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Estrella en ascenso

Se presentaba en la Zarzuela Xabier Anduaga, tenor donostiarra de carrera ascendente e imparable
del Real fotografia
La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Obras de Soutullo y Vert, Moreno Torroba, Usandizaga, Guridi, Casella... Tenor: Xabier Anduaga. Piano: Giulio Zappa. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 21-VI-2022.
Se presentaba en el coliseo de la calle de Jovellanos este tenor donostiarra de carrera ascendente e imparable, Xabier Anduaga. Tiene tan solo 27 años y anda ya rondando las más altas cimas. Y cantando en los grandes teatros, el Real incluido. Con toda lógica, pues sus méritos son indudables y ya muy contrastados. De ellos hemos podido tener noticia directa a través de este recital básicamente zarzuelero en el que el instrumento del joven valor se ha proyectado por derecho, de manera franca y directa, valiéndose de un arte de canto bien encaminado.
La voz es en origen la de un ligero, pero hoy en día, a despecho de la insultante juventud, aparece nimbada de sonoridades más amplias y contundentes y de colores más variados y definidos. Un lírico-ligero con posible proyección futura a lo plenamente lírico. El timbre es claro pero con irisaciones de cierta penumbrosidad. La emisión es ortodoxa, con leves apoyos nasales; el volumen, suficiente; la homogeneidad, indudable; la extensión, más que notable, con fácil proyección al Si natural o posiblemente Do agudos.
El arte de canto resulta bastante convincente gracias al manejo de una técnica de notable eficacia que busca los apoyos idóneos. El fiato nos ha parecido un tanto justo y el «legato» es sin duda mejorable. La línea de canto aparece bien esculpida pero todavía lejos de la perfección. Hay frases en las que los reguladores se aplican con escaso tino, en el transcurso de una línea quebrada falta de coherencia. Por ejemplo, en la romanza «Bella enamorada», de «El último romántico» de Soutullo y Vert, donde tras un ataque en «forte» ligeramente destemplado en «Noooche de amor», la voz se repliega inopinadamente hacia el piano en «Noche misteriosa» y «ven hacia mís sombra de mujer».
Quizá Anduaga abusa del falsete o falsete reforzado, de brillo muy limitado, en perjuicio de la más saludable aplicación de las voces mixtas o sobre todo de la ortodoxa media voz. Aunque lo hace con decoro y buenas intenciones expresivas. Aún le falta soltura para otorgar un poco más de emocionalidad a lo que canta, desplegado, hay que insistir, de manera muy plausible a una edad más bien temprana. Sus valores otorgaron carne y sustancia al recital. En la poco conocida romanza de «Mendi-Mendiyan», de Usandizaga, cantó por derecho con frases muy valientes, desplegando a los cuatro vientos su agradable sonoridad.
Cerró con habilidad la romanza de «El caserío», de Guridi, enlazando el «forte» con el falsete. Los agudos, bien proyectados, son limpios, con aplicación pasajera de portamentos «di soto», algo que facilita el ataque. Impecables los cierres de «Por el humo se sabe donde está el fuego», de «Doña Francisquita» de Vives (romanza ofrecida como segundo bis y con caracoleos mejorables), y de «¡No puede ser! Esa mujer es buena», de «La tabernera del puerto» de Sorozábal. Sonidos un tanto desabridos aquí y allá, por ejemplo en «¡Maitechu mía!», de Alonso. Ciertas notas –Mi, Fa agudos– son a veces catapultadas abiertas con franqueza un tanto desabrida, que no resulta desagradable por la tersura del timbre, pero que ha de cuidar y recoger en mayor medida.
Una tópica interpretación de «Granada», con exhibición en el cierre, dio remate al concierto, que se desarrolló entre vítores y aclamaciones –puede que un tanto exagerados– y que concluyó con una conocida y hermosísima nana en euskera, cantada en falsete casi todo el tiempo, y, de nuevo, la romanza de Fernando de la «Francisquita». Todo ello determinó que pudiéramos conocer, aplaudir y ahora comentar las características vocales de este ya gran valor de nuestra lírica.