Sección patrocinada por sección patrocinada

Libros

Lucia Berlin: alcohol, literatura y matrimonios rotos

El hijo de la escritora, Jeff, reúne quince relatos, algunos de ellos inéditos, en «Una nueva vida», y explica cómo trabajaba su madre y superó su adicción al alcohol

Lucia Berlin en 1966
Lucia Berlin en 1966La RazónArchivo

La vida de algunos autores corre perpendicular a las existencias corrientes. No es que braceen contra la corriente, es que se salen de cualquier corriente. Lucia Berlin forma parte de esas escritoras que escribieron su obra con el bulto de sus experiencias. Sus historias son una alquimia perfecta entre lo vivido y la imaginación transformadora de la literatura, quizá porque al pasar lo real por el verbo, lo que asoma es una traducción inexacta, aunque esté contagiada de verdad. En «Una nueva vida» (Alfaguara) se reúnen relatos inéditos de una creadora que bregó con denuedo contra el alcohol, el desamor y no caer rendida por el sueño en medio de la madrugada, que es cuando escribía.

Sus días, salpicados de oficios y de improvisaciones, discurrían con una única meta: sacar adelante a sus hijos. Cuando no se ocupaba de ellos, escribía. Su hijo. Jeff Berlin, salva aquí unas historias que redondean la figura de su madre y dan más amplitud al horizonte vital de la autora de «Manual para mujeres de la limpieza» y «Una noche en el paraíso». «La mayoría de estos relatos estaban perdidos por ahí. No habían sido incluidos antes en ningún lado, aunque sí publicados en 2004, antes de que ella falleciera. Incluye dos historias inéditas. También escribió otros cuentos que se perdieron y que los redactó durante la misma época. A menos que alguien encuentre, no hay nada más. Quedan muchas cartas. Se publicarán más adelante», comenta su hijo, que revela otros detalles.

¿Cómo los escribía?

Escribía principalmente cuando éramos niños. Lo hacía a mano. Empezaba después de cenar. Solía trabajar en el salón. Escribía durante toda la noche. Luego nos la encontrábamos dormida en la mesa del comedor, rodeada de papeles. No creo que pensara en ella como algo artístico. Creo que decía que se encontraba en laescritura. Sentía que las personas con las que trabajaba, o sus maridos, a veces no conocían todas las partes de ella. Con ellos no era capaz de ser como era. Inicialmente, empezó a escribir como una vía de escape para encontrarse consigo misma a través de sus palabras. Es lo que percibíamos.

¿Cómo era vivir con ella?

Siempre fue muy divertida, muy alegre. No era temperamental. No gritaba. Para escribir, la dejábamos sola. Cuando empezó a ponerse en serio con la escritura, ya éramos mayores, no críos y si estaba ocupada nos parecía bien. Pero no se volvía loca, no nos echaba. Era consciente de que era un proceso lento, que no había prisa. Cuando había que cenar, ocuparse de otras cosas que había, lidiaba con ellas, con la vida. Los relatos más duros no los escribió hasta más tarde. La mayoría de ellos versaba sobre la vida que llevábamos, pero para nosotros no era nada que fuera cierto. La primera que leí, cuando era mayor, era una historia de niños. Me identifiqué con ellos. Después me fue enseñando otras cositas. Cuando mudamos a Berkeley, en el 71, me enseñaba las historias que escribía. Tenia doce o trece años,

¿Cuál era su relación con el alcohol?

Es interesante. Hay una evolución. El alcohol parece que le ayudaba. Le encendía la bombillita. Y ella pensaba que se veía a sí misma. Ella necesitaba beber para escribir, pero luego se dio cuenta de que el beber le hacía las cosas más difíciles. Le inspiraba a nivel espiritual, pero no era bueno para escribir; no podía escribir si estaba borracha. Además, una vez que logró estar sobria escribió muchas historias maravillosas en los 80 y 90.

¿Su carácter?

No tenía miedo de las cosas. Siempre se empujaba a sí misma para salir de esa situación, y no estaba necesariamente preocupada por lo que fuera a venir. Ella siempre seguía y siempre usaba el humor. Creo que en cierto sentido, escribir le ayudó a salir y llegar más allá, fuera la situación que fuera. Era una persona que perdonaba, muy tolerante, no guardaba mucho rencor, al contrario que otras personas. Si alguien hubiera vivido esa situación, estaría destrozado por lo que le hubiera sucedido, por la sorpresa, por el drama... pero ella avanzaba y contaba esa historia y todo lo que le había ocurrido.

Se reía.

Tenía sentido del humor. Se trasluce en sus relatos. Yo iba a la escuela donde trabajaba y escuchaba los consejos que daba a sus estudiantes. Eran normas sobre cómo escribir mejor, pero los consejos que me daba a mí, los consejos que le daba a sus hijos, eran que no nos preocupáramos por las cosas. Nunca criticaba, nunca juzgaba. Era bastante liberal en ese sentido, no venía a decir me has decepcionado. No se preocupaba excesivamente.

¿Nunca decía nada?

«No me importa contar cosas terribles si consigo hacerlas divertidas», decía. Es algo que llevó a cabo a lo largo de su vida. Le gustaba hacer las cosas divertidas. Siempre fue una persona honesta y siempre decía la verdad sobre ella misma, aunque ya las frases y las palabras y como las vinculaba con las historias que escribía eran otro tema. "Exagero mucho, y a menudo mezclo la realidad con la ficción, pero de hecho nunca miento", decía. Esto es central al escribir sobre ella misma.

Y, además, madre soltera.

Es cierto. Es increíble. Tenía un problema muy grave con el alcohol, tenía cuatro hijos, trabajos que le duraban poco, salarios mínimos y cierta manera sobrevivir. De hecho, era increíble que lo hiciese. Siempre arrojaba luz sobre todo y nunca se quejaba de nada,

El éxito le llega diez años después de su muerte. ¿Qué diría ella?

Bueno, creo que nos diría: «Os lo dije», porque era una broma bastante común en ella. No nos trató como niños, sino como personas, y la respetábamos. Nos preocupábamos por ella. La quisimos siempre. No les pasó como a otros niños. Siempre la cuidamos, la quisimos y hacíamos bromas con ella. Ahí está la diferencia. Siempre vivíamos en el miedo, en lo próximo que íbamos a vivir, pero ahora pienso en ella, en ese tiempo y cuando miro las fotos de ese pasado, me doy cuenta de que nadie estaba tirado, que todos sonreíamos a la cámara y que tenemos miles de esas fotos juntos. Todos sonreíamos en la foto, pasase lo que pasase... La verdad es que fuimos felices. Así recuerdo todo el tiempo que pasamos con ella, a pesar de lo que trajera la vida.