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Dudamel: «Venezuela es un adolescente que aún debe saber dónde ir»

El director de orquesta venezolano espera despejar el «misterio acústico» del Teatro Real en su debut en el coliseo madrileño el día 13 al frente de la Filarmónica de Viena
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El director de orquesta venezolano espera despejar el «misterio acústico» del Teatro Real en su debut en el coliseo madrileño el día 13 al frente de la Filarmónica de Viena.
La historia de Gustavo Dudamel tiene algo de cuento de navidad dickensiano en una peculiar variante caribeña: el niño humilde de Barquisimento (Venezuela), de pelo ensortijado y mirada aún hoy infantil, que a los seis años dirigía la Filarmónica de Viena con sus muñecos y que, gracias al Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela y a un talento fuera de lo común, llegó a alzar la batuta ante la Filarmónica de la capital austríaca –la de verdad– con solo 26 años. Para entonces, la fama de este músico que a los 17 encabezaba la Orquesta Simón Bolívar era ya una realidad más que los cantos de sirena del niño prodigio.
Hoy cuenta con 36 años y es lo más parecido a una estrella del rock que existe en el mundo de la batuta. Lleva un lustro de conquistas inauditas: Premios Grammy, el nombramiento al frente de la Filarmónica de Los Ángeles, el Concierto de Año Nuevo 2017, el concierto del Premio Nobel apenas una semana después... Es el hombre del momento en la clásica y, en España, le quedaba una cuenta de las gordas por saldar: dirigir en el Teatro Real. Lo hará el día 13 con dos bombazos en el programa: la Sinfonía Fantástica, de Berlioz, y el Adagio de la Sinfonía Nº10, de Mahler.
«Madrid es un sitio muy familiar para mí. Musicalmente he venido mucho, con la Simón Bolívar, con la Orquesta de Gotemburgo, aunque siempre al Auditorio Nacional. Me emociona venir al Real. Yo trabajo con la Filarmónica de Los Ángeles en el Disney Hall, que es un edificio moderno, pero los teatros clásicos como el Real, de mucha tradición, guardan una especie de misterio acústico. Para mí tocar en sitios distintos y descubrirlos es como abrir un chocolate nuevo y disfrutarlo», aseguraba ayer en Madrid en la presentación de este evento que se enmarca en la V edición de Formentor Sunset Classics, que por primera vez sale de Baleares para este acto único junto a la Filarmónica de Viena. Es la primera gran orquesta que dirigió, hace ya diez años; con ella repitió en Año Nuevo y seguirá girando este 2018: Barcelona, Múnich, México... El niño humilde que soñaba con Mahler en la húmeda Barquisimento entró en aquel mágico círculo vienés con asombro y reverencia: «Debuté con la Primera Sinfonía de Mahler y el primer chelista me dijo: ‘‘Mi abuelo tocó esto mismo con el propio Mahler’’. A eso se enfrenta uno con la Filarmónica». Desde los 16 años dirige piezas del compositor bohemio fallecido en 1911 y habla de él como de un viejo amigo narrando anécdotas de su vida.
En la arena política
Tal ha sido el éxito de Dudamel fuera de Venezuela que ha pasado a convertirse en una especie de emblema cultural del país al margen del chavismo oficialista. De hecho, durante el pasado verano mantuvo una encendida controversia con el presidente Nicolás Maduro, que llegó a cancelar una gira prevista con la Orquesta Juvenil e Infantil. «Te metiste a la política, bienvenido a la política», le espetó irónicamente Maduro tras las críticas de Dudamel a su gabinete. En su intervención en Madrid, el director de orquesta evitó personalizar en Maduro su diagnóstico sobre la situación en Venezuela: «Opinar de política es algo muy delicado. La política se hace en el ‘‘backstage’’ y los ciudadanos solo vemos el escenario. Mi país atraviesa un tiempo difícil. Lo que hay que hacer es seguir constuyendo el futuro desde el sitio en el que estemos; yo lo hago desde la música», afirmó. Con todo, lanzó al aire una sola palabra a modo de receta para los males de su país: «Democracia». Y eso, cree, pasa por «apartar los egos y las ideologías y pensar en la gente. La opinión se ha polarizado mucho, cada día creamos más fronteras cuando lo que hay es que tender puentes».
«Considero a mi país como un adolescente –añadió– que está construyendo su historia, que tiene que pasar baches para entender hacia dónde va. Hablar de una persona concreta no es la solución; ésta tiene que venir del pueblo, porque Venezuela no son dos países». Para Dudamel, la música puede enseñar mucho a la política: «Una orquesta tiene instrumentos de distintos matices e incluso dentro de los violines no hay uno que suene igual a otro, pero ante una sinfonía de Beethoven todos suenan bien. Así debería funcionar un país». Dudamel, que se confiesa sencillo y apasionado («El estrellato nadie la asume, te lo ponen, y eso lo entiendes como ego o como responsabilidad», señala), no pierde de vista a la juventud venezolana. «Cada vez que veo un niño con un instrumento en mi país me veo reflejado en él, y eso sigue sucediendo a pesar de la situación que se vive. La mía es una hermosa responsabilidad de llevar la música a todos sitios y que la gente entienda el arte como un derecho humano», asegura, al tiempo en que cita a Unamuno: «La libertad que hay que darle al pueblo es la cultura».
Viene de haber dirigido «La Boheme» en la Ópera de París. Y está convencido de que «prontísimo» estará de vuelta en Madrid para dirigir una ópera en el Teatro Real, otro de esos retos con los que sueña este incansable músico para quien seguir estudiando e investigando con los sonidos y encontrando placer en ello es un síntoma de que no ha envejecido en su gran pasión, aquella que ya acunaba el niño de 6 años que dirigía Mahler con una orquesta de muñecos.