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Crítica de «La Bohème»: Fogonazo de luz

Un teatro debe mantener producciones que sean sus señas de identidad, como bien hace el Met con varias de Zeffirelli, y el Teatro Real se ha equivocado en esta destrucción
Javier del Real

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Obra: Puccini. Intérpretes: Michael Fabiano, Joan Martin-Royo, Vicenç Esteve, Ermonela Jaho, Lucas Meachem, Krzysztof Baczyk, Roberto Accurso, Ruth Iniesta. Orquesta y Coro titulares del Teatro Real. Dirección de escena: Richard Jones. Dirección musical: Nicola Luisotti. Teatro Real. Madrid, 12-XII-2021.
Ya hace cuatro años que se pudo ver esta producción de Richard Jones en el Teatro Real. La producción proviene de un acuerdo triple con el Covent Garden y Chicago de alta rentabilidad. Lamentablemente, de la mítica producción de Giancarlo del Monaco no queda nada. El Real la ha destruido para reutilizar sus materiales en otras producciones. Al poco tiempo de reabrirse el Real nos quejábamos de que no se habían mostrado las posibilidades del teatro. Se decidió encargar a del Monaco una producción que por fin lo lograse y esa fue «La Boheme». Tres veces se repuso, de ella se ofrecieron más de sesenta representaciones y ha sido una de las producciones más rentables del Real, dado lo mucho que ha girado. Sin ir más lejos dos veces al Liceo. Pero ha pasado ya más de una década y el público ha cambiado. La mayoría de los que hoy acuden al teatro estarían felices de ver una puesta en escena como aquella, absolutamente espectacular en sus decorados y en unos cambios de escena impactantes, amén de un inspiradísimo tercer acto que contrasta con el pobrísimo de Jones. Un teatro debe mantener producciones que sean sus señas de identidad, como bien hace el Met con varias de Zeffirelli o el mismo del Monaco, y el Teatro Real se ha equivocado en esta destrucción. La caja ha perjudicado al arte. Mejor hubiera sido reparar la de del Monaco.
Richard Jones es un afamado director de teatro y su experta mano se deja ver en el Real. Hay dirección de actores y ello se celebra. En estos tiempos hay que hacer de la necesidad virtud porque es imposible invertir en una producción de tipo realista el dinero que se requiere y por ello ha de recurrirse a otras vías. La de Jones, con su realismo conceptual, es una de ellas. Wieland Wagner afrontó la problemática en Bayreuth cambiando decorados por luces. Jones no llega a tanto y algunas de sus luces son un desastre. Así el fogonazo que abre el cuarto acto para alumbrar una insípida buhardilla y deslumbrar al espectador. La nieve como leitmotiv, los cambios de decorados y la propia maquinaria a la vista dan una sensación de espectáculo continuo a pesar del contraste entre el minimalismo del primer acto y relativa la vistosidad del segundo en su exhibición de vestuario. Se ven las tripas y eso cree una frialdad adicional de otro tipo a la del clima de «Boheme», que resta mucha de la esperada emotividad de la siempre admirada partitura. Funciona, pero sin emoción. Afortunadamente hay otro fogonazo: el de la pareja protagonista.
Ermonela Jaho es una artista que transmite. Cuida mucho la expresividad de los parlatos, pero a su voz, muy entregada en lo expresivo, le falta un punto de brillo, porque la franja grave está construida artificialmente. Ello se compensa en roles como Mimì, que han de interpretarse con la emoción a flor de piel y ella lo hace, ganándonos con su entrega, teniéndonos con el corazón en un puño y contagiando al resto del reparto. Cada vez hay que valorar más este don frente a la fría técnica de muchos cantantes e instrumentistas. Michael Fabiano es otro artista habitual en el Real. Posee un timbre grato y amplio caudal. Parece haber superado algunos problemas del pasado en el registro alto, ya que mantuvo una seguridad aplastante, aunque con el habitual semitono abajo en la «Gelida manina». Menos sutil, pero con buena voz, el Marcello de Lucas Meachem, y se desenvolvió muy bien Ruth Iniesta como Musetta. Está que se sube. Por el contrario, le faltó la gravedad de Colline al alto bajo Krzysztof Baczyk.
Resulta curioso escuchar casi en días sucesivos «Butterfly» y «Bohème» con dos buenas orquestas como las del Palau de les Arts y el Real. Muy difícil cuál de ellas sonó mejor. Una vez más, buen trabajo de Nicola Luisotti. Al final, grandes aplausos para la pareja protagonista que habrían sido grandes ovaciones si la escenografía hubiese ayudado.