Maite Alberdi: "Los dolores provocados por una dictadura no se pueden negar"
La directora chilena de "El agente topo" quiere llegar de nuevo a los Premios Oscar con una tierna historia en forma de documental sobre Alzheimer, cuidados y memoria histórica
Madrid / San Sebastián Creada:
Última actualización:
Hace casi cuatro años, la directora chilena Maite Alberdi sorprendía al mundo entero firmando una de las piezas de orfebrería documental más importantes de lo que va de siglo. En "El agente topo", rodada antes de la pandemia pero que encontró en el aislamiento de miles de ancianos en residencias una resonancia universal, la realizadora nos invitaba a colarnos en esas sociedades rotas por senectud, aparcamiento de soledades, en los que se han convertido los centros de mayores. Desde el humor más tierno, y gracias al carisma de su protagonista, la película llegó a estar nominada al Oscar a Mejor Documental, una meta que Alberdi bien podría repetir este año. La realizadora estrena esta semana "La memoria infinita", desgarrador relato de no ficción sobre el Alzheimer, el deterioro de una relación de pareja y el olvido al que está sometida la memoria democrática chilena todavía medio siglo después del Golpe de Estado de Pinochet, sí, pero también sobre la ética de los cuidados, el amor incondicional y la imposibilidad de negar los recuerdos que han devenido en sentimientos.
Alberdi, que atendía a LA RAZÓN en el último Festival de San Sebastián, aborda todo ello en "La memoria infinita" de la mano de la pareja formada por Paulina Urrutia y Augusto Góngora. Ella, actriz de raza y toda una ex-ministra de Cultura en Chile; él, un periodista comprometido, rostro visible y televisivo de la lucha documental por los derechos humanos en su país y que empieza a mostrar signos de la enfermedad que devora recuerdos. El documental nos invita, una vez más y como es habitual en la filmografía de Alberdi (pueden repescar también "La once", 2014), a colarnos en la intimidad de la pareja, desde su convivencia más cotidiana a la más trascendental, obligando a Urrutia a sacrificar parte de su carrera en favor de la persona que se prometió cuidar. Sin aspavientos ni discursos panfletarios, la directora chilena se las apaña para hablar del abandono institucional de los dependientes en su país, pero también para explorar cómo, incluso afectado por el Alzheimer, Góngora sigue cargando en su memoria emocional con las atrocidades que presenció durante los años más duros de la represión militar.
Con la película bien posicionada de cara a la carrera por la estatuilla dorada, y también nominada a los Goya como Mejor Película Iberoamericana, "La memoria infinita" se puede entender como una reflexión sesuda y sentida sobre la senectud y el abandono, pero también sobre las heridas abiertas de un país que siempre ha entendido la necesidad de seguir adelante como un imperativo patriótico. Alberdi, con la esperanza de estar entre los nominados al Oscar el próximo 23 de enero, responde a este diario sobre el filme, pero también sobre memoria democrática, legislación de los cuidados y el fino ejercicio de intimidad de su película, una de las mejores que se van a estrenar este año en nuestro país.
-PREGUNTA. ¿Cuál es el origen de la película? ¿Cómo llega a Paulina Urrutia y Augusto Góngora?
-RESPUESTA. Parte de una manera muy casual, yo les vi en un contexto laboral, muy poco tiempo después de que él comunicara su Alzheimer públicamente. Vi una pareja muy enamorada que trataba de estar integrada socialmente, con ella llevándole al trabajo, por ejemplo. Me sorprendió mucho ver a una persona con demencia no aislada de la sociedad, si no siendo parte del mundo. Ahí fue cuando decidí hacer la película.
-¿Qué se encuentras al principio? Imagino que hay un proceso de negociación, de acuerdo, para ver hasta qué punto la cámara retrata lo íntimo.
-Las dudas lógicas que yo creo que tendría cualquier persona estaban ahí. Sobre todo, cuando estamos hablando de personas muy conscientes de las cámaras y de su presencia ante ellas. Entendí desde el principio sus resquemores, porque Paulina (Urrutia) tenía muchos. Él, en cambio, desde el principio estaba muy seguro de que quería hacer la película. Él defendió la idea desde el principio. Decía: "¿Por qué, yo que he filmado a tantas personas en mi vida, no voy a mostrar mi propia fragilidad?" Fue determinante para Paulina, que ahí recién entendió la idea de la película como un acto de consecuencia.
"Me sorprendió mucho ver a una persona con demencia no aislada de la sociedad"Maite Alberdi
-¿Cómo se equilibra el relato, para hacer algo tan universal sin dejar de contar la historia de Chile y de la memoria democrática del país?
-Es muy interesante, porque es un cruce muy poco habitual. Esta no es una película sobre el olvido, sobre el Alzheimer, si no que es una película sobre la memoria que queda. El de Augusto (Góngora) es un personaje que permanece, que queda, en la memoria histórica. Es una película que nos recuerda que no se pueden negar los sentimientos históricos y los dolores provocados por una dictadura. Este hombre, con Alzheimer, todavía recuerda esos dolores. La memoria histórica siempre queda.
