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Alaska: «La maldad no tiene que ver con ideologías y, por desgracia, no es tan fácil situarla»

El documental «Alaska revelada» (Movistar Plus+) recorre las zonas más suculentas de una vida inabarcable y de una trayectoria artística que roza el medio siglo
La cantante y compositora Alaska.
La cantante y compositora Alaska.© Jesús G. Feria.
La Razón
  • Javier Menéndez Flores

    Javier Menéndez Flores

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Olvido Gara soñó, con los ojos bien abiertos, que iba a ser Alaska, una suerte de personaje de cómic de carne y hueso que brillaría entre la gente común como una figura de neón. Y aquel sueño, asombrosamente, se cumplió. Cantante de éxito e icono pop desde finales de los 70, su caso debería estudiarse en las universidades de toda España por la sencilla razón de que alcanzó el estrellato sin haber sido bendecida con ninguno de los atributos o dones que, en teoría, adornan a los habitantes del Olimpo musical: ni una voz privilegiada ni una belleza canónica ni un talento excepcional para la composición. Nacida y criada en México y renacida para siempre en Madrid, que más que una ciudad es un planeta, lo que en esencia vende Alaska –olvídense ya de Olvido: el nombre artístico ha aniquilado al deneí– es estilo. Su inteligencia, su personalidad y un radar único para saber dónde tenía que estar, y con quién, en cada instante de su existencia, y que sólo traen de cuna los elegidos, han sido las armas con las que se ha enfrentado a la guerra de la supervivencia.Ahora, un documental de tres episodios, «Alaska revelada» –en Movistar Plus+ desde el domingo–, recorre las zonas más suculentas de una vida imposible de abarcar. La artista charla por ese motivo con LA RAZÓN.
Admite que carece de una belleza «despampanante» y de una voz «peculiarmente maravillosa». Tampoco ha sido compositora, más allá de algunos títulos. ¿Su personalidad ha sido, es, su mayor activo?
Pues supongo que sí, porque no hay otra… Es un todo. No puedes separar sólo una cosa. No puedes separar las canciones que puedo haber compuesto de las que he cantado… Es un poco el conjunto de los hechos, de lo que vas haciendo día a día.
Pero hay una figura que lo resume todo. La gente lo que ve es un póster, como pasa con toda persona que triunfa.
Sí, totalmente, y no pasa absolutamente nada. Y cada persona tiene un póster diferente. Por mucho que tú te expliques y digas, cada persona se hace una composición y se crea una imagen a la carta de lo que quiere que sea esa persona que ha elegido para colgar el póster.
Lo que se ha llamado la Movida fue un territorio cultural y lúdico más ancho y largo que aquel en el que se movieron usted, Almodóvar, McNamara, Radio Futura. Ahí estaban los heavies, los flamencos, el cine quinqui… Hubo un «movidón» de libertad que permitió eso.
En ese momento estaba todo verdaderamente mezclado, se fue compartimentando luego. Y esa posibilidad de que unos chicos que estudiaban en la Sorbona se juntaran con unos chiquillos de La Elipa. Eso era así, y en eso tienes razón: fue una parte de un todo, de un momento que fue todo. Uno de estos de los grupos a los que se clasifica como de la Movida, no sé si Mamá, decía: «Esto se divide entre los que se pintan el pelo y los que no, y nosotros no nos lo pintamos», y un poco de razón sí llevaba.
Olvido Gara, Alaska
Olvido Gara, Alaska© Jesús G. Feria.
A su entorno más cercano las drogas le pasaron una factura altísima. Usted entró tarde en ellas, concretamente en el éxtasis, pero nunca le llegaron a dominar.
Pero ya lo digo en el documental, que no es un mérito mío sino que no me interesan más allá. No hago ningún esfuerzo porque sea así, por no emborracharme, por ejemplo, es que el alcohol casi me lo tengo que tomar apretándome la nariz.
¿Las drogas le hicieron bien el tiempo que duró?
A mí me vino muy bien el momento de mi vida en el que ocurrió. Me situó en un punto muy bonito, muy tranquilo, muy interesante, que me ha hecho llegar hasta donde estoy hoy.
El Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) se puso en marcha en 1985, bajo el Gobierno del PSOE, cuando la heroína ya se había cobrado decenas de miles de víctimas. Los drogadictos eran enfermos a los que se demonizó. ¿Hubo responsabilidad política?
Hubo un momento en el que había un consumo despenalizado y creo que eso debería ser la base de la libertad de cada individuo. Lo que pasa es que estamos hablando de mercados ilegales, de mafias y de intereses muy oscuros de cara a que la gente esté colgada con determinadas cosas: lo estás viendo ahora con el fentanilo. No tiene ninguna gracia y no es inocente. No es un amiguito tuyo que pasa no sé qué, no. Son mafias internacionales, es un segundo poder, un segundo ejército, y es horrendo. Pienso, como Escohotado, que todo eso lo lleva la prohibición. ¿Qué es lo contrario a la prohibición? Lo que tú estás hablando: el dejar en manos de cada individuo la responsabilidad. ¿Somos responsables para eso? Se demostró que no. Entonces entramos en un «loop» complicadísimo que no tiene solución... Pero yo optaría porque cada persona fuera responsable de su propio ser. A mí no me prohíben las patatas fritas y yo soy una enferma.
Alaska, cantante.
Alaska, cantante.© Jesús G. Feria.
¿Cree que cuando los Estados intervienen en asuntos de drogas son paternalistas o que prima la salud pública?
(Largo silencio). Son paternalistas, prima la salud pública y tienen presiones externas muuuy grandes.
Se arruinó por culpa de un mánager que fue íntimo amigo y tuvo que volver a casa de su madre. ¿Es su momento profesional más duro?
Profesional sí, porque era la nada más absoluta. En lo personal luego no lo fue. Enseguida estaba yo con Nacho [Canut] y él conmigo, muy ilusionados, haciendo Fangoria y nuestros fanzines. Y nuestro único concierto al año, porque nadie nos llamaba, o sacando nuestros discos nosotros porque nadie nos los sacaba… Y salvo tener dinero para hacer todo eso y pagar el alquiler, fue una época estupenda.
Se define bisexual, afirma haber mantenido relaciones con «chicos y chicas», si bien sus amores han sido siempre hombres, y sostiene que la bisexualidad sigue siendo tabú. ¿De verdad lo cree?
Sí. Porque siempre que oigo a alguien decir que es bisexual, hay alguna que dice: «Anda el maricón, que se creerá que nos engaña». Sigue habiendo esa visión y no es la de una señora de pueblo, sino la de las personas que nos rodean. Hoy tenemos para ciertas cosas la ley en nuestra mano y eso es muy interesante como punto de derecho civil. Otra cosa son las mentalidades de las personas y la maldad que ha existido y va a existir siempre. La maldad no tiene que ver con ideologías y, por desgracia, no es tan fácil situarla.
La maldad es algo puramente humano.
Sí, totalmente.
Se le ha metido en eso que ha venido a llamarse la «fachosfera», que es donde acaba cualquier persona disidente no con la izquierda, sino con la izquierda gobernante. Ser crítico con ellos, en fin, es ser fascista o facha. ¿Qué le está pasando a España?
No, es el mundo. Es así. Es como cuando éramos pequeños y todo era ser rojo. Los que fumaban porros: «son rojos»; los chicos que llevaban pendiente: «son rojos»; las chicas en minifalda: «son rojas», y es el mismo baúl de sastre para todo. Pero hay una cosa que has mencionado y en la que tienes razón: no es la izquierda, sino el «establishment». Lo que pasa es que lo establecido tenía antes unos límites muy claros: el Estado, las leyes, la policía, la Iglesia, la familia…, entonces todo el mundo tenía claro que eso era una cosa contra la que se podía ir y que ellos iban a ir contra ti. Hoy en día es un «totum revolutum», un todos contra todos, y así es mucho más difícil. Y el «establishment» es mucho más amplio: está el de izquierdas, el de derechas, lo políticamente correcto, los que cuidan por tu salud, lo que cuidan el planeta, lo que les importa todo nada… Es todo multidireccional.
Su apuesta, la de ser Alaska y no una más (abogada, oficinista, cualquier otra cosa), ha merecido la pena, ¿no?
Lo que merece la pena es que yo esté hablando hoy contigo, que es, seguramente, algo que formaba parte de ese plan de vivir ese tipo de vida que yo imaginaba cuando tenía 14 años.
Que proyectó y soñó.
Sí, así es. Así fue.