En un lugar de...
El Quijote escrito por IA y en tono eco-feminista
El Instituto Cervantes reimagina el Quijote a través de la inteligencia artificial con una mirada ecologista y perspectiva de género
«En un lugar del opresor Estado español, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía en una casa legítimamente okupada un hidalgo, hidalga o hidalgue –que de su (auto)percepción sexual no tenemos constancia– de los de «tote bag» a lo Monedero, kufiya antigua, bici de segunda mano y galgo (afgano) corredor –por supuesto, adoptado de un refugio o santuario animal «friendly»–. Una olla de algo más de quinoa que de aguacate, humus las más noches, salchichas de tofu los sábados... y algún nabo de añadidura los domingos».
Podría así empezar perfectamente el Quijote que el Instituto Cervantes, según palabras de la propia institución cultural dirigida por mi inefable paisano Luis García Montero, reimagina a través de la inteligencia artificial con una mirada ecologista y perspectiva de género. Ya puestos, para el capítulo de los molinos, don Quijote deconstruido, en vez de gigantes podría ver centrales nucleares y cuando embistiera contra estos desprendérsele de la solapa en la acometida el pin de la Agenda 1630. Sancho no sería «Panza» sino que tendría un cuerpo no normativo, y gobernaría –en diálogo permanente con los colectivos– con una agenda feminista y de derechos sociales la república socialista de Barataria, y el propio Alonso Quijano no se iría a hacer cabriolas a Sierra Morena sino a practicar el mindfulness para desprenderse de sus restos de masculinidad tóxica.
Viene este disparate a cuento de la acogida en la sede del Cervantes en Madrid del proyecto «Aeolia», del artista burgalés Solimán López –al que, por cierto, entrevistó recientemente nuestro compañero Julián Herrero en estas páginas–, que consiste en un aerogenerador de textos alimentado por el viento de los molinos del Campo de Criptana, entrenado con una amplia bibliografía que produce variaciones del clásico «desde perspectivas actuales», signifique lo que signifique.
«El objetivo –explica su autor– ha sido cubrir los cuatrocientos años desde la publicación del Quijote, enfatizando en aspectos particulares y temáticas actuales que inviten a la reflexión de la IA sobre problemáticas contemporáneas como la sostenibilidad, el medio ambiente, la transición ecológica, las perspectivas de género, la desobediencia civil o la crítica anticapitalista». Suena tan apetecible que tal como lo estoy escribiendo no veo la hora de acudir allí.
En fin, lo dijo Andrés Trapiello –quien, con su traducción de la gran obra de Cervantes al castellano actual, encarnó aquel relato borgiano y quijotesco de «Pierre Menard»– en una conversación reciente en LA RAZÓN, y es totalmente aplicable a la obra de Solimán el Magnífico: «Lo de la homosexualidad de Cervantes viene a confirmar algo que ya de antiguo se produce con él: cada época proyecta en Cervantes y en el Quijote preocupaciones propias únicamente del momento. En el siglo XIX hacen a Don Quijote el adalid de la libertad, a principios del XX hacen a Cervantes judío, y en los años 70 con la liberación sexual es cuando se plantea por primera vez su homosexualidad. Son interpretaciones legítimas pero que añaden poco o nada a las obras».