Literatura

Lorenzo Silva propone en «Púa» un ascenso a las cloacas del Estado

El escritor se adentra en su último libro en el alma de quienes luchan contra el terrorismo

El escritor Lorenzo Silva posa durante la presentación de su novela "Púa"
El escritor Lorenzo Silva posa durante la presentación de su novela "Púa"Carlos Luján Europa Press

Hablando de sus memorias como infiltrado en ETA, Mikel Lejarza «El Lobo», afirmaba que «las cloacas del Estado existen. En España y en cualquier país serio que se precie. Existirán siempre y el que diga lo contrario miente y lo sabe». Tras veinticinco años novelando la historia criminal de nuestro país con Bevilacqua y Chamorro, Lorenzo Silva cambia de registro y publica «Púa» (Ediciones Destino), donde se adentra en el alma de quienes luchan cruzando la línea roja al límite de la ley, «allí donde los fines rectos pueden y a veces deben perseguirse por caminos torcidos, donde se combate por medios ilícitos contra quienes tratan de socavar la convivencia a través del terror». No son pocas las sociedades, incluso democráticas, cuyos servidores han sucumbido a la tentación de buscar atajos delictivos para neutralizar a sus peores adversarios. «Es algo que ha sucedido, sucede y seguramente seguirá sucediendo», afirma.

Sin embargo, Silva opta por no dar nombres ni fechas. «Podría ser alguna cercana en el espacio y el tiempo, pero también podría suceder en otro país, otra época, frente a otros terrorismos. Esa indeterminación me da libertad para fabular, y buscar la esencia de la historia que cuento», ha señalado en la presentación de este nuevo thriller que sale a las librerías «con una tirada de 60.000 ejemplares, siendo la gran apuesta de Destino de este año», como ha señalado su editor Emili Rosales. Púa entró en La Compañía, para vengar la muerte de su hermano muerto casualmente por una bomba terrorista. Ya retirado como librero de viejo, recibe la llamada de un antiguo compañero de correrías para socorrer a su hija en grave peligro. El pasado llama de nuevo a su puerta. «El libro habla de un conflicto moral en el que se ven envueltas las personas y las sociedades –señala–. Me interesó en el plano colectivo, ¿qué sucede en una sociedad para que alguien con responsabilidad tome la decisión de hacer algo tan contrario a un Estado de derecho como infringir sus propias leyes? Y en el individual y prioritario para mí: ¿Qué sucede en las personas que se convierten en el instrumento humano de esas decisiones?». Silva afirma que «la novela está más centrada en los peones que en los cerebros de una guerra sucia». Lo primero que dice el personaje es: «Soy una mala persona». Púa toma decisiones «que no solo le han hecho traspasar la línea de la legalidad, sino también de la humanidad, se ha convertido en alguien dañino que miente, asesina, secuestra, tortura, mata o señala a otros para que maten». Pero a pesar de eso, asegura, «tiene conciencia, me interesaba ese viaje a esa psicología de alguien que no es un psicópata, ni un canalla dasalmado, ni un loco insensato, sino todo lo contrario, lo llaman Púa porque es un tipo inteligente, que tiene capacidad de ver y entender lo que está haciendo».

Operaciones ilícitas

¿La guerra sucia son un bien o un mal necesario? «Habrá quien respondan que son justificables, como el Premio Nobel de la Paz Barack Obama, que ordenó ejecuciones extrajudiciales y operaciones ilícitas. O como el GAL, que había quien celebraba alguna operación exitosa –explica el escritor–, pero a mí me cuesta encontrar una guerra sucia que no se convierta en derrota. Creo que ésta sería un mal innecesario si se pusiera un poco más de esfuerzo, sacrificio e imaginación». A largo plazo «las guerras sucias acaban mal inexorablemente», afirma. «La historia nos enseña que las sociedades que recurren a ella son menos exitosas». Y hay ejemplos, «como los GAL, la guerra de Argelia alimentada por los servicios secretos franceses, las acciones de la inteligencia israelí contra Hezbolá y Hamás, las de Inglaterra contra el IRA o la librada la Edad Media por el control de Jerusalén». En el GAL ocurrieron cosas decepcionantes, «los ejecutores fueron unos chapuzas desastrosos que mataron y torturaron a quienes no debían y desacreditaron la democracia ante miles de ciudadanos vascos». Para muchos, «sus asesinatos han sido el banderín moral del terrorismo vasco durante décadas y lo siguen siendo hoy y eso lo hizo contraproducente, por no hablar de un ministro en la cárcel, y este aprovechamiento propagandístico es un lastre que amenaza con ser duradero». A pesar de esto, insiste Silva, «este no es un libro sobre el GAL», ya que «si fuera lo habría nombrado, no tengo miedo a meterme en charcos, ni temo que me acusen de blanquear su guerra sucia porque esta novela no va sobre eso. Me ocupo de personas que han cruzado la raya y me interesa resaltar que son seres humanos con todas sus contradicciones». Porque, «con el estímulo suficiente, todos somos una mala persona. Todos llevamos dentro un bicho rabioso que podemos controlar más o menos. La mayoría no lo soltamos jamás, o comedidamente, pero en un instante puede desatarse», concluye.