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Libros

Marcos Chicot: "Soy un vampiro que va a la Feria a chupar la energía de sus lectores"

El finalista del Premio Planeta 2016 "cierra el círculo" de sus 'Asesinatos' con otra trama histórica en la que encuentra a las personas que se esconden detrás de los mitos; en este caso, Alejandro Magno y Aristóteles

El escritor Marcos Chicot
Marcos Chicot tiene una costumbre cuando llega la Feria del Libro de Madrid: ir mañana y tarde a la caseta (la número 68) de la librería ÁureaPlaneta

No quedaba otra. Tras Pitágoras, Sócrates yPlatón, solo quedaba esperar a que cayera el siguiente, el "Filósofo", Aristóteles. Le ha costado más de lo esperado –"llevo tres años diciendo que llega al año que viene"–, pero ya está aquí el libro con el que Marcos Chicot "cierra el círculo", dice casi resoplando: "Hasta ahora no tenía la sensación de tener la obra completa".

El que fuera finalista del Premio Planeta en 2016 ("El asesinato de Sócrates") ha presentado su nueva novela con una fiesta casi dionisiaca. Solo faltaron los digestivos. Allí, entre ramas de olivo, zumos, infusiones, higos, dátiles, queso, tomates, pistachos, nueces... yacía el escritor madrileño, radiante, tras dar a luz a un nuevo retoño, "El asesinato de Aristóteles".

Justifica ese "retraso" por su obsesiva perfección: "Me puedo tirar un mes para terminar un párrafo", afirma un hombre que "jamás" modifica un dato histórico. Chicot convierte "el conocimiento en trama" y se toma las licencias justas, las "históricas", asegura. "Solo intento hacer el trabajo de psicólogo e historiador". Escribe con el empeño de que su mundo clásico "sea el mejor, el más real", pues es "esa parte divulgativa", sostiene, "la que me llena". En esta ocasión, el personaje a seguir, a diferencia de lo que nos pueda anticipar el título, es "una figura inmensa" como la de Alejandro Magno, discípulo (ahora sí) del padre de lógica, la biología y la filosofía de la ciencia: Aristóteles.

Sumario: "Quiero lectores con ojeras, que no encuentran el momento de dejar la novela"

Aunque Chicot no centra este final de la época clásica y comienzo del helenismo en lo que él mismo define como "el ídolo", que "es una persona común recubierta de admiración ajena", "lo que me interesa es la persona, qué hizo y quién era", explica un escritor que, como psicólogo que es de formación, sienta a sus personajes en el diván: "Les hago las mismas preguntas que haría a mis pacientes. Me ayuda a saber cómo se van a comportar. Trabajo mucho este aspecto e intento conocerlos muy bien. Es lo que más estudio en la documentación histórica".

Y una vez que sabe por dónde van a salir sus protagonistas, Chicot se traslada al cuerpo de su lector. "Me gusta pensar qué va a ocurrir en sus cabezas y corazones". Es ahí cuando, comenta, desarrolla su "visión cinematográfica" de la novela. "Eso luego se transmite. Incluso me han llegado a comentar que personas ciegas de nacimiento eran capaces de visualizar mis descripciones".

Todas esas descripciones las mastica el autor casi a diario por el parque del Retiro. En esos paseos es en los que termina de pergeñar las tramas y los personajes, pero también tiene tiempo para soñar con otro de los acontecimientos del año en este bosque urbano, la Feria del Libro, pues es el único autor "que va mañana y tarde" durante las dos semanas que dura la cita, puntualizan desde Planeta. "Siempre en Áurea", asiente el autor sobre una librería especializada en Grecia y Roma.

Desde allí comienza su malévolo plan... "Soy como un vampiro que va a la Feria a chupar la energía de sus lectores para los meses de soledad. Los quiero con ojeras, que no encuentren el momento de dejar la novela", ríe quien tiene "un objetivo" claro: "Enganchar y que se aprenda sin esfuerzo y sin darse cuenta". Chicot pincela las páginas y "son ellos los que viven un viaje al pasado que no se ha inventado este escritor", advierte.

El destino que marcan los dioses

Aristóteles y Alejando Magno, maestro y discípulo, son los dos grandes protagonistas de una novela que, como las anteriores, es un "gran fresco" en el que aparecen muchos otros personajes. Cuando da comienzo el relato, Alejandro tiene 21 años, ya es rey y va a iniciar la campaña de Persia. Se encuentra con su mentor, al que hace tres años que no ve, y le pide que le acompañe, pero este quiere cumplir su sueño de levantar la escuela de filosofía en Atenas. "Cada uno", acepta el Magno, "tiene un destino designado por los dioses".

Más de una década después, ya pasado el prólogo, Alejandro ha culminado con éxito su empresa y Aristóteles tiene su Liceo, aunque este no cuenta con el respeto unánime de sus conciudadanos, principalmente, por haber sido maestro de un hombre al que consideran enemigo: "Alejandro había conquistado la mitad del mundo conocido y sometido a Grecia y a sus ciudades estado. Todo, en solo diez años, muy rápido, y con un ejército muy inferior en número. No había nadie que pudiera ponerle resistencia", explica Chicot de un líder "menos influido por Aristóteles de lo que se piensa". "Tenía una visión única de cómo gestionar el imperio que no compartían ni sus amigos ni su cúpula. No quería vencedores y vencidos, sino unir continentes a través de relaciones de parentesco; él mismo lo hizo con la hija de Darío". Así, para Marcos Chicot, el "Filósofo" influyó en el gran rey de Media y Persia "en su manera de pensar. Le ayudó a pensar antes de actuar. Alejandro Magno reflexionaba muchísimo".

Una pausa que quizá vendría bien en los tiempos actuales, época con la que, según el novelista, es "inevitable" trazar una relación: "Es la cuna de nuestra civilización. Tenemos la misma manera de enfocar el mundo que estos filósofos. Aristóteles se ocupó mucho de los valores, la ética, la virtud en el punto medio, cómo buscar la felicidad, sentirse realizado... Somos animales sociales y políticos. Y aquello, como la primera democracia que fue, tenía los mismos problemas que existen hoy".

Enfrente de ese "buen hacer" de los Sócrates, Platón y Aristóteles estaban los sofistas, "los demagogos, a los que no les importaba la verdad, solo imponerse". Son "los que buscan el beneficio personal por encima del público" en contra de una frase del maestro que, para Chicot, "resuena hoy": "Los gobernantes tienen el deber de buscar el bien de la mayoría de los ciudadanos". "Aristóteles define el ideal de justicia actual. No ha cambiado. Es la esencia. Estos tres filósofos no solo predicaban con la palabra, también con su vida. Sus ideas eran 'peligrosas', revolucionarias incluso hoy y por eso querían asesinarles", comenta el autor aprovechando los títulos de la saga.

Y ya sí, con ese trabajo concluido la pregunta es casi obvia: ¿con cuál de los tres se queda (pues Pitágoras queda relegado en este Olimpo)? Y el escritor se moja: "Eso es como decir a qué hijo quieres más, pero, como filosofía política, diría Platón por su búsqueda de un gobierno ideal para iluminar a las generaciones futuras; y de Sócrates me gusta la persona, el concepto de justicia".