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La Mostra aplaude entusiasmada al falso asesino a sueldo de Linklater

El autor de la magistral «Boyhood» presenta fuera de concurso «Hit Man», un espléndido y sorprendente filme
Con más de 28 años de carrera a sus espaldas Richard Linklater aterrizó en la Mostra para presentar fuera de concurso «Hit Man»
Con más de 28 años de carrera a sus espaldas Richard Linklater aterrizó en la Mostra para presentar fuera de concurso «Hit Man»CLAUDIO ONORATIEFE/EPA
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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“Creo que los asesinos a sueldo no existen. Son una invención del cine”, afirmó Richard Linklater en la rueda de prensa de “Hit Man”, que se presentaba en la Mostra fuera de concurso. “¿Han oído alguna vez que hayan detenido a un asesino a sueldo? Oímos todo el tiempo que hay gente que contrata sicarios, pero no existen. Sería demasiado fácil arrestarlos”. En estas palabras se concentra la esencia de su espléndida película, que es una invención sobre el caso real de un hombre que forjó su identidad inventándose a sí mismo sin cesar.
Linklater leyó la historia de Gary Johnson en un artículo del “Texas Monthly”, publicado en octubre de 2011 por Skip Hollandsworth, autor de otro texto que acabaría inspirándole la magnífica “Bernie”. Bernie y Johnson son bastante similares, hombres corrientes, que nadie reconocería por la calle, llamados a hacer cosas extraordinarias cuando se atreven a seguir sus instintos, que, en el libro de estilo de Linklater, significa lo mismo que decir cuando se atreven a cambiar, y asumen sus máscaras como parte de un proceso de transformación benéfico, por mucho que quebrante la moral social. Así las cosas, Johnson (extraordinario Glen Powell, también co-guionista del filme), que trabaja a jornada partida como profesor de filosofía en la universidad y como falso asesino a sueldo para la policía de Nueva Orleans con el fin de pillar en flagrante delito a los que lo contratan, libera sus secretos encantos al entregarse a un acto performativo en bucle que le hará salir de su cascarón académico, sobre todo cuando se enamore de una de sus clientas.
“Estamos sumergidos en la desinformación y en personajes que son pura invención, porque hay muchas oportunidades para que la gente se represente a sí misma como no es. La película refleja lo jodidamente jodidos que están nuestros tiempos". Y, sin embargo, “Hit Man” no es un filme pesimista: como cineasta que entiende la realidad como un entramado de capas de sentido, a menudo contradictorias, modificadas por el tiempo (recordemos “Boyhood”), Linklater observa la metamorfosis de este Zelig sureño como una bendición. Y, como es lógico, su película se transforma continuamente: en una comedia policial, en un thriller romántico, en un “true crime” que huele a chamusquina, en una meditación filosófica sobre un hombre y sus pasiones.
La lúdica ligereza de “Hit Man”, que no hace sino resaltar mucho más su riguroso discurso sobre la identidad camaleónica de la contemporaneidad y que arrancó una respuesta entusiasta entre los asistentes al pase de prensa, contrasta con la abyecta aspereza de “Green Border”, de la polaca Agnieszka Holland. Es una película que reabre, por enésima vez, lo que es necesario representar en el cine, y la responsabilidad ética de las imágenes. Parece un contrasentido que un filme que quiere denunciar la política (brutal, xenófoba, fascista) del gobierno polaco frente a los inmigrantes extracomunitarios en la frontera con Bielorrusia sienta la necesidad de ser tan cruda y efectista. En su mirada macroscópica -se cruzan las historias de los inmigrantes con los de los guardias y los activistas
humanitarios- Holland no se ahorra ni una sola atrocidad, desde el maltrato explícito a una mujer embarazada hasta la muerte de un niño en un pantano. La película funciona por exceso y acumulación, como si cualquier toma de conciencia pasara por exprimir el sufrimiento ajeno hasta que no quede ni una gota de sangre. Un epílogo situado al inicio de la guerra de Ucrania pretende demostrar que el gobierno polaco se comportó de modo muy distinto cuando los refugiados eran caucásicos, pero el contraste que se produce con lo que hemos visto hasta el momento es puro maniqueísmo. Durante casi dos horas y media, “Green Border” es incapaz de contar bien las circunstancias históricas y políticas de esa diferencia.
En cuanto a la tercera película italiana a competición, la pedante, engolada “Enea”, de Pietro Castellitto, solo queda definirla como un mal sucedáneo de “La gran belleza”, de Paolo Sorrentino. El director artístico de la Mostra, Alberto Barbera, destacaba “su capacidad para denunciar el cinismo y la hipocresía con un nuevo lenguaje cinematográfico”. El objeto de estudio de “Enea” es la alta burguesía romana, representada por una familia disfuncional cuyo hijo mayor, propietario de un restaurante de sushi, se ve envuelto en una trama de tráfico de drogas. Ese fino hilo argumental se arremolina alrededor de una serie de viñetas, entre traumáticas y poéticas, que pretenden retratar la decadencia moral y la angustia existencial de las clases privilegiadas, sin distancias ni ironías.