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Festival de Venecia

Woody Allen: ¿una despedida en la Mostra a la francesa?

El neoyorquino se reconcilia con la industria gracias a una comedia rodada en territorio galo

Woody Allen, durante su llegada a la Mostra
Woody Allen, durante su llegada a la MostraCLAUDIO ONORATIEFE/EPA

Allen, que amenaza con despedirse del cine en la revista “Variety”, nunca se ha cansado de repetir que se considera, a sus 87 años, un hombre afortunado. “Siempre he tenido mucha suerte”, confesó ayer en rueda de prensa. “Mis padres eran muy cariñosos, he tenido muchos amigos, un matrimonio feliz, dos hijos preciosos, nunca he estado en un hospital, y he recibido un respeto y una atención que no merecía”. En esta narrativa, Allen borra por completo su condición de cineasta cancelado en su propio país, sobre el que pesan las acusaciones (desestimadas por la justicia) de abuso por parte de su hija adoptiva, y condenado a cerrar su carrera en falso en su periplo europeo. En el fondo, y aunque su filmografía parece decir lo contrario, es un optimista.

Presentada fuera de concurso en la Mostra veneciana, “Golpe de suerte” retoma un tema que “Match Point” desarrolló de manera más siniestra: “Los caprichos del azar y su impacto en nuestras vidas”. Para Woody Allen, hay dos clases de personas: las que creen en el azar y las que creen que pueden controlar el azar, que son las que están equivocadas. En “Golpe de suerte”, en la que mejora notablemente la metedura de pata donostiarra de “Rifkin’s Festival”, el director neoyorquino utiliza sus motivos narrativos habituales -una mujer aburrida de su matrimonio, un adulterio, un marido vengativo, un asesinato- para articular su ligera, frívola tragedia de los errores. Allen no acude a las dudas metafísicas de “Delitos y faltas”, ni tampoco siente la tentación de recurrir al principio de incertidumbre de Heisenberg: solo sabe que el corazón de sus personajes no se guía por la razón, y que estamos sometidos a la velocidad con que gira la rueda de la fortuna, más allá de las decisiones que tomemos para pararla a tiempo. Así las cosas, la película discurre con fluidez y se disfruta igual que cuando asistes a una fiesta donde sabes que te encontrarás con caras conocidas.

"Cuando éramos jóvenes todos queríamos ser europeos"

Con “Golpe de suerte”, Allen vuelve a rodar en Francia, después del éxito de “Medianoche en París”. La diferencia es que, en esta ocasión, la película está filmada en francés, idioma que no habla. “Cuando era joven, todos queríamos ser europeos. Todos veíamos películas de Truffaut, Godard, Resnais o Renoir. Ahora, con mi película número 50, me apetecía unirme a ese grupo de cineastas y convertirme en un cineasta francés”. Consecuencias: privilegio del plano secuencia, un trabajo con la cámara más relajado y desabrido y una fotografía que relaja la tendencia al artificio de Vittorio Storaro. Si “Match Point” era la película del triunfo de un arribista, “Golpe de suerte” es su contraplano: en su denuncia de la discreta hipocresía de la alta sociedad, contrastada, con una cándida ingenuidad, con la autenticidad de la vida bohemia, Allen parece encontrar los ecos de Claude Chabrol en su aventura francesa. Y, como astuto guionista que es, la película también puede entenderse como defensa a ultranza del “deus ex machina” como fuerza centrípeta del relato, la absurda casualidad como reflejo sublimado del absurdo de la existencia.