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cultura
'Detrás de la puerta': La infancia perdida, no vuelve
El dramaturgo Sergio Martínez Rubio presenta esta obra de teatro, galardonada con el II Premio de Dramaturgia Diputación de Córdoba

Cuenta Sergio Martínez Rubio (Castellón, 1980), que un día encontró una entrevista a una mujer que, junto a sus hermanos pequeños, fue enviada por su madre en un tren a Rusia desde su pequeño pueblo del norte de España para escapar de los horrores de la guerra y eso le dio la idea. La historia de “Detrás de la puerta” (Berenice), II Premio de Dramaturgia Diputación de Córdoba, es la de tres hermanos, de entre seis y doce años, separados en medio de un conflicto bélico.
Las guerras traen siempre muerte, destrozos familiares y separaciones dolorosas, y si son de niños, mucho más. “Pero no quise decir dónde pasa, ni que fue algo ocurrido hace 70 años y ya, porque es tan actual, como vemos en Gaza, Ucrania o África, que no evidenciar el lugar era una forma de hacer la situación universal”, significa Martínez Rubio, autor, actor y director de teatro.
“Me imaginé cómo podría haber sido aquella historia y quise contarla a través de su mirada de niños, buscando incluso recuerdos en mi propia infancia”. La guerra hace aparecer lo mejor y lo peor del ser humano, la represión, la dignidad de quien no quiere delatar, el que lo hace por odio o miedo.
“Al final siempre hay un instinto de supervivencia y la adaptación de la gente a lo que sucede no deja de sorprendernos. Destaco la pureza de los niños, que pueden estar pasando lo que sea, una guerra, una dana, pero al final solo se preocupan de jugar, vivir y crecer. Llama la atención que en medio de cualquier desastre siempre sacan imágenes de niños jugando porque la vida se abre paso”, afirma el autor.
Cuando tuvo clara la historia que quería contar y el punto de vista, surgieron tres temas que quería impregnasen toda la obra: el silencio, la identidad y los recuerdos. “Está atravesada de silencios, a veces como forma de supervivencia. Durante años una parte del pasado no existía en nuestra sociedad, la guerra era tabú para mi padre, no se podía hablar. Nunca nos explicaron nada porque su infancia también estaba afectada”.
En cuanto a la memoria, “me llama la atención su fragilidad. Siento fascinación por los recuerdos compartidos, cómo un mismo hecho vivido por varias personas es recordado de forma distinta. La memoria es un relato también –asegura el escritor–, vivimos algo que luego contamos y después, lo que recordamos no es lo vivido, sino lo que hemos contado. Los recuerdos, al final, no son más que fragmentos de realidad que el tiempo y la narración han ido distorsionando. Por eso es un relato, al final acabas creyéndote que lo has vivido como lo has contado, pero realmente se ha ido modificando según los interlocutores”.
Y prosigue: “Otra cosa que me fascina de ella es cómo funciona en cada uno, me han pasado cosas cruciales que han supuesto un antes y un después en mi vida, y al contarlo a la persona con quien compartiste la experiencia, ni se acuerda, y me parece increíble”.
Treinta años después, uno de los niños vuelve al pueblo para encontrarse con sus hermanos, de los que no ha vuelto a tener noticias. Necesita comprender qué ocurrió aquellos días y recobrar los momentos compartidos en su infancia, necesita entender cuál es su verdadera identidad, pero la reacción de los hermanos es distinta. Dentro de ese juego de identidades y recuerdos, hay personajes sin nombre como forma de hacerlos cercanos. “La idea es hacerlos universales, 'madre', en homenaje a toda esta generación de madres que son las grandes olvidadas de los conflictos bélicos, o 'abuelo'. Otros tienen nombre, como el padre o el delator, que es una forma de alejarlos”.
En cuanto a la línea del tiempo, hay momentos que van hacia adelante y hacia atrás a modo de “flashback”. “Es una de las premisas que me puse –explica–, quería hablar de cómo se generan los recuerdos y van creando nuestro relato. Decidí escribir intentando recuperar la forma en que funciona nuestra memoria, que nunca es de manera cronológica, sino dando saltos en el tiempo, quería que la construcción de la historia fuese siguiendo la forma que tenemos de recordar”.
Incluso hay momentos donde se mezcla el mundo de los muertos y los vivos. “Para mí era una forma de decir que la gente que muere no ha desaparecido, sino que también está presente en su ausencia”. Y concluye. “Realmente, la obra es un juego de tiempos, de espacio y de realidades. Ahora solo falta subirla a un escenario”.
- 'Detrás de la puerta' (Berenice), de Sergio Martínez Rubio, 144 páginas, 15 euros.
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