-La pandemia interrumpió el rodaje. ¿Cómo actuó, cuál fue el plan de acción para sacar la película adelante?
-En los documentales, una no se puede desesperar porque siempre pasan esas cosas. Nunca hay un continuo ni las cosas se resuelven de la manera en la que una quiere, por lo que hay que saber adaptarse. Creo que los documentales son un ejercicio de adaptación constante y creo que, por la pandemia, la obstrucción se transformó en un regalo. No podía ir a grabar, pero el material de Paulina tiene un nivel de intimidad con el que yo no hubiera podido ni soñar. Hay que adaptarse, porque solo en la adaptación surgen las buenas películas.
-Quería preguntarle por el proceso de montaje. ¿Ellos le piden acceso al corte final?
-No, y creo que hay un acto de confianza muy grande de parte de ellos dos.
-¿Cuánto ha podido dejar fuera de lo que vemos en "La memoria infinita"?
-Yo dejé fuera lo que no ayudaba a la narración por reiterativo, pero tampoco dejé nada fuera de lo clave. Del amor o del dolor. Lo que está fuera, aporta lo mismo.
"Esta no es una película sobre el olvido, sobre el Alzheimer, si no que es una película sobre la memoria que queda"Maite Alberdi
-Hay algo muy interesante sobre la ética de los cuidados en la película, convirtiéndose casi en un ente político sobre ese abandono institucional sin, en realidad, estar denunciando nada de manera explícita...
-Es muy difícil juntar algos ámbitos, porque la ética y la estética de los cuidados son algo bastante excepcional en la película. Es excepcional en el sentido de que tenemos una cuidadora que puede hacerlo, tiene las condiciones sociales para ello. Y puede hacerlo porque tuvo una buena relación. Hay muchas cuidadoras que están obligadas a cuidar parejas con las que no necesariamente tuvieron una buena relación. Es una película que muestra, eso sí, la precariedad, lo solas que están estas cuidadoras en general. Tanto en Latinoamérica como en el resto mundo. Y me enorgullece que la película haya abierto una discusión sobre la ética y los cuidados en Chile, de alguna manera, y sobre la falta de apoyo institucional, social y económico que sufren las cuidadoras. También para no aislarse socialmente. Paulina trata, todo el tiempo, de integrarse en la sociedad, de ser más que alguien al cuidado de una persona dependiente. Paulina desde un primer momento entendió que los cuidados son algo colectivo, y es lo que intenta transmitir, pero eso no se aplica institucionalmente. Aquí estamos hablando de una mujer con una carrera hecha y consolidada que se ve obligada a ponerla en pausa o, al menos, a vivirla de otra manera.
-¿Le parecería bien que la película sirviera para abrir un debate legislativo, por ejemplo, sobre la nula atención legislativa a los dependientes en Chile?
-El cine tiene un rol muy concreto. Yo tengo que generar imágenes para que las instituciones públicas y las pulsiones públicas puedan tener un vehículo de expresión. Ni más ni menos. Yo sé que no voy a cambiar la ley, pero sí que la película puede ayudar a comunicar una problemática. Es extra-fílmico pero, en cierto modo, es para lo que uno hace cine, para que ello empuje en la dirección indicada. La película, creo, que está ayudando mucho en ese sentido, a empujar para que las cuidadoras tengan otro tipo de apoyos. Pero también hay que tener cuidado, porque es peligroso profesionalizar totalmente los cuidados. No todas las circunstancias son las mismas. Hay gente que quiere cuidar y esa gente tiene que estar apoyada institucionalmente.
"Yo sé que no voy a cambiar la ley, pero sí que la película puede ayudar a comunicar una problemática"Maite Alberdi
-¿Esta película se podría haber hecho, entendido y celebrado hace diez años?
-Sí, sí, totalmente. Es una película sobre la memoria histórica que se podría haber entendido en cualquier año, pero que llega de casualidad en un año perfecto para entenderla mejor. Pero no solo por el contexto en Chile, si no porque en todo el mundo vivimos una nueva ola de negacionismo histórico impulsado por partidos radicales de extrema derecha. Eso es muy peligroso, y la película muestra que el dolor no se puede negar, que siempre permanece. Nadie puede venirte a decir que tu dolor no existe, y eso es lo que tenemos que discutir. Ese es el eje de la preservación de la memoria histórica.
-¿Por qué se ha vuelto tan recalcitrante ese negacionismo? En Chile, por ejemplo, tras el Estallido Social…
-No sabría explicarlo, pero tiene que ver con polarizaciones y radicalizaciones en general. No sé si es algo estrictamente chileno, creo que es una tendencia mundial a escuchar a gente vociferando cosas que antes se susurraban. Hoy en día no podemos dar nada por sentado.
-¿Le dan ganas de recorrer de nuevo la carrera hacia el Oscar? ¿O lo ve aún muy lejos?
-Sí, pero son carreras que no dependen de uno, son más de los distribuidores y que se trabajan en el largo plazo. MTV, por ejemplo, está trabajando mucho y lo agradezco, pero hay un cierto nivel en el que ya poco depende de una.