Los enigmas de Tàpies
El museo Guggenheim de Bilbao ina-uguró ayer una exposición que muestra el recorrido vital de Antoni Tàpies por la escultura, desde una de sus primeras piezas hasta la última, un trillo rotulado con una fórmula matemática incomprensible y una cruz horizontal, que insinúa que en la vida no es tan sencillo separar el grano de la paja.
Nada más entrar en contacto con las piezas de esta exposición, el cerebro se pone en marcha ante las incógnitas que plantean las composiciones de objetos cotidianos de un tiempo no tan lejano como para que no hayan formado parte de recuerdos de casas de campo durante la niñez de los visitantes. Los platos sencillos que el artista no coloca en ninguna mesa, sino a ras de suelo; la huevera metálica que contiene serpentinas; el armario desordenado que no es igual que cualquier otro armario, porque Tàpies prescindió de las perchas, encastrando la ropa entre las lamas de la madera, invitan a buscar mensajes ocultos a simple vista.
La idea de esta exposición dedicada a la faceta como escultor de Tàpies empezó a fraguarse hace dos años y medio, según explicó el comisario, Álvaro Rodríguez Fominaya. Con la colaboración de la familia se han recopilado obras que estaban instaladas en salones particulares de coleccionistas y en almacenes, además de exhibirse piezas de las que nunca se desprendió Tàpies. Es la cuarta exposición que el Guggenheim dedica al pintor, desde que en 1962 se introdujera la obra del artista al público neoyorquino, pero la primera en la que sólo se muestran esculturas. Con el patrocinio de Iberdrola se han reunido 80 obras y se ha conseguido presentar la evolución del artista durante desde 1964 hasta 2009.
Símbolos sin explicar
El título de la exposición, «Antoni Tàpies, del objeto a la escultura», está relacionado con el hecho de que en los setenta las obras como las que creaba Tàpies se llamaban «objetos», para pasar, ya en los noventa, a denominarse «esculturas». La ambigüedad está muy presente, ya que Tàpies nunca aclaró el origen de algunos signos que se repiten en su obra. Rodríguez Fominaya asegura que está abierto a la interpretación si las cruces que aparecen en los objetos representan la muerte, la cruz cristiana, la inicial de su apellido o la del nombre de su mujer, Teresa. La muestra se inicia con las investigaciones que Tàpies realiza con objetos cotidianos, obras que remiten al arte informal y están en sintonía con otras corrientes como el Arte Povera, pero que también tienen su raíz en el Dadá y el Surrealismo. A principio de los años ochenta se produce un cambio en el proceso creativo que se adentra en el territorio de la cerámica. Chillida desempeña un papel fundamental en este descubrimiento. Con tierra chamoteada, Tàpies realiza esculturas en gran tamaño de objetos como cestos o zapatillas. Sobre ellos, el artista esculpe inscripciones caligráficas por medio de esmeriladores o de los dientes de una llave, signos que en lugar de aclarar agregan misteriosos significados a las piezas. En su madurez el artista pasa de la tierra chamoteada al bronce, representando objetos como libros y cráneos. También investiga sobre la idea del muro, con construcciones realizadas en hormigón refractario. Al final de su trayectoria como escultor, Tàpies alterna recursos técnicos y materiales y genera nuevas perspectivas, pero permanecen fijas las constantes que dibujan su imaginario: los signos, las grafías, las cruces, las matemáticas, lo rural y lo cotidiano.