problemas visibles y tangibles no debería derivar en una búsqueda de problemas invisibles e intangibles, sobre todo cuando la llevan a cabo personas deshonestas que solo buscan respuestas lo más extremas posibles. Si permitimos que estos críticos malintencionados tergiversen y secuestren nuestro pasado, el futuro que construirán no tendrá nada de armonioso. Será un infierno».