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«Agur», Delorean

La banda vasca, que fue una de las más internacionales de España, se despide de los escenarios de forma indefinida este fin de semana en Madrid y Barcelona y en marzo en Bilbao.
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La banda vasca, que fue una de las más internnacionales de España, se despide de los escenarios de forma indefinida este fin de semana en Madrid y Barcelona y en marzo en Bilbao.
Delorean, una de las bandas clave para entender el pop independiente estatal de las últimas dos décadas, lo deja. Ahora bien, lo hace con una sonrisa de satisfacción en los labios, la de la foto de arriba y orgullosos de los logros que han conseguido. El grupo de Zarautz empezó en 2004 con un debut homónimo y un segundo disco, «Into the Plateau», que emulaba con éxito a The Rapture, el trío neoyorquino que hace 20 años puso de moda el indie-rock bailable. Tras esa etapa de aprendizaje, los guipuzcoanos consiguieron armar un sonido propio cercano a la electrónica que no dejó de lado las melodías: ese pop baleárico que cultivaron con éxito. La trilogía formada por «Ayrton Senna EP» (2009), «Subiza» (2010) y «Apar» (2013) convirtió a Delorean en las estrellas del pop independiente español y la banda con más proyección exterior, girando de forma continuada por EE UU, Europa, Asia o Australia.
Un disco sin acabar
El año pasado, unos meses después de lanzar «Mikel Laboa», un álbum dedicado al legendario músico y el trabajo más arriesgado del grupo (un tratado de electrónica de autor), Delorean anunciaba que no habría más discos y que su actividad cesaría tras unos conciertos de despedida. «Todos tenemos otros trabajos que hemos ido combinando con el grupo. Después de acabar el último álbum teníamos que empezar a componer temas, de hecho ya teníamos bastantes, pero llegó un momento en que nos juntamos y dijimos: ''hay que hacer otro disco y después tocar un montón durante el verano'', y a los cuatro se nos hizo cuesta arriba. Ahí es cuando decidimos que, para no estar al cien por cien, lo mejor era dejarlo», explica Igor Escudero, batería, compositor y miembro fundador de la banda. «Estamos orgullosos de estos 19 años de logros y con un montón de experiencias valiosas a pesar de las subidas y bajadas».
Uno de los logros fue la fusión perfecta entre pop, rock y electrónica. «Con Tomas Palomo, nuestro primer guitarrista, solo coqueteábamos con el ordenador. Hasta ''Into the Plateau'' éramos una banda de rock», recuerda. «Con el ''Ayrton Senna EP'' empezamos a componer con el ordenador, pero funcionábamos como una banda de rock. Grabamos ese disco con baterías clásicas y no nos gustó, y decidimos cambiarlas por pregrabadas. Ahí nos dimos cuenta de que lo que siempre habíamos querido ser era productores de electrónica».
Ese fue el momento en el que el grupo se internacionaliza. Unos años de actividad frenética que explotan con la edición de «Subiza» y hits como «Deli», «Stay Close» y «Real Love». «Era otra época y pillamos una ola, había cierto sonido que se llevaba y supimos cogerlo. El camino lo abrieron antes El Guincho o The Pinker Tones, que ya habían tocado mucho fuera. Nos ayudó muchísimo de cara a ''Pitchfork''. En EE UU aprendimos cómo funcionaba el negocio: la primera vez tocabas ante 40 personas, pero la segunda ya había 500. Tienes que labrarte un nombre», explica. «En 2010 estuvimos más de 150 días fuera de casa, fue una locura. Pasamos cinco semanas en EE UU y otras cinco en Australia. Nos llegamos a plantear mudarnos a América: ese año tocamos 16 veces en Nueva York». Delorean se despide esta semana de Barcelona (hoy en La 2 de Apolo) y Madrid (el sábado en el Teatro Barceló). ¿Qué ha aprendido del negocio durante este tiempo? «Profesionalmente este país no tiene nada que envidiar a ningún otro. Por otro lado, hoy en día es más difícil hacerse un nombre, necesitamos novedades a cada segundo y todo es efímero. Si estás un mes sin publicar parece que has desaparecido». Sobre el posible regreso, Escudero lo deja en el aire. «Nunca digas de esta agua no beberé. A día de hoy cada uno quiere poner en marcha su plan de vida fuera del grupo. Nos conocemos desde los 14 años, somos de pueblo y muy amigos. Nadie sabe qué traerá el futuro».

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